Las finanzas ‘anti-ambientales’ de China por el mundo


Un estudio en ‘Nature’ revela gran parte de los créditos de bancos chinos, por valor de casi 500.000 millones de dólares, se destina a obras de ‘desarrollo’ que dañan la biodiversidad y las tierras indígenas

ROSA M. TRISTÁN

Raro es visitar hoy un país del hemisferio sur, especialmente de América Latina o África, donde China no tenga presencia. Si en el pasado fueron Europa y luego los Estados Unidos quienes pusieron el mundo del sur a su servicio, permitiendo así el desarrollo económico del que aún gozan, ahora el gigante de Asia se ha convertido en uno de los mayores prestamistas de mundo de carreteras, ferrocarriles, centrales eléctricas o grandes presas allá donde le llaman.

Un estudio publicado en la revista científica Nature ha examinado cómo estos proyectos tienen lugar en zonas de alto riesgo para la biodiversidad y las tierras de los pueblos indígenas, sin que los impactos ambientales y los derechos vulnerados sean tenidos en cuenta. En definitiva, el ‘modus operandi’ sigue siendo el mismo desde el siglo XIX para las ‘nuevas’ potencias económicas.

El trabajo, dirigido por Kevin Gallagher, de la Universidad de Boston, se centra en los proyectos de desarrollo financiados por China entre 2008 y 2019 fuera de sus fronteras. En total, han rastreado 859 préstamos internacionales en 93 países otorgados por los dos principales bancos chinos, el CDB y CHEXIM, por valor de 462.000 millones de dólares. En 594 de estos préstamos se han cartografiado las zonas donde tienen lugar (marcados con puntos, líneas o polígonos en el mapa que acompaña esta noticia).


Pues bien, en esa década, el 63% de los proyectos financiados por China están en hábitats críticos, protegidos o de tierras indígenas, con hasta un 24% de las aves, mamíferos, reptiles y anfibios amenazados del mundo potencialmente afectados. Son proyectos que se concentran, principalmente, en África Central, el sudeste asiático y partes de América del Sur, especialmente la cuenca amazónica. Apuntan los científicos que “en general, estos proyectos de desarrollo de China plantean mayores riesgos que los del Banco Mundial, particularmente los del sector energético”, aunque éste tampoco se libra de las críticas. “Estos resultados proporcionan una perspectiva global de los riesgos socioecológicos que existen y pueden servir para orientar estrategias para ecologizar la financiación del desarrollo de China en todo el mundo”, proponen Gallagher y sus colegas. El hecho de que China ya cuente con instrumentos aprobados que, supuestamente, defienden el desarrollo sostenible, no da alas al optimismo de que vayan a hacerlo.


Los territorios indígenas, a tenor de estos resultados, están siendo especialmente afectados. Ocupan el 28% del planeta, el 40% de las áreas protegidas terrestres y el 37% de los bosques intactos, pero a falta de ser reconocidos sus derechos de forma eficaz (en realidad, el convenio 169 de la OIT habla de esos derechos), los proyectos de desarrollo se implantan sin su consentimiento generando no sólo conflictos sociales, económicos y políticos, como señala la investigación, sino persecución y muerte de sus líderes.


En Nature demuestran que los bancos de China están atrayendo a los proyectos de más riesgo, evidentemente porque tienen menos reparos éticos que otros, y les recomiendan tomar medidas que eviten estos impactos, como sería proporcionar asistencia técnica a los países anfitriones que no pueden evaluar y monitorear los riesgos ambientales y sociales de los proyectos. Es más, señalan que aunque pudieran tenerse en cuenta algunas medidas de mitigación o algún beneficio a las comunidades, hay que tener en cuenta consecuencias menos visibles y muy graves en áreas con riesgos excepcionales. Incluso denuncian que aumentan a tal ritmo estos proyectos de desarrollo que los daños a la biodiversidad o los conflictos sólo se documentan después de realizados. De hecho, ni siquiera los bancos tienen personal para ello. El CHEXIM’s, con más activos que el Banco Mundial, sólo cuenta con 3.000 empleados, menos de la quinta parte que el BM.

Pero además de más personal, proponen otras soluciones, como contar con los conservacionistas a la hora de identificar proyectos y, si ya están en marcha, monitorizar y mitigar los impactos, como es el caso de una carretera que pueda expandir la frontera agrícola en zona boscosas. También apuntan que debieran utilizarse herramientas como el mapa global de riesgos que ha elaborado este grupo de científicos, si bien reconocen que es precisa una evaluación in situ para comprobar los riesgos no visibles, y considerar factores como qué se construye, cómo se gestiona o que medios de vida o prácticas culturales hay en la zona.

No deja de ser llamativo que el 38% de los proyectos financiados por China estén a menos de un kilómetro de hábitats críticos, protegidos o indígenas (70.000 km2 ) y si ampliamos el círculo a 25 kms, son 1.710. 000 km2. De todo ello, las tierras indígenas son el área más grande en riesgo (el 20%) mientras que las protegidas son el 6%. Al margen del impacto humano, habría 1.114 especies de las 7.000 amenazadas en el planeta que están en estas zonas de potenciales impactos.


Por continentes, señalan que las zonas más amenazadas (un 4,6% de la superficie terrestre) se concentran en el sudeste asiático, la cuenca del Amazonas y la zona al sur del Sáhara. Incluso en países donde, en general, el riesgo para los pueblos indígenas sería bajo, como Mali, Nigeria, Chad , Irán, Egipto o Namibia, los prestamos chinos están justamente en zonas de alto riesgo. Y lo mismo ocurre con áreas de gran biodiversidad en Benin o Bolivia.

