Biocultura y los riesgo de la masificación de lo ‘eco’


Biocultura, la feria ecológica en Madrid. @Rosa M. Tristán

ROSA M. TRISTÁN

Este próximo fin de semana, como desde hace 35 años, vuelve a celebrarse en Madrid la Feria de Biolcultura. Comenzó el jueves y hasta el domingo más de 750 stands buscan acerca a los consumidores a esas iniciativas de consumo que se escapan de los grandes agronegocios y sus monopolios, y que intentan sobrevivir a la velocidad de los cambios, como reconocía en la presentación la directora de la feria, Angeles Parra. En otras palabras ¿Basta consumir ecológico, al margen de cómo se produzca?

Hay que remontarse a los años 80 para recordar aquella pequeña feria de productos, casi todos agrícolas, en la Casa de Campo, en la que  unos pocos jóvenes se reunían a vender sus productos, en plena vorágine de la expansión de pesticidas y herbicidas para aumentar de la producción. Los daños ambientales quedaban en el olvido absoluto. Pero como ‘hormiguitas’, siguieron creciendo y hoy el 8,7 % de la superficie agraria útil en España se dedica a la producción ecológica, frente al 7% de media en la UE. Cataluña gana por goleada, con un 15’8%. En total, 2,2 millones de hectáreas que nos sitúan, según datos proporcionados por la Asociación Vida Sana, a la cabeza de europea.

Instalación de Greenpeace sobre plásticos en Biocultura 2018. @Rosa M. Tristán

En consumo, tampoco vamos mal, y la gran confianza son los jóvenes. El Ministerio de Agricultura señaña que el 30% de los consumidores de productos bio tienen menos de 35 años, los ‘millennials’, más concienciados con hábitos más saludables, como es de esperar que lo sea la generación que sale con Friday For Future a la calle para denunciar el cambio climático y la situación del planeta. El resultado es que el consumo per cápita nacional ronda los 46’5 euros al año por habitante.

Bien es verdad, y así lo reconocía Angeles Parra, que todo indica que las grandes cadenas de alimentación han visto el negocio y se han lanzado de lleno al mercado ‘ecológico’, lo que ha dejado a las pequeñas empresas que iniciaron este mercado muy ‘tocadas’ al no poder competir en precios. Conozco varias que han tenido que cerrar… «No hemos estado preparados evolucionar en el sector agroecológico y ahora viene la gran empresa y se come el pastel . A ver superamos este paso porque ahora nos arrastra velocidad del sector», señalaba la directora de Biolcultura.

Todo indica que el salto diferencial debería llegar desde el concepto de soberanía alimentaria, de cumplimiento de los ODS (Objetivos de Desarrollo del Milenio) para la Agenda 2030, un paso más allá en el que a la salud ambiental se sume la justicia social. «Tenemos principios que con las grandes empresas pueden perderse porque ven los productos ecológicos sólo como una oportunidad de negocio. Un craso error. Cada uno de nosotros, con sus hábitos de compra, puede decantar el mundo hacia una sociedad más justa y respetuosa con la  naturaleza. El carro de la compra ya es una forma de carro de combate, como dicen algunos, que sirve para plantarle cara a un sistema que está destrozando el planeta y las sociedades humanas», argumentaba Parra, para quien ser consumidores conscientes implica proteger la biodiversidad, repoblar los entornos rurales, cuidar la salud propia y la ajena, proteger al campesinado, conservar tradiciones y economías locales «.

Con más de 400 actividades programadas, estos días Biocultura (en Ifema, pabellones 8 y 10) el escaparate es inmenso y unas 75.000 personas se espera que se asomen por allí. Esta edición, con especial dedicación al peliagudo asunto de los envases, pero  también a la moda sostenible y los cosméticos.

Inevitable será este año mi visita  al stand de La Rueda Natural, porque es mi objetivo adquirir productos 100% limpios para mi próximo viaje a la Antártida. Y también por los ‘ShowCooking’, la presentación del libro ‘Libérate de Tóxicos’ del científico Nicolás Olea, el espacio del supermercado participativo de La OSA o la cata de cerveza artesana.

 

Comedores escolares: Somos lo que comemos pero…¿Qué comemos?


ROSA M. TRISTÁN

(Publicado en Cuadernos de Pedagogía): Número 476

Seis de cada 10 niños y niñas se alimentan cada día, en los centros escolares, con productos elaborados por la industria agroalimentaria, muchos de los cuales contienen residuos químicos y están envueltos (y calentados) en plásticos. Los ecocomedores son una alternativa ecológica y de proximidad que apuesta por la salud y la educación. En ellos, los alumnos descubren el origen de los alimentos y aprenden a comer mejor respetando el medio ambiente. Es la nueva revolución ‘verde’ que llega a los colegios.

Candela da grandes mordiscos a su manzana. “Está buenísima y no le echan pesticidas de esos que matan los bichos y son veneno”. Sobre su cabeza, un cartel que dice: “La fruta está para comérsela. No te la saltes”. Pero Candela, de 8 años, lo tiene claro: “Nos dan comida ecológica, que es buena para el medio ambiente porque no viaja desde lejos y porque no contamina”. “¿A qué no sabes lo que es ser vegano?”, dice un compañero de mesa”. “¡Yo sí, a mí!, se levantan varios brazos.

El escenario es el comedor del Colegio Lourdes de Madrid, un centro concertado de la Fundación Hogar del Empleado (Fuhem), que hace ya cuatro cursos decidió dar “un vuelco” a su comida escolar para que fuera más acorde con un ideario en el que la sostenibilidad es un eje fundamental. Hoy es uno de los referentes de los “eco-comedores escolares”, espacios para alimentarse y, por qué no, aprender. “Aquí no queremos saber nada de caterings”, aseguran.

