Los humanos llevamos 2.500 años criando pollos por sus huevos


ROSA M. TRISTÁN

Si hay una especie que hemos logrado criar en números estratosféricos son los pollos. Consumidos prácticamente en cada rincón de este planeta, en 2020 la FAO calculaba que había 33.000 millones vivos, casi cuatro veces más que seres humanos. Pero ¿cuándo se hizo este alimento tan popular, por su carne y por sus huevos? Aunque está claro cuando comenzó el Neolítico, hasta ahora no se sabía bien cómo había logrado su dispersión por el mundo, algo que, según nos descubren en una reciente investigación, tuvo lugar hace unos 2.5000 años y que tuvo que ver con la expansión de imperios como el persa, el macedonio o el romano.

La investigación, publicada hoy en Nature por científicos coordinados desde el Instituto Max Planck de Alemania, se adentra en una parte de la historia poco conocida pese a que hoy matamos hasta 4.000 millones de pollos al año. Y si se trata del consumo de huevos, hay que multiplicar esa cifra por varios dígitos. Fuentes históricas indican que había gallinas en el sur de Europa (incluida la península ibérica) y en el suroeste de Asia en los últimos siglos antes del presente. En Asia Central, hasta se representaban en el arte y formaban parte de sus rituales.

Los especialistas coinciden en que los rasgos típicos de las especies domesticadas que todos conocemos evolucionaron en una población insular de aves de la jungla del sur de Asia, probablemente del ave de la jungla roja ( G. gallus ssp. spadiceus ) y que este hecho ocurrió en algún lugar de su extensa área de distribución, desde Tailandia hasta la India. Pero también es cierto que sus frágiles huesos no son fáciles de encontrar y que se pueden confundir fácilmente con especies que eran cazadas (como los faisanes o los gansos) pero que eran silvestres.

Ahora, nuevas técnicas arqueológicas y biomoleculares han llevado a este equipo internacional de arqueólogos, historiadores y científicos a recabar las primeras pruebas claras de la cría de gallinas cuyo fin era la producción de huevos. Sostienen que la pérdida de la puesta estacional de huevos de estas aves fue el principal impulsor de la dispersión de su domesticación. ¿Y qué pruebas son éstas? Según explican a lo largo de fructíferas campañas han recogido decenas de miles de fragmentos de cáscaras de huevo en 12 yacimientos arqueológicos que abarcan 1.500 años de historia. Con ello demuestran que ya se criaban muchas gallinas en Asia Central entre el año 400 a. C. y finales del primer milenio de nuestra era. También aseguran que su dispersión tuvo que ver con el recorrido de la antigua Ruta de la Seda. Tal abundancia de cáscaras les sugiere que pertenecían a puestas de aves hechas fuera de la temporada habitual (la primavera) lo que hacía que esas gallinas fueran muy atractivas para los pueblos antiguos, que se garantizaban la ingesta de proteínas.

Fragmento de cáscara de huevo de pollo doméstico de hace 2.500 años.

Para llegar a estas conclusiones, esos fragmentos de cáscaras encontrados en el corredor comercial fueron analizados con un método genético, el ZooMS, que es capaz de identificar especies a partir de restos de animales (como huesos, piel y caparazones) y se basa en señales de proteínas, en lugar de hacerlo en el ADN. «Este estudio muestra el potencial de ZooMS para arrojar luz sobre las interacciones entre humanos y animales en el pasado», apunta la investigadora Carli Peters, de Geoantropología en el Max Plank, y primera autora de este trabajo. Peters señala que había tantos restos de huevos en los sedimientos que analizaron que estaba claro que no podía ser que correspondieran a unas aves que hacían una puesta al año y de poco más de media docena de huevos. «Esta es la evidencia más temprana encontrada hasta ahora de la pérdida de la puesta estacional ien el registro arqueológico», añade en un comunicado Robert Spengler, líder del grupo de investigación de Domesticación y Evolución Antropógena e investigador principal . «Es una pista importante para comprender mejor las relaciones entre humanos y animales que dieron lugar a la domesticación», asegura.

Los datos provienen en parte del yacimiento Bash Tepa, un yacimiento fortificado aqueménida (imperio persa fundado por Ciro II) que estaba situado al borde del Oasis de Bukhara (ocupado entre el año 400 a. C. y el año 100), de capas de ocupación en Paykend del período helenístico (siglos IV-II a. C.) y de cuidades medievales como Kafir Kala (siglos IV-XII d.C.), Bukhara (siglos X-XI d.C.), Afrasiab (siglos X-XII d.C.), entre otros enclaves.

Lo cierto es que al asunto del huevo y la gallina lleva tiempo siendo objeto de debate. Los genetistas defienden que en su domesticación hubo “programas intensivos de reproducción y selección” en busca de mayor producción, lo que se hacía seleccionando las mejores aves, mientras que muchos otros investigadores hablan de hibridaciones. También hay historiadores y arqueólogos que sugieren que el pollo fue domesticado inicialmente como deporte, para rituales o por sus plumas ornamentales y no como alimento.

Tampoco las fechas están claras. Huesos de aves que se creían que eran de pollos domesticados resultaron ser de otras especies. De hecho, el estudio genético más reciente apunta que a la mencionada ave roja de la selva ( Gallus gallus ssp. spadiceus ) como principal progenitor. Pero aún hay un trabajo más actual, que abarca 89 países, que indica que la domesticación tuvo lugar en el centro de Tailandia entre el año 1650 y el 1250 a. C., expandiéndose hacia Europa desde el año 800 a.C. Por su parte, en 2014 investigadores chinos dijeron haber recuperado ADN mitocondrial de gallinas domésticas de hace 10.000 años. Fue un estudio que levantó mucho revuelo y después fue desmentido.

Lo que si parece claro es que en el Mediterráneo el pollo era ya comercializado desde el siglo VIII a. C. y que era importante en la economía a partir del siglo IV, como se constata en el yacimiento israelí de Maresha. Al parecer, la cría de gallinas para huevos se extendió rápidamente por el Mediterráneo oriental poco después de ese siglo IV a.C. Hay huesos en yacimientos anteriores e incluso cerámicas en las que aparece su imagen, pero parece probable que en esas fechas previas se criaban con fines cárnicos, deportivos, rituales o como artículos exóticos de prestigio, no para poner huevos.

Curiosamente, tras su expansión por toda Eurasia, en Europa no continuó su cría tras el período romano y esta actividad no resucitó hasta principios del siglo XIX. En la Europa medieval, se consideraba un animnal carroñero y solo lo consumían los más pobres. A principios del siglo XIX, sin embargo, su importancia volvió a aumentar y se desarrollaron granjas avícolas especializadas.

La situación en Asia central y sudoccidental fue muy diferente: allí no perdió importancia en ningún momento. De hecho, el gallo ocupa un lugar destacado en la imaginería zoroástrica. Además, aunque no es necesariamente un huevo de gallina, el mito del huevo mundial es una característica destacada en la creencia zoroástrica, al igual que en otras tradiciones protoindoeuropeas.


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