La comparativa con el Banco Mundial en esta década, indican que en lo que se refiere a los indígenas, ambos mecanismos financieros les ponen igualmente en riesgo, salvo si son proyectos energéticos, donde China parece que es más dañina.

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Indígenas: cuidadores de la Amazonía desde hace 5.000 años


Una investigación revela que en el pasado los amazónicos sólo modificaron de forma intensa las zonas fértiles cercanas a los ríos para asentarse

PNAS

Rosa M. Tristán

Son muchos los estudios científicos que nos dicen que los pueblos indígenas son excelentes guardianes de la biodiversidad cuando mantienen su forma de vida tradicional, especialmente en lugares como la Amazonía, donde hay aún grandes espacios sin ‘reconvertir’ en pastos para vacas. Ahora, se ha dado a conocer que esta capacidad de preservar el entorno –eso si, siempre que estos pueblos no sean ‘colonizados’ y atraídos por otros modos de vida – perdura desde hace milenios, al menos 5.000 años en el caso de esa zona del mundo que sigue siendo un lugar privilegiado pese a las amenazas que se ciernen sobre la inmensa selva sudamericana.

Un trabajo liderado por científicos del Instituto Smithsonian de EEUU ha encontrado evidencias de cómo los pueblos amazónicos prehistóricos no alteraron de forma significativa grandes partes de los ecosistemas forestales en la Amazonía occidental, preservándolos de forma efectiva sin cambios en su composición, unas conclusiones que desmiente estudios previos que apuntaban a que en el pasado estos pueblos fueron moldeando la rica biodiversidad actual o que fue reforestada tras un periodo de cambio climático.  

Los autores señalan que sus nuevos datos pueden ser claves para la conservación de los ecosistemas amazónicos, siempre, claro está, que poderes económicos y políticos lo permitan, algo que en Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Colombia o Venezuela no está nada claro. Es más, no hay más que mirar a la web brasileña de Amazonía Sofocada para comprobar que mientras está leyendo esta noticia hay cientos de incendios en gran parte de esa cuenca y se sabe que prácticamente todos son premeditados.

Volviendo a la zona más inalterada, la distribución de las especies de flora había hecho pensar a algunos científicos que la selva había sido “modelada” de forma intensa por los indígenas precolombinos en función de sus intereses; otros mencionaban como origen de su estado actual el impacto de la llamada Pequeña Edad de Hielo o incluso el hecho de que muchos de los amazónicos murieran tras la llegada de los colonizadores europeos. Veían ahí la explicación a unas supuestas transformaciones. Pero se equivocaban en la premisa, según los resultados publicados estos días en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), donde se sugiere que durante al menos los últimos 5.000 años todas las áreas alejadas de las tierras junto a los ríos se quedaron intactas, sin ser prácticamente deforestadas con fuego, el mismo método que ahora las destruye, y sin ser cultivadas intensivamente.

Como explica en un comunicado del Smithsonian la autora principal, Dolores Piperno, “los asentamientos humanos complejos y permanentes en la Amazonia no tuvieron influencia sobre el paisaje en algunas regiones”. “Nuestro estudio añade evidencias de que la mayor parte del impacto ambiental de la población indígena en el medio forestal se concentró en los suelos ricos en nutrientes cercanos a ríos y que su uso de la selva tropical circundante era sostenible, sin causar pérdidas de especies detectables o perturbaciones durante milenios”.

Para explorar la escala de la posible, o no, modificación indígena de la Amazonía, Piperno y sus colegas recogieron 10 núcleos de suelo (perforaciones de aproximadamente un metro de profundidad) en tres lugares remotos de las cuencas hidrográficas del Putumayo-Algodón, al noroeste de Perú. Querían analizar los fitolitos (microfósiles de plantas mineralizadas) y el carbón vegetal u hollín que se ha acumulado a lo largo del tiempo bajo los bosques más antiguos (los alejados de riberas y que no eran inundables). Esos ‘núcleos de tierra’ les permitieron profundizar en un pasado que se remonta unos 5.000 años, según dataron con carbono 14.

Comprobaron, tras comparar los registros de las muestras halladas con un inventario de árboles, que no había nada que indicara que hubo talas ni un uso agrícola anual que hubiera dejado raíces o semillas. Ni siquiera detectaron un aumento importante de especies de palmeras que eran aprovechables y que hoy son muy dominantes en la flora moderna, es decir, que hace cinco milenios nadie las cultivó. Y lo mismo pasa con otros árboles: a lo largo del tiempo encontraban la misma estructura forestal, estable y diversa.

“Nuestros datos respaldan algunas investigaciones anteriores que indican que áreas considerables de algunos bosques de tierra firme amazónicos no fueron impactadas significativamente por las actividades humanas durante la era prehistórica. Más bien parece que durante los últimos 5.000 años, las poblaciones indígenas de esta región coexistieron y ayudaron a mantener grandes extensiones de bosque relativamente sin modificar, como continúan haciéndolo hoy”, apuntan los autores.

Los tres lugares estudiados están ubicados a un kilómetro de los cursos de los ríos y las llanuras aluviales. Son bosques interfluviales que en realidad suponen más del 90% de la superficie del Amazonas y, por lo tanto, cruciales para comprenden la influencia de los asentamientos humanos que los arqueólogos encuentran cerca de los ríos, como, por otro lado, es natural en todas las civilizaciones. En un lugar donde llueve en grandes cantidades, el fuego ha sido casi siempre de origen humano y, de haberse usado para limpiar grandes áreas, para usos como la agricultura y los asentamientos, habría dejado su huella.