Su apuesta por los productos ecológicos y de proximidad no es fácil, pero no es exclusiva porque como en los cuatro centros de Fuhem, poco a poco toma cuerpo en España la preocupación por lo que comen los escolares y su futura visión del modelo de consumo alimentario. Así, pese a la trabas de las administraciones autonómicas, que son las que deciden en los centros públicos el modelo de gestión, surgen cada día iniciativas de directivos, personal de la cocina, padres y madres y docentes que tienen claro que “somos lo que comemos” y que en el caso de la infancia, mejorar el sistema actual es básico para ellos y para el planeta, un camino que también se ha iniciado en otros países del entorno.

Ahora estamos en casa de Marcos, que muy al contrario que Candela mira la verdura con desgana. Pasea el tenedor por el plato mientras marea las acelgas con tomate. “Antes le encantaba la verdura, pero ya no hay forma. Le cambió el paladar desde que comenzó a ir al colegio, cinco días a la semana comiendo de catering. Lograr que se la coma es la batalla diaria”. Adela es una de esas madres que reconoce que no sabe qué es un eco-comedor escolar, aunque se muestra dispuesta a impulsarlo en el centro al que acude su hijo, de 8 años, en Boadilla del Monte (Madrid). “¿De qué sirve que en Conocimiento del Medio les hablen de peces si luego no ven ninguno porque los ven empanados en cuadrados?”, se queja.

Los últimos datos disponibles señalan que casi 1, 7 millones de escolares como Marcos -de Educación Infantil, Primaria y ESO- comen en el colegio en España, según el Ministerio de Educación. De ellos, el 61% tienen el servicio subcontratado a una empresa externa, sector que se ha convertido en un sustancioso negocio en manos de unas pocas compañías. Sólo una de ellas, sirve 210.000 comidas al día en diferentes instituciones públicas, como son los hospitales o los colegios, adonde llegan servidas en sus correspondientes bandejas de plástico.

Un cocinero en el colegio Lourdes de FUHEM, trabajo en extinción.

Son datos que proceden de la reciente investigación “La alimentación escolar en España”, realizada por iniciativa de la asociación Del Campo al Cole y del grupo de investigación Carro de Combate. “Con este trabajo queríamos poner sobre la mesa la importancia del comedor escolar. Analizar la situación actual y el abanico de problemas que genera una mala alimentación infantil, cuando existen alternativas para mejorarla y aprovecharlo como recurso educativo”, apunta Andrés Muñoz Rico, de Del Campo al Cole. “Nosotros precisamente trabajamos para poner en contacto a los agroproductores con los colegios, un camino que va a más pero que es lento y tortuoso por las complicaciones administrativas”, reconoce.

Y es que hoy, en España, son aún pocos los colegios, sobre todo públicos, que apuestan por hacer de sus comedores y cocinas un lugar desde la que acercarse a la alimentación, a la educación ambiental; en definitiva, al aprendizaje desde el estómago. Muy al contrario, al albur de la masificación en menús industriales, las cocinas desaparecen y se transforman en salas de “línea fría” destinadas a platos precocinados. “A nadie le gustaría comer durante años comida de hospital, pero es lo que les damos a los niños”, apunta el catedrático de Medicina e investigador Nicolás Olea.

Olea, de la Universidad de Granada, es uno de los científicos que más ha estudiado los efectos de la alimentación en la infancia. En análisis de orina a menores de edad, se han detectado hasta 128 residuos químicos de 81 sustancias, de las cuales 42 pueden provocar cáncer y 37 son disruptores endocrinos que alteran las hormonas del organismo. “Podría decirle que los niños españoles hoy orinan más plástico que ninguno en Europa . Comer cada día en una bandeja de policarbonato está afectando a su desarrollo neuro-conductual, y no lo digo por ser alarmista, sino realista”, señala Olea a Cuadernos de Pedagogía.

En la misma línea, la endocrina Carmen Valls-Llobet, asesora de la Organización Mundial de la Salud, lanza la voz de alarma: “Ya hemos observado cómo los disruptores endocrinos que ingieren desde la primera infancia están provocando una pubertad precoz, hasta el punto de que hay niñas de seis años que ya tienen vello púbico”.

Pero incluso sin contaminantes, ¿es la comida escolar equilibrada? La normativa de las autonomías recoge un exhaustivo índice de calorías, de minerales, de lípidos o proteínas que hay que ingerir, eso sí, al precio más bajo posible. Pero eso tiene su coste y la bióloga Mercedes Aguirre, autora del libro “Nutrición, salud y complementos”, detecta un déficit de elementos esenciales para el desarrollo del cerebro en los menús infantiles. “El Omega 3 DHA, que encontramos en el pescado blanco, no existe en el panga, tan habitual en esos menús, pero se sabe que es importante para el cerebro de niños con Transtornos con Déficit de Atención (TDA). Por el contrario, se come exceso de pollo hormonado, de carbohidratos (pasta, arroces…) que se convierten en azúcares y generan excitación y obesidad, pero que son más económicos que los integrales”, denuncia la investigadora.

Pero no todo es salud. Aprender a comer mal es aprender un modelo de vida insostenible que colisiona con la educación ambiental. “Esa dimensión educativa de los comedores está muy olvidada, aunque es un recurso excelente para aprender de dónde viene la comida o qué impactos tiene en la naturaleza. No se trata de dar clases en el comedor, sino de que la alimentación escolar se incorpore como un tema más en las aulas, en actividades y juegos, en las excursiones que se programan desde el colegio”, explica Abel Esteban, de Ecologistas en Acción, una organización que participa en la Plataforma Comedores Responsables (http://comedoresresponsables.org/) creada en junio de 2016 con otras organizaciones, como CEAPA y Veterinarios Sin Fronteras (VSF), para promover ese cambio de enfoque.

