La inesperada migración africana del buitre negro ‘Ramón’


ROSA M. TRISTÁN

Hay un punto en Rascafría donde, si el tiempo lo permite, es posible ver varios nidos de buitre negro entre los árboles sin necesidad casi de moverse, y con necesidad de un ornitólogo de SEO/Birdlife y un buen telescopio cerca. De esa sierra madrileña salió ‘Ramón’, uno de los ejemplares que, como se ha descubierto ahora, viajan hasta África en una ‘tribu’ distinta a la suya, confundidos entre los buitres leonados que habitualmente si cruzan el Estrecho. Este comportamiento viajero es una de las peculiaridades que han descubierto científicos de la Universidad de Alicante, en colaboración con la ONG conservacionista.

El trabajo, dentro del programa Migres, forma parte de las monografías que la organización publica sobre diferentes especies de aves, en los que se recoge cómo cada una de ellas utiliza el territorio nacional, en qué zonas se mueve y por qué las elige. Y hay mucho que contar. De hecho, lo primero sería distinguirlos en el cielo. “Mira, los que tienen las alas más rectangulares son los negros”, explica Blas Molina, también de SEO/Birdlife señalando la silueta de un ave entre los pinos. Y es que, con ser cada vez más, aún los negros son minoría cuando levantamos la vista para toparnos con grandes grupos en el cielo, cuando hay comida, o parejas de exploración cuando van rastreando en su búsqueda con su afilada vista.

En 2017, en toda España se calcula que había 2.600 parejas de buitre negro en 43 colonias. Solo en Rascafría, se han identificado 181 parejas, de las que se puede ver un nido en directo gracias a la cámara instalada por SEO/Birdlife, en pocos días ya incubando; en el Parque Nacional de Monfragüe, hay 350. Incluso hay una colonia en Baleares, adonde llegaron arrastrados por una tormenta para quedarse.

De todos ello, los científicos Vicente Urios y Jorge García decidieron hacer el seguimiento de 52 de Madrid, Cataluña y la burgalesa Sierra de la Demanda, donde han sido reintroducidos. Para ello contaron con los marcajes de seguimiento remoto por GPS que algunos ya tenían instalados desde hacía 20 años. En realidad, como es un ave muy sedentaria en Europa, no esperaban que hicieran grandes viajes.

Lo primero que les llamó la atención es que los que tenían más de cinco años, ya adultos, se movían por un extenso territorio para obtener la carroña de su comida, recorriendo hasta 2.246 kms mensuales (un viaje Madrid-Oslo) y cuando tenían pollos que criar incluso esa área de campeo se extendía a los 6.540 kms2, con algún caso que llegaba a los 30.000 kms2.  ¿Y los juveniles? Pues esos aún más. Su afán exploratorio les llevaba hasta tierras tan lejanas como Italia, el sur de Francia e incluso Alemania. Ese afán de conocer y volar, comprobaron que iba disminuyendo a medida que se hacían mayores, cuando preferían quedarse más cerca del hogar-nido. Como si de humanos se tratara, también entre ellos había excepciones a esa norma y algunos son ‘ala inquieta’ toda la vida. No cumplen, sin embargo, la creencia de que entre las personas son los machos más aventureros. No. En el caso del buitre negro las hembras son las que se van más lejos en busca de alimento para los polluelos.

Y luego está el caso de ‘Ramón’ y algunos otros ejemplares que salieron de la península y, curiosamente, fueron localizados en el mismo punto de Senegal, en la desembocadura del rio Saloum, un delta que es parque nacional en el país africano.


“Nos llamó tanto la atención que fui hasta allí a intentar localizarlo. Es una zona seca, donde hay mucho ganado y también buitres africanos y leonados”, explica Urios, que fue quien viajó en busca de estas inesperadas aves migrantes. Sin embargo, no pudo llegar hasta ‘Ramón’, cuya señal ya no se movía, de lo que se dedujo que estaba muerto. Ese delta es una zona muy pantanosa, un entramado de canales y áreas de inundación de difícil acceso que, por cierto, son Patrimonio de la Humanidad por su riqueza espectacular en avifauna. “La conclusión a la que llegamos es que los buitres negros, los dos que volaron hasta el Sahbel, lo hicieron durante la migración de los leonados, confundidos entre ellos”, concluyó el investigador. Al final, el otro tampoco volvió a su hogar: se quedó en la zona de Cádiz y por Extremadura.

Carlos Marti, de SEO/Birdlife, destacó lo importante que es el conocimiento para la conservación de las especies. Sobre todos saber por dónde se mueven, ahora que hay tantos peligros que les acechan. En este sentido destacó que “la necesaria implantación de las energías renovables precisa de muy buena información para que sea responsable”.

Mientras hablaba, una pareja de buitres negros cruzaba el aire. Como si adivinaran que estaban siendo objeto de la conversación. Y es que la especie -ya sabemos: alas más rectangulares, más oscura y más grande que la de los leonados- están en aumento pero requiere medidas de apoyo, como la puesta en marcha en el Pinar de los Belgas, comprado por el Parque Nacional de Guadarrama, donde se tiene en cuenta su presencia a la hora de explotar la madera, dejando zonas para que puedan anidar. “Son aves que pesan entre siete y nueve kilos y ponen los nidos en árboles específicos, grandes y que están por encima de otros, en zonas abiertas que les permitan despegar. Son criterios de conservación que, por desgracia, no se siguen en todas las zonas de explotación de madera, y lo mismo pasa con el periodo de incubación y cría, que puede durar seis o siete meses”, señala Juan Carlos del Moral, coordinador de ciencia ciudadana en SEO/Birdlife.

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