Los investigadores también realizaron estudios de los bosques modernos que se encuentran en el entorno de cada muestra extraída, un inventario extraordinario de 550 especies de árboles y 1.300 de otras especies de flora, que dan idea de la biodiversidad amazónica. «Pero no encontramos evidencias de plantas de cultivo o agricultura; no hay evidencia de tala de bosques ni de incendios; no hay prueba alguna del establecimiento de jardines forestales. Es similar a lo que se encuentra en otras regiones amazónicas «, señala Piperno.

A tenor de estos datos, podemos decir que todavía hoy existen regiones en la selva muy parecidas a las que había hace esos 5.000 años, incluso que permanecen totalmente inalteradas. «Esto significa que los ecólogos, científicos del suelo y climatólogos que buscan comprender la dinámica ecológica y la capacidad de almacenamiento de carbono de esta región pueden estar seguros de que están estudiando bosques que no han sido muy modificados por los humanos sustancialmente», afirma la investigadora.

Pero también alerta de que, por otro lado “no debemos asumir que los bosques alguna vez fueron resilientes frente a perturbaciones importantes», es decir, que más vale conservarlos con las políticas adecuadas porque su respuesta ante la destrucción y su capacidad de recuperación es desconocida.

La explicación que encuentran para que los precolombinos no usaran ese suelo alejado de ríos es que tiene pocos nutrientes, por lo que es poco agradecido para los cultivos, algo que ahora se solventa con la utilización de fertilizantes en el caso agrícola y robando nuevos espacios al bosque en el caso ganadero. Por desgracia, a ello se suman otras graves amenazas en la región del Putumayo, como es la minería ilegal, que está en aumento en Perú.

Para Piperno es importante hacer más trabajos en otras regiones alejadas de ríos y llanuras aluviales de la Amazonía aún no estudiadas para obtener una visión más amplia de lo sucedido en tiempos remotos. “En todo caso, no se trata de que los indígenas no utilizaran de ninguna forma el bosque, sino de que lo usaron de forma sostenible y no modificaron mucho su composición de especies», comenta. «Es un lugar donde los humanos parecen haber sido una fuerza positiva en este paisaje y su biodiversidad durante miles de años».

Desde luego, algo que no podemos decir de muchos otros sitios…

Indígenas amazónicos: «En Europa hemos sembrado semillas, tenéis que regarlas»


«Reforestar el corazón de las personas». Las palabras de la indígena Sonia Guajajara quiero pensar que aún resuenan en el Congreso de los Diputados. Ayer, junto a otros 11 indígenas, venidos de diferentes zonas de Brasil, las dejó colgadas de las bancadas junto a otro mensaje muy claro para la sociedad, pero también los políticos españoles y europeos: no podemos poner el grito en el cielo porque se quema la Amazonía y luego firmar acuerdos como el de la UE con Mercosur que promueve su destrucción, tan ligada a la ganadería y productos como la soja que la alimenta.

Con este mensaje, la delegación de ‘Ni una gota más’, en referencia a la sangre indígena derramada -tres asesinatos a la semana van este año-, ha recorrido 12 países europeos y 20 ciudades (entre ellas, Madrid, Barcelona y Valencia), pasando un frío que no forma parte de su cultura y su vida y que decian tardarán en olvidar. Sobre todo el de algunos corazones. «Nosotros representamos a todos los biomas de Brasil, de la mata atlántica al Amazonas, de la pampa a la catinga. En 12 países hemos plantado semillas para descarbonizar las mentes y ahora tienen que regarlas», nos dijo Sonia Guajarara, del pueblo de los guajarara de Maranhao. Ella sabe bien lo que es perder gotas de sangre: su pariente Paulo Paulino Guajajara, uno de los Guardianes de la Biodiversidad, fue tiroteado mientras ella y sus compañeros recorrían el otro lado del mundo clamando por apoyos contra la violencia. A su regreso, Paulo Paulino ya no estará.

Con Sonia Guajajara, en el Congreso. Foto de Alfonso Domingo.

De él se acordaba en una de las salas del Congreso, a la que sólo se acercaron dos diputados (uno de En Comú Podem y otra de Esquerrra Republicana de Catalunya). Escaso recibimiento de los que toman decisiones que les afectan, porque será en ese lugar donde se ratifique, o no, el acuerdo firmado entre la UE y Mercosur el pasado verano para fomentar la importaciones desde el otro lado del océano, y con ellas, promover la destrucción de más árboles, más selva, más vidas.

La realidad es que la tala en la Amazonia brasileña corre devastadoramente y ha tomado impulso con Jair Bolsonaro en el poder, el mismo personaje que viene a decirnos que es suya, como presidente de Brasil, como si la Tierra le hubiera otorgado ese poder hace decenas de miles de años. Entre agosto del 2018 y julio del 2019, se destruyeron 9.762 kilómetros cuadrados en esa selva que habitan tantos pueblos con más 519 años de muertes acumuladas: «Ya no necesitamos más mártires -clamaba Sonia – y por ello hemos venido a hablar contra el capitalismo y también porque necesitamos solidaridad internacional». Y recordaba que este año ya se quemó un 82% más de territorio amazónico que el año anterior, mientrras en Bruselas se firmaban acuerdos con un presidente que, denuncian, ha dejado bajo minimos los fondos destinados al control y seguimiento de lo que los madereros hacen en la selva.