Nani Moré, desde mucho antes, es un referente en esta batalla. Desde su primer trabajo, en la cocina de una guardería de Mallorca, se interesó en mejorar lo que ponía en los platos de las criaturas. “Para mí comer no es sólo llenar el estómago, es educación ambiental y es salud. Y en ello estoy, demostrando que mejorar la comida escolar con productos ecológicos y de proximidad no cuesta mucho más si se compara con sus beneficios”. Fruto de ese convencimiento surgió el documental que financió en 2012 con un crownfunding, El plato o la vida, que desembocó en la pionera Asociació Menjadors Ecologics de Cataluña, hoy lugar de encuentro para quienes inician el camino. “Desde 2013 hacemos estudios de viabilidad de proyectos de eco-comedores escolares. La cuestión es que no hay reglas, porque cada centro y cada territorio es un mundo”, asegura Moré. “En general, se trata de que al menos el 50% de la comida sea ecológica o de proximidad sin subir los precios, pero también se trata de enseñar a los niños a conectar la vida con la comida, a tener un huerto escolar, a cocinar cosas sencillas, a visitar los campos. Y ello requiere que los docentes se impliquen. Y los cocineros. Ahora estamos preparando un recetario con un grupo de chefs para aprender a provechar lo que ofrece cada temporada”, explica la ex cocinera.

En el Colegio Lourdes de la Fuhem, el aula de 1º de Primaria que imparte Paula Manrique a veces se convierte en un huerto. “A ver, ¿Qué sembramos hoy? ¿Un tomate? ¿aceitunas? ¿lapiceros? ¿Y qué hacemos para que no haya bichos que se coman nuestra comida?”. Es una de las muchas actividades pedagógicas que complementan los nuevos platos que cada día prepara el cocinero Javier Ventura, a quien ahora le llegan las patatas con tierra, en vez de cortadas en bolsas. “Hace poco fuimos a un mercado para que hicieran su lista de la compra, otras veces hacemos zumos con frutas de temporada. Los mensajes de lo bueno y lo malo para el cuerpo y la Tierra van calando”, explica Paula, rodeada de dibujos de extraños personajes hechos con frutas y verduras.

Fuhem es el ejemplo de una transformación impulsada desde la dirección, un proyecto ecosocial denominado “Alimentando otros modelos”. Hoy, prácticamente todo lo que consumen sus 2.500 diarios comensales es ecológico o de proximidad. “Llevamos ya tres cursos y la transición requiere reajustes, pero es imparable. El precio del menú es prácticamente el mismo y ya no hay queja entre los escolares porque se han acostumbrado a los sabores. Pero es que además hemos introducido temas relacionados con el sistema alimentario desde 2º de Infantil a 1º de ESO, recogidos en una “Guía Educativa” que utilizan los profesores como Paula. Y aún hay más: hemos incluido en el cambio a las familias”, explica Luis González Reyes, coordinador de la iniciativa.

Se refiere al impulso que se ha dado a la creación de grupos de consumo ecológico entre los progenitores de sus alumnos. “El colegio es el punto de entrega y recogida de la compra una vez a la semana y estamos encantados. Es verdad que al principio costó introducir algunos alimentos con los niños, pero ahora se van acostumbrando. Cada curso se les da un alimento nuevo al menos ocho veces. Luego, pueden comer en casa lo mismo, gracias a los grupos de consumo. Ya somos 40 familias implicadas”, señala Irene Domínguez, madre de una niña de 14 años y un niño de 8 del Lourdes. “Desde que se creó el comedor ecológico, es más habitual que mis hijos hablen de dónde viene la comida o qué es mejor cuando comemos juntos”, explica Irene.

Huerto del Colegio Montserrat de FUHEM.

En el Colegio Pere Roselló Oliver de Alaró (Mallorca), la idea de apostar por un eco-comedor surgió de la AMPA. Tras convencer al Gobierno balear de que podían hacerse las cosas de un modo alternativo al catering, este curso llegó el cambio. “El documental “El plato o la vida” de Nani Moré fue motivador para nosotros. Ahora, el AMPA gestionamos el comedor ecológico sin encarecer la cuota. Pero, además, hemos implicado a los docentes en un proyecto que se llama Alimentación, eje de las actividades extraescolares. Queremos que el niño conozca su relación con el alimento, que el personal de cocina les explique el origen de lo que tienen en el plato, que la comida no sea sólo un trámite”, explica Tomeu Noguera, padre e impulsor de una iniciativa que ya exporta a otros centros. En torno a ese cambio, además, el huerto escolar ha reverdecido, se organizan talleres eco-gastronómicos para las familias e incluso se ha abierto una pequeña cocina para talleres en los que los alumnos aprenden a preparar galletas.

“Es un aprendizaje. Comer más verdura se les hace cuesta arriba, pero si se empieza desde muy pequeños es más fácil. Mayor problema es que las familias se resistan al cambio, porque sus hijos también lo harán, pero si están convencidas, es posible. Ahora queremos que nuestro proyecto se extienda, que la Administración balear favorezca a las pequeñas empresas que tienen productos ecológicos, no sólo a las que ofrecen un precio menor, y que se pongan en valor las acciones educativas desde el comedor y la cocina”, recalca Noguera.

Actividades similares son las que desarrollan desde 2010 Veterinarios Sin Fronteras en colegios de toda España, dentro de su campaña Alimentacción. La mayoría de carácter extraescolar para el alumnado, pero también organizan talleres con docentes y familias para crear conciencia sobre los impactos del actual modelo alimentario. A menudo organizan funciones de teatro, excursiones y ofrecen materiales didácticos sobre productos concretos, como el aceite de oliva o las legumbres. “Este curso trabajamos con 90 centros de toda España, siempre con el mensaje de revalorizar el campo y dar a conocer cómo afecta nuestra alimentación en el Tercer Mundo y la naturaleza. A veces, los profesores son reticentes porque ha aumentado mucho la carga docente, pero es cuestión de sembrar para que se vaya difundiendo”, explica Jordi Menéndez, al cargo de la campaña.

Otro de los referentes en eco-innovación en comedores escolares es el cocinero José Luis Cabrero, del Colegio Público Asunción Pañart de Aínsa (Huesca). Es el autor de otro vídeo, “El comedor, un aula más”, donde explica cómo fue el proceso del cambio en su pequeño centro. Cabrero, como Nani en Mallorca, fue quien echó a andar la transformación del proceso de compra de lo que llegaba al centro. “Ese cambio a lo ecológico fue paulatino, pero tan importante como ese paso, fue la introducción del programa Alimentacción de VSF, a través del cual les doy información de lo que es el consumo responsable. No hay que olvidar que el tiempo de comedor es de descanso, pero hay que buscar el equilibro para que a la vez sean conscientes del modelo de consumo”, apunta Cabrero.

Un paso más allá es el que lleva tiempo proponiendo un afamado cocinero inglés, Jamie Oliver. Oliver puso en marcha a comienzos de esta década la ‘Food Revolution”, una lucha la que ha tratado de involucrar a los países del G-20. En 2015, lanzó una campaña global para que la alimentación fuera una asignatura obligatoria en los colegios de los 20 países y obtuvo 1,6 millones de firmas. Oliver defiende que niños no sólo deben aprender de dónde viene la comida, sino todo el proceso, del cultivo a la cocina, incluyendo el aprendizaje a guisar, aunque resulte un tanto complicado su puesta en marcha. “Vivimos en un mundo en el que la obesidad infantil es un problema, pero generaciones de padres se alimentan de comida rápida porque no saben cocinar. Con una asignatura obligatoria, los niños aprenderían”, señalaba entonces.

En esa línea trabajan, hasta cierto punto, en el Colegio Público Espartidero de Zaragoza, donde además de contar con un eco-comedor autogestionado por los padres y madres, los niños entran en la cocina durante talleres extraescolares. Nacho Corral, padre de dos de los alumnos, muy implicado en el proyecto, tiene claro que por ahí debe ir el futuro: “La alimentación debe formar parte del proceso educativo. Con cuidado, porque las cocinas son lugares que requieren una seguridad especial cuando hay muchos niños, pero animándoles a aprender, como lo hacen programas televisivos como Master Chef Junior, de TVE. Y, eso si, nosotros siempre con el lema ‘ni un bocado desperdiciado’. Ese el camino hacia un mundo más saludable y más justo”, concluye.

 

GUÍA PARA QUE EL COMEDOR ESCOLAR SE ‘PINTE DE VERDE’

  1. Contactar con el AMPA y formar parte de la comisión de comedor del centro escolar; sino hay AMPA o comisión de comedor, empezar por promover su constitución.
  2. Conocer la situación aplicable en cada escuela (contrato, competencias, etcétera), hablar con la empresa actual sobre la gestión del servicio. Una opción es consultar a la plataforma de Comedores Responsables, que funciona como asesoría: http://comedoresresponsables.org/
  3. Buscar escuelas de la comarca o de la ciudad que ya dispongan de un comedor ecológico y de proximidad para que faciliten información y contactos.
  4. Una vez identificada la normativa y constatado que se puede cambiar la gestión del comedor, organizar una charla para conocer la opinión de la comunidad educativa. Es importante que haya consenso. Existen dos vídeos en Youtube que ayudarán a plantear el tema: “El comedor escolar: un aula más” y “El plato o la vida” .
  5. Estudiar la viabilidad económica hablando con proveedores. Incluir en lo scosts el aumento de personal de cocina, cuando sea preciso.
  6. Redactar un proyecto de comedor: los menús, el proyecto educativo, los alimentos, etc, con la participación de una representación de padres/madres y docentes. Se puede consultar a otras escuelas, a la Plataforma de Comedores Escolares de Calidad, a Menjadors Ecologics, etc. Este proyecto se presentará al Consejo Escolar para su aprobación.
  7. La empresa actual y la comisión implantarán el nuevo comedor ecológico de forma progresiva. Si la empresa no acepta, hay que buscar otra o autogestionarlo desde el AMPA. Para esto último, se puede recurrir al asesoramiento mencionado.

Vandana Shiva: «Vamos a denunciar a Monsanto en el Tribunal de La Haya»


Vandana Shiva, en Madrid. @ROSATRISTÁN

Vandana Shiva, en Madrid. @ROSATRISTÁN

ROSA M. TRISTÁN

La activista hindú Vandana Shiva anunció hace unos días que entre los días 15 y 16 de octubre  de 2016 su organización (que forma parte de la International Monsanto Tribunal) llevará a esta compañía estadounidense ante la Corte Penal Internacional (el Tribunal de La Haya), apenas unas semanas después de que esta institución señalara que a partir de ahora tomará en consideración los delitos socio-ambientales como delitos de «lesa humanidad».

Shiva lo anunció hace unos días, en un acto de la Fundación Mujeres por África, que trajo a Madrid una de las activistas más conocidas del movimiento ecologista mundial, promotora del ‘ecofeminismo’ y látigo contra las grandes corporaciones agro-industriales del momento. Su conferencia, en la Fundación Ramón Areces, com0 el resto del ciclo de conferencias, tenía como eje la desigualdad en el mundo, una ocasión que la líder ecologista aprovechó para ‘tirar a dar’, con la palabra, a quienes defienden que la solución a la alimentación mundial pasa únicamente por el desarrollo tecnológico.