Entre las organizaciones presentes en el acto, Greenpeace España y Ecologistas en Acción, y mucha gente de los que ven con preocupación los riesgos de no hacer caso a ese 5% de la humanidad que tanto hace por proteger lo que el resto, mayoritariamente, destruye. Ese 82% de la biodiversidad en la que habitan y que cuidan y protegen con sus vidas. «En Brasil se está cometiendo un genocidio, un etcnocidio y un ecocidio y no podemos permitir que los culpables sigan inmunes. ¿Cómo es que la gente no entiende que el agua que  beben y el aire que respiran viene de nuestros bosques? Nosotros si que sabemos mantener el clima», decía en relación a la próxima Cumbre del Clima (COP 25).

Con el diputado de En Comú Podem, ayer en el Congreso de los Diputados.

Por ello han venido a Europa. Para decir, a quien quiera escucharles, que ese tratado comercial con Mercosur «es una bala como la que mató a Paulino» y que la UE debería tener leyes que garanticen que no se comercia con productos que provienen de zonas conflictivas, ni de selvas, ni de minas, ni de ríos de donde sacan beneficios de la destrucción. «Y deben crear sanciones a las empresas que no lo cumplan, pero para ello necesitamos vuestro apoyo», pedía Sonia Guajajara, que es también coordinadora de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB) de la que forma parte todo el grupo.

Los diputados presentes recordaron la importancia de trabajar en el Congreso para poner límites a las empresas españolas, que las hay, que participan de ese expolio de recursos naturales, que hay que penalizarlas y excluirlas de los contratos públicos, por más presiones que hagan. Y desde Ecologistas en Acción anunciaron que el 6 de diciembre habrá una movilización con motivo de la COP 25 en España.

El día después, el 7 de diciembre, está previsto que todas las mujeres indígenas del mundo realicen acciones de movilización en defensa del clima y en defensa de la tierra.

«En esta gira que ahora termina, hemos puesto las semillas. Les dejamos la responsabilidad de regarlas».

Vaya este artículo como una ‘gota de agua’ que ayude a fructificarlas, frente a las ‘gotas de sangre’ indígena.

 

 

 

¿Adiós a la Amazonía en sólo 245 años?


@Victor Moriyama (Greenpeace Brasil): PORTO VELHO, RONDONIA,

ROSA M. TRISTÁN

Hace más de 15 años, cuando aún se financiaban en TVE grandes documentales, hubo una serie que me dejó huella: «Amazonía, la última llamada«, de Luis Miguel Domínguez. Ahora, tras casi un mes de incendios en la selva que oxigena este planeta, y cientos de miles de hectáreas quemadas, está claro que la llamada quedó sin respuesta. La situación es hoy mucho más dramática, hasta el punto de que podría desaparecer en sólo 245 años de seguir los actuales niveles de degradación, dejando a la Tierra sin el 20% de oxígeno que nos proporciona esta selva. De hecho, ya ha dejado de ser el sumidero de CO2 que era en el pasado, debido a la muerte prematura de millones de árboles y la quema actual no hace sino empeorar la situación. O los derrames de petróleo. ..

La dramática fecha del año 2.264 que se avecina en la Amazonía sudamericana no dirá nada a los políticos de hoy, empeñados en estrellar la nave Tierra que pilotan, ni a los millones de ciudadanos que les votan, incapaces de pensar en la herencia carbonizada que dejarán, pero está en el horizonte según las previsiones de una investigación liderada por el geógrafo Mark Mulligan, del King’s College de Londres, basándose en el histórico ratio de degradación de las áreas protegidas de esta zona del planeta. Según sus resultados, si la deforestación no se detiene, el bosque amazónico desaparecerá en unos dos siglos y, además, justo antes de su fin, ya dejará de proporcionar servicios ambientales que ayuden a mantener la vida en el planeta, como el almacenamiento de carbono almacenamiento para la regulación climática (algo que ya disminuye), el suministro de agua o el control de erosión, entre otros relacionados con la biodiversidad, de la que no se habla lo suficiente, pero está también en crisis. «Tener más áreas protegidas de forma eficaz es vital. Con  áreas de protección ineficaces, el bosque amazónico, con 55 millones de años, tiene este futuro muy corto», ha señalado Mulligan a través de Twitter al hilo de los incendios, activos en este momento.

Y es que son más de 72.800 focos los detectados entre enero y agosto  de 2019 en la Amazonia, según los datos recogidos vía satélites por el Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE) de Brasil, el mismo del que ha sido despedido su director, Ricardo Galvao, por tener el atrevimiento de denunciar el brutal deterioro de la selva desde que Jair Bolsonaro llegó al Gobierno, hace apenas unos meses. Ciertamente, la deforestación para uso agrícola siempre ha existido en este país y aledaños (Bolivia, Colombia, Ecuador..) pero datos de satélites indican que el pasado mes de julio se duplicaron las tasas de fuegos registradas, hasta suponer unos 60 km cuadrados de destrucción al día. Un kilómetro mientras lee este artículo..

En la revista científica ‘Nature Sustainability‘ se publicaba a finales de julio una investigación de la Universidad de Oklahoma que ya alertaba de pérdidas insostenibles antes de la ‘era Bolsonaro. El estudio, con datos satelitales entre los años 2000 a 2017 del área amazónica brasileña, señalaba que si bien había un 15% más de masa forestal que lo que decían fuentes oficiales del PRODES (Brasil), se reflejaban uno tasas de deforestación duplicaban lo que este mismo PRODES decía años antes, sobre todo desde 2013. El Niño y la sequía de un año en 2015/2016 incrementaron, según este estudio, las  pérdidas forestales,  que eran de un 11%  ‘áreas protegidas’. ¿Medidas del nuevo Gobierno? Desmantelar el sistema de protección y control sobre la deforestación, mientras anima a los grandes  intereses agroindustriales y mineros a expandirse hacia la selva amazónica. El indigenista Sydney Possuelo denunciaba en una entrevista en este blog lo que se avecinaba para los pueblos indígenas.