«La ciencia es explorar, y he estudiado física, así que algo se de ello. Pero hubo un momento en el que parte de la ciencia se hizo jerárquica y patriarcal y se convirtió en el método para explotar la Tierra, para extraer sus recursos naturales de forma lineal, cuando los ciclos de vida siempre son circulares. La Naturaleza no genera residuos, como el CO2 o como el nitrógeno [generado por fertilizantes químicos en un alto porcentaje] que se acumulan en la atmósfera y generan el cambio climático. Hoy, los ríos están contaminados o secos y las mujeres, que antes tenían un pozo cerca, ahora caminan 10 millas al día para coger agua. Son 10.000 millones de días de vida de las mujeres del mundo», señaló a los oyentes. «Y las mujeres si que saben del ciclo de la vida, no son ‘pobres mujeres’ a empoderar, deben ser las tutoras del cambio hacia una igualdad feminista que no es sólo suya, sino de toda la sociedad», comentó en su versión más feminista.

Shiva, que nació de la unión de un guardabosques y una granjera en una aldea del norte de la India, recordó que muchos conflictos actuales, y quizás futuros, tienen su origen en un medio ambiente en crisis. Y puso algunos ejemplos: «Hasta 2009, Siria era un país estable, pero se sucedieron las sequías y un millón de agricultores tuvieron que dejar el campo y llegaron a las ciudades; la inestabilidad creció y estalló la violencia, que se tornó política y religiosa. En Chad, hoy el 80% del gran lago se utiliza para regadío y se instalan agroindustrias, aunque nueve millones de personas dependen de su agua ¿Qué pasará cuando se seque? Habrá conflicto, y no se considerará ambiental, sino religioso. Pero es la excusa», denunció.

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No todo fue denuncia en su conferencia. La activista hindú también ve alternativas: «En África, las mujeres que cultivan pequeñas tierras generan más alimentos que las grandes fincas. Los poderes económicos sólo piensan en los alimentos como materia prima, el trigo el maíz, la soja, el arroz, el algodón, el mijo, la cebaba y la avena. Pero luego, el 90% del maíz o la soja es para biocombustibles o piensos para el ganado. En consecuencia, se está abandonando el campo, cuando la pequeña agricultura ayuda a fijar nitrógeno al suelo y da de comer».

Como no podía ser de otro modo, también criticó a los cultivos bajo patente de las granas compañías. «Nos venden productos transgénicos con más propiedades. Ahora en la India quieren meternos plátanos transgénicos con más hierro. Pero ¿por qué, si ya sus propiedades son excelentes y tenemos verduras, y cúrmuma  otros alimentos con mucho hierro? Por negocio. Y lo mismo con el caso del ‘arroz dorado’, diseñado con más vitamina A. En junio, 109 premios Nobel han firmado a favor de los beneficios de este cultivo, pero sólo dos son biólogos. ¿No deberían reclamar que la alimentación sea equilibrada cuando hay tantos cultivos que proporcionan vitamina A sin necesidad de crear otros?», se preguntaba.

Un vivero en República Dominicana para replantar bosques. @ROSATRISTÁN

Un vivero en República Dominicana para replantar bosques. @ROSATRISTÁN

Shiva anunció entonces una denuncia contra el gigante Monsanto: «Hoy cuatro compañías transnacionales quieren patentarlo todo. Monsanto actúa contra los gobiernos de Argentina o la India porque quiere que las plantas se consideren inventos. Aquí en la UE, ustedes cuentan con leyes restrictivas que impiden que los OGM inunden el mercado, pero con el Tratado TTIP se promoverá también una agricultura como fuente de materias primas. Y no puede ser. Nosotros, mi organización, este mes de octubre llevaremos a Monsanto al tribunal de La Haya (Corte Penal Internacional) por ecocidio y vulnerar los derechos Humanos».  Y añadió: «La globalización corporativa es la que ha dado origen al fundamentalismo religioso, que crea nuevas reglas, la mayoría contra las mujeres. En Bangladesh hace 15 años se vestía como en la India y ahora van con burka. Sin embargo, se evitaría con una agricultura ecológica, que es capaz de alimentar a dos Indias, porque produce el doble de alimentos que la industrial, que consume 10 veces menos energía y no daña el clima. Y luego está el coste: 1.300 millones de dólares en daño ambiental y otros 1.000 millones a la salud en mi país».

«Debemos dejar de pensar que el planeta es una mina porque es vida circular y las mujeres tenemos mucho que decir para cuidar su salud», concluyó.

 

Svalbard: nuestro seguro alimentario en unas cajas congeladas


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ROSA M. TRISTÁN

Reportaje en PDF 

La tumba de Tutankamón, muerto hace más de 3.500 años, es el primer banco de germoplasma conocido, a decir de algunos, pues cuando se encontró intacta aún guardaba en su interior semillas destinadas a la vida futura del faraón. Hoy, mas de mil bancos de semillas distribuidos por el planeta intentan conservar, también para el futuro, una biodiversidad que se está perdiendo a pasos agigantados y que, podría decirse, tienen su sede ‘central’ en una remota isla cercana del Polo Norte, Spitsbergen, perteneciente al archipiélago noruego de las Svalbard. Es un seguro de vida ante la posibilidad de una catástrofe, una guerra nuclear o un desarrollo agro-industrial que puede acabar con las plantas que desde hace más de 10.000 años nos han permitido alimentarnos adaptándose, y adaptándolas, a las necesidades humanas.

La ‘Bóveda Global de Semillas’, como se la conoce oficialmente, por fuera apenas es un bloque de hormigón hincado en una montaña de arenisca, siempre nevada, en uno de los lugares más inhóspitos de la Tierra y también más seguros. Su sismicidad es mínima, nunca se inundara y el permafrost mantiene un frío glaciar perfecto que la convierte en la mayor nevera del mundo.