Bien es verdad que no sólo la Amazonía arde. Pero lo triste es que en este planeta donde sabemos quien marcó un gol al segundo a la otra punta del globo, nos enteramos del desastre dos semanas tarde. Y lo triste es que sólo por ello descubrimos que también África arde, que los bosques de Angola, República Democrática del Congo,  Zambia o  Mozambique desaparecen. Son lugares que habitan una extraordinaria fauna salvaje y, si bien es cierto que los incendios de sabana son habituales para regenerar pastos en este continente, la NASA detecta que también se está quemando la cada vez más escasa y rala selva africana por el mismo afán agrícola que mueve los hilos al otro lado del Océano Atlántico.

Por desgracia, nada indica que la tendencia vaya a cambiar porque desde que el ser humano se hizo campesino dejó de ver la naturaleza como un bien para verla como un recurso a explotar dentro de unas fronteras determinadas que nada tienen que ver con la vida planetaria ni con nuestra propia evolución biológico, como nos recuerda en ‘Sapiens‘ el historiador israelí Yuval Noah Harari.

Ahora bien, no basta quejarse. A comienzos de agosto el Panel Intergubernamental de expertos en Cambio Climático (IPCC) alertaba de cómo el consumo de carne está generando esta deforestación global catastrófica. La soja que consumen en pienso las vacas españolas (y muchas otras) sale en gran medida de este mismo Brasil que se carboniza: en 2018, este país batió su récord con más de 82 millones de toneladas exportadas de este cultivo , un 22% más que el año anterior. El 80% fue para una China cada vez más carnívora. Pero no hace falta irse tan lejos: España recibe el 40% de su soja de Brasil, según el reciente informe de Greenpeace «Enganchados a la carne«. De hecho, somos el segundo país de la UE que más carne consume, alimentada con piensos que destruyen los bosques.

No deja de ser llamativo que el Gobierno en funciones español haya sido uno de los principales impulsores de un acuerdo comercial de la UE con Mercosur que favorece, precisamente, importaciones agrícolas y ganaderas de países como Brasil y Argentina hacia Europa. También es llamativo su silencio frente al G-7. Los dirigentes de Francia, Irlanda o Luxemburgo ya han dicho que no ratificarán ese acuerdo si Bolsonaro no hace más por proteger la Amazonía.

Otros prefieren el estómago lleno por delante de los pulmones.

Lo irónico es que sin aire que respirar apenas sobrevivimos cinco minutos.

 

 

 

Gran derrame de petróleo en la Amazonía peruana


ROSA M. TRISTÁN

Ocurrió hace unos días y sigue avanzando sin control…. Un gran derrame de petróleo ha tenido lugar en la Amazonía peruana, en concreto en el departamento de Loreto, una de las regiones de más espectacular biodiversidad de este planeta. El origen está en el oleoducto Norperuano que el pasado 18 de junio ha vuelto a sufrir un derrame en su kilómetro 237, en tierras de una comunidad indígena llamada Nuevo Progreso. El derrame ya está llegando al rio Marañón, afluente del Amazonas, a cuyas orillas viven numerosas comunidades en un entorno natural único.

Llama la atención que lo primero que hicieron desde PetroPerú, fue señalar que se trataba de un sabotaje, en un intento de criminalizar a las comunidades de auto-contaminar su propio territorio, pero esta acusación ha sido tajantemente desmentida por sus líderes. Si que es verdad que en un principio no dejaron pasar a los técnicos de PetroPerú a su territorio, pero es que en PetroPerú nadie les informó de lo que había sucedido sino que llegaron sin más. Deberían saber que para entrar en terreno de una comunidad indígena hay que pedir permiso a su líder. Es una forma ancestral de defenderse frente a las agresiones externas.

Lo que si que es cierto es el estado lamentable de este oleoducto de más de 850 kilómetros de recorrido y más de 42 años de existencia, una bomba de relojería que explota demasiado a menudo en este frágil entorno amazónico. En mayo, un reportaje en El País se hacía eco de un informe del Parlamento de Perú que reconocía la existencia de  36 derrames entre los años 2008 y 2016, que afectaron unas 141 hectáreas de terrenos comunales. Según el ex ministro de Medio Ambiente Manuel Pulgar Vidal, eran derrames causados por la falta de mantenimiento y corrosión de una infraestructura por la que circulan 100.000 barriles de petróleo por hora.

Finalmente, las comunidades nativas de Nuevo Progreso y Jerusalén han permitido el ingreso de representantes de la Fiscalía Especializada en Materia Ambiental de Loreto, que sobrevolaron la zona con un dron y comprobaron que el crudo que brota del km 237 del ramal norte del oleducto llegó ya hasta el río Saramiriza, afluente del río Marañón, donde también ya se han visto grandes manchas negras y es patente el olor a petróleo, según los habitantes.

Pocos datos hay ahora de territorio o personas afectadas, y quizás nunca lo sabremos, pero los daños serán incalculables porque, si bien se ha avisado a las poblaciones de que no cojan agua ni de pozos ni del río, ¿de dónde van a sacar entonces el agua para beber o lavarse?  ¿Y los peces para comer? Además, ¿llegará esa información a todos y cada uno de los seres humanos que viven en ese territorio?. El Gobierno de Perú ha aprobado un decreto en el que se reconoce la presencia del combustible en los ríos de la zona y también que “constituye un elevado riesgo epidemiológico para la salud y la vida de la población indígena que se abastece de agua para el consumo humano, así como de los peces, alimento principal de estas familias”. De poco sirve para la que se avecina en contaminación de tierras y agua.

El Ministerio Público está ya en la zona de emergencia con biólogos para verificar cómo es el derrame, tomar muestras y evaluar el impacto contra el ecosistema. Pero  los habitantes de la zona aseguran, según medios locales, que siguen sin tomarse medidas de remediación efectivas para evitar que el crudo siga su impacable avance, cuando han pasado más de 15 días desde los hechos. Al parecer, sólo se han puesto unas grapas en el oleoducto sobre el lugar de la fuga que parecen que no han logrado frenar el derrame. Y aseguran que desde PetroPerú siguen bombeando petróleo, que son muchos millones de barriles…

Las 54 federaciones indígenas de Loreto han anunciado ya que este viernes 5 de julio se realizará un paro en contra de la actividad petrolera en la región. Las medidas de protesta incluirán la toma de estaciones, embarcaderos y zonas de reserva petrolera. Los expertos, además, tienen el temor de fundado de que desde el Marañón, uno de los principales tributarios del Amazonas, la presencia del hiddrocarburo afecte al  complejo de humedales del Abanico del Pastaza y la Reserva Nacional Pacaya Samiria, dos grandes zonas de humedales que se abastecen con agua de este gran río.

Quienes hemos visto ‘in situ’ el resultado de un derrame de petróleo décadas después de que tuvo lugar… sabemos que la recuperación de la vida no es fácil. Y sin embargo, la selva amazónica está cruzadas de bombas como ésta por demasiados lugares y en unos cuantos países. Que exploten en un desastre es cuestión de tiempo.

@Imágenes tomadas por técnicos de la Fiscalía de Medio Ambiente de Loreto (Perú)

 

 

Día Mundial del Medio Ambiente: Historias del despojo que no vemos


ROSA M. TRISTÁN

Da igual mirar hacia dentro o hacia fuera. Al lado de casa que a la cuenca del río Congo. Da igual, aunque no es lo mismo. Se detecta la misma indiferencia con un deje de hastío cuando la queja es por la invasión del plástico en el supermercado de la esquina que en la denuncia por el destrozo del lago Kivu (en República Democrática del Congo) ante una plataforma de gas metano o la apabullante expansión de cultivos de caña de azúcar en una de las zonas con más problemas con el agua del planeta, Centroamérica. La sensación de caer en ‘saco roto’ es muy parecida en cuanto se sale del círculo de los concienciados, pero no es la misma. Aquí estamos en el bando de los que han generado la crisis ambiental, el despojo. Allá, de Filipinas a Guatemala, pasando por Congo o Mozambique, están los despojados.

Hace unos pocos días veía en el cine ‘Antropoceno’, la película de la canadiense Jennifer Baichwal que, aún conociéndolo, me puso los pelos de punta con sus impactantes imágenes. Baichwal, presente en el pase de la película, contaba cómo fue seleccionando aquello que considera que será nuestra huella geológica para el futuro, un estrato lleno de porquería y de agujeros, como si fuéramos topillos gigantescos a la búsqueda del centro de la Tierra.

Poco después conocí a la congoleña Florence Sitwaminya, en un evento de Amigos de la Tierra. Florence, de la organización CREDDHO,contaba como la empresa anglo-francesa Perenco está empeñada en explotar el gas metano que se esconde bajo el lago africano, destrozando así la forma de vida de miles de pescadores y campesinos que viven en su entorno, en uno de los países más pobres y conflictivos del continente. Los expertos aseguran que el gas es peligroso, pero Florence comentaba que también se pone en riesgo así la forma de vida de los miles de pescadores y campesinos que viven en su entorno. «¿Nos contaminarán el agua?, eso nos tememos», comentaba Sitwaminya.»¿Nos contaminarán el agua?, eso nos tememos», comentaba Sitwaminya.

Un activista filipino, representante de Amigos de la Tierra, una activista de Mozambique y, a la derecha, la activista de RDCongo . @ROSA TRISTAN

El pasado de RDC, que con tanto detalle describe David Van Rey Brouck en «Congo, una historia épica» (recientemente traducido por Taurus) es, pues, presente. Florence añadía otro expolio más a la lista interminable de África: la petrolera TOTAL (francesa también) ha retomado la idea de perforar junto al Parque Nacional de Virunga, proyecto que se logró parar en 2014 cuando lo promovía la empresa Soco, pero que ha resucitado, saltándose no ya por el acuerdo por el clima (en teoría, la Francia de Macron está comprometida con el Acuerdo de Paris), sino los derechos humanos de los afectados. «Sin un tratado vinculante internacional sobre empresas y derechos humanos, casos como éstos los seguiremos sufriendo en muchos países», me decía la profesora y activista africana.

Desde Mozambique, la defensora ambiental Ilham Rawoot nos puso al día de la que se está liando en Cabo Delgado, al norte del país, tras el descubrimiento de bolsas de gas y petróleo en la costa, algo que ya conocía por el personal de Alianza por la Solidaridad en la zona. Aquí la empresa beneficiaria era Anadarko, recién comprada por Chevron (Si, la misma que contaminó la Amazonía ecuatoriana con un derrame que no se ha acabado nunca de limpiar ) y también su competidora Exxon Mobile tiene inversiones. También están implicadas empresas de Francia, China, Japón, India… y el Gobierno del país ya ve incrementar sus arcas en decenas de miles de millones de dólares.

Imagen de Anadarko, en la costa de Cabo Delgado (Mozambique).