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Inaugurada en 2008 en lo que una antigua mina excavada a 130 metros de profundidad, su pequeña entrada exterior da paso a un espectacular túnel que acaba en tres grandes salas selladas con capacidad para albergar más de 4,5 millones de muestras, un total de más de 2.000 millones de semillas. Todas, metidas en cajas negras de 500 unidades y perfectamente identificadas.

José Esquinas, en la inauguración del Banco Mundial de Semillas en Svalbard.

José Esquinas, en la inauguración del Banco Mundial de Semillas en Svalbard.

En los ocho años que lleva construida, ya son 104 los países que han aportado a este gélido banco muestras de los cultivos que a lo largo de milenios brotaron en sus territorios, dando lugar a una biodiversidad que parecía no tener límites hasta mediados del siglo pasado. Pero ya no es así y después de haber confirmar la pérdida del 90% de la diversidad agrícola en apenas unas décadas, la comunidad internacional optó por conservar todas las simientes posibles rebajando su actividad biológica con menos temperatura, humedad y oxígeno, es decir, congelándolas a 18ºC bajo cero. A día de hoy, sus depósitos subterráneos acumulan más de 860.000 muestras diferentes, cada una en su caja.

 

Hasta 2015, no había sido preciso abrir la bóveda para extraer parte de su tesoro, pero la guerra que asola Siria ha dado pie a esa primera ocasión, después de que se destruyera el valioso banco de semillas que el Centro Internacional de Investigación Agrícola en Zonas Áridas (ICARDA) tenía cerca de la ciudad de Alepo, no lejos del llamado Creciente Fértil, justo donde se cree que el ser humano dio origen a la agricultura. En septiembre, los científicos sirios, refugiados en Marruecos, pidieron a centro de Svalbard parte del material que habían depositado allí hacía unos años para poder seguir investigando sus propiedades: “El valor de este almacén no es solo una previsión para una teórica crisis alimentaria, sino también nos permite seguir analizando las características de la biodiversidad cuando desaparece”, señaló entonces el creador y responsable de la Bóveda, Cary Fowler.

MÁS COMIDA, MENOS GENES

Pero conviene hacer un repaso al origen de este proyecto. El afán por conservar semillas con fines científicos, conservacionistas y alimentarios surgió en las últimas décadas del siglo pasado. Fue tras la II Guerra Mundial cuando el aumento de la población mundial hizo necesario incrementar la producción alimentaria gracias a lo que se llamó la Revolución Verde, que logró su objetivo pero que tuvo como consecuencia una pérdida tremenda de especies al potenciar sólo las más productivas. Cultivos como el trigo o el arroz llegaron a duplicar sus cosechas en tiempo récord, eso sí con un coste muy elevado. “Perdimos en un siglo el 90% de la diversidad agrícola y con ella genes que podían ser útiles para la adaptación, la calidad nutricional o la resistencia a enfermedades de muchas plantas con un larga historia”, apunta a Estratos el catedrático José Esquinas, ex secretario de la Comisión sobre Recursos Genéticos para los Alimentos y la Agricultura de la FAO y uno de los mayores expertos mundiales en la materia. De hecho, fue Esquinas quien promovió la firma de un tratado internacional vinculante que pusiera remedio a esta oculta extinción: el Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura (TIRFAA), aprobado por la FAO en el 2001 y ratificado por el Parlamento español en el 2004.

De las nefastas consecuencias de la pérdida de biodiversidad agrícola ya había pruebas históricas: entre 1840 y 1850 murieron de hambre en Irlanda dos millones de personas y otras muchas emigraron a Estados Unidos, después de las patatas traídas de América se vieran afectadas por una plaga. Si hubiera habido más especies, aquella hambruna no hubiera vaciado un país en tan poco tiempo.

También había evidencias del interés que representaban los bancos de semillas, como lo que ocurrió con la colección del Instituto Vavílov durante la ocupación nazi en Rusia: el biólogo y genetista Nikolài Vavílov había iniciado una colección de semillas que llegó a tener 300.000 muestras y los invasores incluso crearon un comando para apropiarse de esos recursos fitogenéticos.

Frutos colombianos,

Frutos colombianos llamados lulos.

Por último, se había detectado que la pérdida iba ‘in crescendo’: si en 1949 los chinos cultivaban 10.000 variedades de trigo, en 20 años habían pasado a menos de mil; México había perdido el 20% de sus variedades de maíz y en Estados Unidos quedaba apenas el 5% de las especies de manzanos que tenían a comienzos de siglo. “Alimentarnos con buenas y uniformes semillas acababa extinguiendo aquellas útiles para el propio mejoramiento agrícola”, argumenta Esquinas.

Si bien en los años 40 la FAO ya había mostrado su preocupación por este asunto, hasta los años 70 y 80 no comenzaron las negociaciones para recolectar, conservar e intercambiar germoplasma a nivel mundial. La cuestión era que la mayor diversidad estaba en países en desarrollo (zonas tropicales y subtropicales) pero los bancos de semillas estaban solamente en los países desarrollados. Esquinas recuerda bien aquellas discusiones: “El problema era a quien pertenecía el material. Fue entonces cuando España propuso desarrollar un tratado internacional y un banco bajo jurisdicción de la FAO en donde las semillas se conservaran mucho tiempo”.

El Tratado, que promovió el experto español, tardó décadas en ser aprobado y ratificado por 30 los países, hasta que entró en vigor en 2004 (ahora son 136), y el banco abierto en Svalbard también tuvo un largo recorrido hasta ser realidad bajo las nieves permanentes del Ártico.