Pero la realidad es que desde que llegaron las multinacionales, la violencia en la zona se ha incrementado, lo que se atribuye a grupos islamistas que vienen del norte (Tanzania,) y cada vez hay más cuerpos de seguridad, más militares, más poblaciones desplazadas y más muertos. ¿Y qué hacen las empresas implicadas al respecto? Rawoot fue asi de explícita: «Vengo de una reunión en Francia donde en una de las empresas me dijeron directamente que su prioridad era la economía francesa, por encima de los derechos humanos. Siempre culpan a las filiales y esconde su responsabilidad», afirmaba.

En Filipinas, también el Antropoceno deja huella.

Mina de oro y cobre en Tampakan. Zona indígena B’laan.

René Pamplona, con un apellido muy español que habla del pasado compartido, nos hizo imaginar una mina a cielo abierto (de oro y cobre) de 21.000 hectáreas. La región las minas a cielo abierto que quieren abrirse en la zona indígena de Tampakan, donde viven lo B’laan. Junto con una gran mina de carbón y una central eléctrica en una zona protegida la llaman «la Santa Trinidad de Tampakan», no sin ironía. Aunque al principio el Tribunal Supremo, tras ocho años de litigio, falló a favor de los indígenas  (el 74% del proyecto está en su tierra ancestral), ahora lo ha hecho a favor de la empresa australiana Indophil, que saca 375.000 toneladas de cobre y 360.000 onzas de oro cada año. «Hay miles de hectáreas agrícolas afectadas, unos 1.800 cultivadores de arroz y santuarios de aves dañados. La empresa ofrece dinero, pero los B’laan quieren su tierra, no quieren dinero. Dede 2017, 17 asesinatos ya están en la cuenta de este proyecto filipino que ya deja una huella humana y ambiental difícil de solucionar.

Y si así estamos en África o Asia, qué decir de América,  donde sólo un pequeño país llamado Guatemala acumula 39 muertes en dos años, que se suman a los de Colombia, Brasil, Nicaragua… Por más que Trump imponga aranceles al vecino del sur para que frene a los migrantes, poco puede hacer México (y tampoco quiere) para evitar que los despojados vayan detrás de los recursos naturales que llenan los bolsillos de los del norte, o de los que están al otro lado del océano. Me lo contaba hace poco Ana Cecilia Tercero, de la asociación nicaragüense APADEIM, que trabaja con Alianza por la Solidaridad: «Tenemos un desastre ambiental y social tremendo en Nicaragua. La caña de azúcar se extiende y con ella la miseria. En Chinandega dos grandes ingenios azucareros que están generando mucha enfermedad. Los acuíferos están contaminados y sufrimos enfermedades sin que a cambio veamos ninguna acción social en las comunidades. Por 200 dólares al mes, se trabajan 12 horas o más al día”, asegura. «¿Cómo no va a irse la gente?», se pregunta.

Cultivos de caña de azúcar en Nicaragua. @La Voz del Sandinismo

Si miramos dentro, nos vemos en un lugar lleno de cubos de basura que sacamos y no volvemos a ver (a lo mejor acaban en Malasia…), nos vemos llenando de plásticos las compras (y acaban en los mares), nos vemos orgullosos de que haya más turismo del que encementa lo poco que tenemos de costa (sin pensar en cómo afectará a los seres que antes allí estaban), nos vemos en nuestros coches para trayectos absolutamente innecesarios (porque el CO2 no se ve, habría que pintarlo de negro)…. Y aún así, en mitad de toda esta porquería que nos inunda, si sabemos mirarla, no es igual porque aquí nadie tiene que huir de su casa y su país ante un desastre ambiental para no volver jamás, aquí seguimos adelante, con  nuestras compras y nuestras vidas.

Hay alternativas, pero tengo dudas de si las queremos. Mensajes como el del otro día en TVE de un programa científico, que acababa señalando que «la ciencia nos sacará de esto», son muy poco acertados. ¿Realmente se creen que nos sacará? ¿A todos o sólo a unos pocos privilegiados?, me pregunto. ¿Cómo vamos a querer cambiar con mensajes que, además, son falsos? En cuanto salgo de mi ‘ámbito de confort’, aquel del que forman parte los muchos científicos que me dicen que vamos pro el camino equivocado y no hablan de milagros, y aquel que me sale al encuentro en viajes más allá del mundo de los centros comerciales en el que habitan pueblos indígenas y campesinos, me topo con un inmenso mundo de gentes que no quieren mirar, ni saber, porque molesta. Que miran raro si alguien comenta que es más preocupante ‘robar’ y meter ríos guatemaltecos en tuberías que marcar goles (ya sabréis por quien lo digo), que no se paran a pensar cómo es posible viajar en avión a Amsterdam por 12 euros porque no nos están cobrando el daño que causan esos 250 kilos de CO2…

Feliz Día Mundial del Medio Ambiente… del despojo. Y será inevitable hasta que pidamos y gritemos normas y leyes que lo impidan.

La ciencia quizá un días salve a unos pocos, pero no estamos solos. Ni los humanos solos. Ni los humanos blancos del norte solos. Dejemos de mirarnos el ombligo y pongámonos en marcha, ya sea en con organizaciones, con acciones individuales o solos y solas, transmitiendo a quien aún no lo ve que si es posible evitarlo, pero juntos.