En Colombia hay una gran variedad de cacao. @RosaTristán

En Colombia hay una gran variedad de cacao. @RosaTristán

Para empezar había que decidir donde construirlo. Esquinas recuerda que en los años 90 visitó varios posibles emplazamientos: en Jujuy (norte de Argentina), algunas cuevas bajo los glaciares de Perú y Svalbard, donde el Gobierno noruego cedía una antiguas minas, finalmente elegidas. Ahora bien, aunque la construcción la financió Noruega -9 millones de euros- estaba además la complicación del pago a perpetuidad de su mantenimiento, pues la FAO no tenía dinero para ello. La solución fue optar por un instrumento financiero: los países o empresas depositantes prestan dinero al Global Corps Trust, que lo gestiona, y con los intereses generados se pagan los gastos.

“La idea original era que todo lo depositado allí fuera Patrimonio de la Humanidad, aunque al final es sólo un depósito de semillas de cada uno de los países, pues siguen siendo suyas. De hecho, según el Tratado hay 64 géneros de plantas que está en un sistema multilateral, lo que implica que están a libre disposición, pero otras están en un sistema bilateral en el que los países propietarios deciden para quien están disponibles. En Svalbard también hay semillas de países que no han firmado el Tratado y que no están disponibles para otros, o de empresas. Es decir, son como las cajas negras de seguridad de un banco, una copia de seguridad con dueños”, señala el catedrático.

Como experto hace hincapié en que, con o sin banco bajo los hielos, el mejor método para conservar la diversidad agraria mundial es “in situ”, en la tierra, porque “es fruto de la adaptación al ambiente y ella no se puede congelar”. Allí las semillas permanecen inalterables, incluso cientos de años. Pero es consciente de que Svalbard y otros bancos son un seguro necesario.

Ya en los años 60 se descubrió que la vida de las simientes, que es de entre cuatro y 15 años, se duplica por cada 5ºC menos y cada 1% menos de humedad. En ello se basa el banco polar y muchos otros. Una alternativa sería conservarlas en nitrógeno (-196ºC) pero es un sistema demasiado costoso. También se sabe que hay semillas “recalcitrantes” que no pueden congelarse, y que requieren una conservación ‘in vitro’.

En España, el frío también es la opción más aceptada. Así lo comenta Isaura Martín, investigadora del Centro de Recursos Fitogenéticos (INIA-CSIC), cuya sede en Alcalá de Henares es el mayor banco de semillas de España, con unas 70.000 muestras congeladas y , de ellas, unas 40.000 variedades españolas. La inmensa mayoría ya no crecen en este país. Sólo de trigo, hay en el banco del INIA más de mil especies diferentes, si bien hoy se cuentan con el dedo de la mano las que se cultivan.

El INIA es uno de los 30 bancos de semillas que hay en todo el territorio, dependientes de instituciones y comunidades autónomas. Es en este centro donde se lleva el inventario nacional, tal como precisó el Programa Nacional de Conservación y Utilización de los Recursos Fitogenéticos, aprobado por el Gobierno en 1993. Además, mantiene importantes colecciones activas y duplicados de seguridad de todas las colecciones de la red.

Mercado en la frontera Haití con República Dominicana. @RosaTristán

Mercado en la frontera Haití con República Dominicana. @RosaTristán

Parte de su colección de cereales y leguminosas fueron recogidas en la primer mitad del siglo XX, pero hace décadas que ya no existen ‘in situ’; otras muchas se las envían y también las recogen en expediciones que aún realizan los investigadores al mundo rural a “la caza” de ese agricultor que guarda unas semillas tradicionales para su autoconsumo, porque ese tomate o las acelgas del abuelo son únicas. “En el banco tenemos semillas de más de mil tomates y mil lechugas diferentes y, como todas, están documentadas e inventariadas por si alguien nos las pide, que cada vez hay más solicitudes”, señala Isaura Martín.

Y es que en los últimos tiempos, tras años de uniformidad, el impulso de la agricultura ecológica ha traído la puesta en valor de aquel producto tradicional que se quiere recuperar, y los eco-agricultores acuden en busca de las semillas al INIA. “Les damos 50 o 100, lo suficiente para que puedan multiplicarlas. Además, aquí también hacemos multiplicación de las semillas, poniendo cuidado en que tengan las mismas condiciones que en el pasado y en que nos se crucen genes de varias”, precisa la investigadora.

Otras muchas peticiones llegan de empresas interesadas en la mejora genética de las especies, así como de científicos de diversas instituciones que trabajan en este mismo área de la ciencia agrícola en busca de genes y propiedades.

Cabe mencionar que una copia de todas estas semillas españolas no han sido enviadas aún a la Bóveda Global de Svalbard, para cuyo mantenimiento España aportó únicamente un millón y medio de euros, pero si que existe la intención de hacerlo cuando los organismos científicos implicados en la tarea cuenten con recursos para ello.

En todo caso, el valor de estas iniciativas está hoy fuera de toda duda: “No debemos olvidar que de las semillas comemos cada día de nuestra vida y que con el cambio climático necesitaremos de ellas para adaptarnos a las nuevas condiciones. Tenemos que contar para el futuro con otras plantas que aguanten y si perdemos esa diversidad genética vamos a estar mal preparados para adaptarnos”, aduce Martín.

José Esquinas, por su parte, recuerda que él llevo su cajita con 360 semillas, recogidas en los años 70, al INIA hace ya algún tiempo. “Ojalá un día, una copia de seguridad de todas ellas acaben en Svalbard y ojalá también que las semillas certificadas por ley no acaben con esos 10 milenios de esfuerzo de la Humanidad”.

Maíz transgénico en lo que eran pastos asturianos. @RosaTristán

Maíz transgénico en lo que eran pastos asturianos. @RosaTristán

APOYO.

La situación geográfica, su geología y el estar a orillas de un mar de cruce de culturas, como es el Mediterráneo, han convertido a España en uno de los 25 puntos calientes de biodiversidad del mundo que se refleja en la producción agraria. Sin embargo, como en el resto del planeta, la uniformidad de la agricultura moderna amenaza la variabilidad de especies y por ello fue preciso crear un instrumento que promoviera su protección, el Programa Nacional de Conservación y Utilización de los Recursos Fitogenéticos, que ya lleva 23 años aprobado, pero que aún tiene algunos puntos por desarrollar.

Uno de los componentes del Programa es la red de 33 bancos de germoplasma y colecciones que existe y financia en parte el Programa Nacional para mantener las colecciones activas españolas en adecuado estado de conservación, documentadas y disponibles para los usuarios potenciales, tanto para investigación como para uso directo por parte de los agricultores.

No fue hasta 2006 que se aprobó la Ley 30/2006, de 26 de julio, de Semillas y Plantas de Vivero y de Recursos Fitogenéticos, según los agricultores, no se ha avanzado mucho en materia de conservación y utilización sostenible de estos recursos ni se ha potenciado sus derechos a producir, intercambiar y vender sus propias semillas o estrategias para poderlas conservar ‘in situ’. Más recientemente, se ha presentado un Proyecto de Real Decreto por el que se aprueba el reglamento del Programa Nacional, en el que se especificarán los derechos y deberes de los operadores de semillas, incluidos los agricultores a pequeña escala. En estos momentos, los responsables están negociando con el sector este reglamento, en el que éstos últimos quieren incorporar algunas

-El respeto del derecho de los agricultores para utilizar, intercambiar y vender sus propias semillas. Los agricultores que hacen venta directa de semillas como complemento de su actividad deben estar exentos de las mismas exigencias que el resto de operadores.

– Las microempresas artesanales que producen y comercializan semillas de variedades locales necesitan reglas adaptadas a su actividad, completamente diferente a la que realizan las grandes empresas de semillas de producciones deslocalizadas y distribución kilométrica.

– Son necesarias reglas adaptadas para el registro de las variedades para la agricultura ecológica y para la agricultura a pequeña escala.

– Los agricultores y consumidores deben tener la posibilidad de elegir los alimentos que consumen y las plantas que cultivan. Demandamos transparencia en los métodos de selección utilizados para generar las variedades y la propiedad intelectual que gestiona su uso. Esta información debe constar obligatoriamente en el etiquetado.

 

‘No vamos a tragar’ o el camino de vuelta al campo


ROSA M. TRISTÁN

Recuerda Gustavo Duch que con la globalización, la alimentación humana dejó de ser un derecho humano para convertirse en un negocio. Recuerda que más de 40 millones de hectáreas (la mitad de África) han cambiado de manos por no más de 100.000 millones de euros, y que los precios de la comida, y por tanto el hambre, no depende de la escasez o abundancia tanto como de la manipulación en los mercados. Que hoy muere más gente por comer mal que por no comer…. y entre unos y otros suman un tercio de la Humanidad.

Gustavo Duch, junto a la periodista Olga Rodríguez. |RMT

Gustavo Duch, junto a la periodista Olga Rodríguez. |RMT

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La ‘reconquista’: de los árabes a los tomates rosas


El pueblo unido en la ‘reconquista de los tomates rosa de montaña’; todos juntos, en la frontera de la cordillera pirenaica, para sacar adelante un proyecto puesto en marcha por un foráneo, pero que ha calado hondo dentro de las gentes de la comarca de Ribagorza. Se trata de ‘Que te quiero verde’, iniciativa de un manchego, el productor y fotógrafo Javier Selva, que ha llegado a las faldas de los Pirineos oscenses dispuesto a ‘reconquistar’ el espacio de un cultivo que ha languidecido, hasta prácticamente desaparecer.

Javier Selva, en el montaje de los invernaderos. |ROSA M. TRISTÁN

Javier Selva, en el montaje de los invernaderos. |ROSA M. TRISTÁN

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La mafia transgénica, al descubierto


Corine Lepage, eurodiputada y ex ministra francesa. |Rosa M. Tristán

Corinne Lepage, eurodiputada y ex ministra francesa. |Rosa M. Tristán

Cuando la eurodiputada y ex ministra francesa Corinne Lepage habla de la ‘mafia transgénica’ , de las manipulaciones científicas de cuatro poderosas multinacionales, con Monsanto a la cabeza, de ocultaciones premeditadas de daños en la salud, de presiones políticas y económicas sabe bien lo que dice. Durante dos años (entre 1995 y 1997) ocupó la cartera de Medio Ambiente en su país, justo cuando los organismos modificados genéticamente (OGM) irrumpían con fuerza en Europa. Por ello, trató de informarse bien antes de tomar decisiones políticas que podrían generar daños a sus ciudadanos.

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El menú ‘atraganta’ a la Tierra


ROSA M. TRISTÁN

A la Tierra se le ha ‘atrangatado el menú que servimos a la mesa. Garbanzos, trigo, piensos, frutas, hasta los ajos vienen de regiones a miles de kilómetros de nuestros platos. ¿Podemos permitirnos el lujo de que un trago de vino viaje desde Chile hasta España en avión, que el de España viaje a Sudáfrica, que el de Sudáfrica se consuma en Londres? En la Hora del Planeta apagamos la luz durante 60 minutos en protesta por el calentamiento global que genera la contaminación por CO2. ¿Nos preguntamos luego de dónde viene nuestra comida’ ¿Cuál es su impacto? En este artículo en la revista MÍA de esta semana, podéis obtener algunas respuestas.

Al final he incluido el texto completo.

 

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