 

La ‘guerra invisible’ contra 370 millones de personas: los indígenas


Entrevista con el indigenista brasileño Sydney Possuelo, que denuncia el desmantelamiento de la protección de los indígenas que sobrevivieron 500 años aislados en unos meses

ROSA M. TRISTÁN

La ‘guerra invisible’ no es noticia aunque causa miles de muertes directas, e indirectas. La ‘guerra invisible’ nunca es portada aunque en uno de sus bandos hay más de 370 millones de personas. Y ‘la guerra invisible’ la perdemos todos, más de 8.000 millones, porque somos nuestro peor enemigo. Esa ‘guerra invisible’ nos llega, si acaso, como un goteo de muertes que cae por el grifo abierto de la indiferencia globalizada. También, muy de cuando en cuando, como un susurro inaudible cuyas voces se pierden en el ‘ruido’ de sociedades inmersas en su abrumador ego. Rara vez, como el grito de desesperación de quien ya no puede más. La ‘guerra invisible’ es por la Tierra, y sus guardianes desaparecen a ojos vista en batallas que no se ven porque habitan un mundo paralelo: el de la conservación ambiental porque si. Cada asesinato de líderes y lideresas indígenas en Colombia, cada apresamiento en Guatemala, cada agresión, cada expolio, cada gran empresa con grandes proyectos que llega a sus tierras, son heridas de una batalla contra el futuro de los que ya, desde su juventud, nos gritan ‘basta’.

Hace ya muchos años que conocí a Sydney Possuelo. Es un indigenista brasileño de referencia en el mundo. Gracias a él han sobrevivido hasta nuestros días un grupo de esos indígenas que apenas suman unos miles: los pocos indígenas aislados que existen (porque así lo quieren) al margen del mundo que hemos creado. Con casi 80 años, Possuelo sigue transmitiendo la misma energía que hace décadas le llevó a la selva amazónica. Ahora lo hace desde los bosques tropicales del río Yavarí, donde ejerce aún de altavoz de esos grupos y comunidades indígenas, aislados o no, cuyas voces no se escuchan más allá de la tierra que pisan y que, día a día, desaparece bajo sus pies por ‘un agujero negro’, que no es otro que la avaricia del mundo.

Hoy, Sydney Possuelo es director del Instituto Brasileño Indigenista, pero si miran su historial figura que fue quien creó hace más de 30 años, el departamento de Indios Isolados (aislados) en la Fundación Nacional del Indio (FUNAI). Hasta la selva, en la que pasó décadas, se fue siguiendo los pasos de los hermanos Vilas Boas, los sertanistas que crearon la reserva del Parque Nacional Xingú en 1960, a quienes acompañó en infinidad de expediciones. No sin esfuerzo, Possuelo consiguió que el Gobierno brasileño comenzara a demarcar territorios para que nadie pudiera entrar en una Amazonía que les pertenece y que, por más que algunos se empeñen, no quieren abandonar. Hoy, cuando alguno es detectado, con sus flechas y sus pinturas de guerra o de paz, siguen siendo noticia mundial, como si fueran una anacronía de un espacio/tiempo que, sin embargo, también les pertenece. Ahora, este indigenista incansable presencia, entre la perplejidad y la indignación, como a su alrededor se desmorona todo lo que se preservó durante décadas con un gobierno, el de Jair Bolsonaro. Donde él ve futuro, cultura y vida, el presidente y su equipo sólo vislumbran ‘salvajes’ a evangelizar y tierras por cultivar.

Tras estar desconectados varios años, recientemente nos reencontramos para mantener una entrevista, vía Skype, que ha puesto en conexión mi mundo y el suyo.

Sydney, veo que es imposible jubilarse de la defensa del mundo indígena.

Si, lo es. Yo en teoría estoy jubilado de la FUNAI pero sigo trabajando en el Instituto Brasileño Indigenista (IBI) que creé tras dejar la Fundación. Ahora tengo proyectos en el Valle de Yavarí, entre Perú y Colombia, centrados en la defensa de la tierra y empoderamiento de los pueblos, porque hay quye reforzarles para que puedan decidir sobre su vida frente a las amenazas externas.

Apenas cinco meses después de la llegada al poder del presidente Jair Bolsonaro, ¿en qué se nota ya el deterioro de la situación para ellos en Brasil?

Para empezar han destrozado la Fundación Nacional del Indio. La han puesto al servicio del agronegocio y de los protestantes. Nunca ví algo tan peligroso para los pueblos indígenas y el medio ambiente global, pues ambas cosas son lo mismo. Debo decir que históricamente los militares fueron favorables a los indígenas. El primer servicio de protección indígenas en Brasil lo organizó el mariscal Rondó en 1910. Por desgracia, a su muerte el servicio se deterioró y llegó a convertirse en algo terrible, corrompido. En 1967, los militares lo extinguieron y crearon la FUNAI. Fue el periodo más prolífico y lo comandaban generales, por increíble que parezca. Teníamos recursos, dinero y autoridad. Pero ya no es así. Muchos militares que apoyan ahora a Bolsonaro son contrarios a los indígenas. No comprendo por qué una tradición de protección que demostró al mundo el interés del Gobierno de Brasil con todos sus pueblos, de repente cambió del blanco al negro.

¿A qué atribuye este cambio?

Es verdad que siempre hubo militares, principalmente de la Escuela Superior de Guerra, que tenían una visión negativa de la tierra indígena y de su participación en nuestra sociedad, así que creo que los de hoy vienen de esta línea militar. Pero yo trabajé más de 40 años en la Amazonía y hubo oficiales me ayudaron en mis expediciones, en proteger la tierra… El cambio es desconcertante. Y los indígenas también están perplejos. En su día, la FUNAI demarcó mucha tierra indígena. Y ahora esa Fundación está dividida en trozos que dirigen ideologías, que no personas, contrarias a sus intereses. Es impresentable que la cuestión de las tierras indígenas sea competencia del Ministerio de Agricultura, que es el enemigo, el agronegocio. Y la cuestión de los indios aislados, que requieren de especial protección, está en manos de los protestantes.. Quieren desmontar todo un complejo de protección que existía.

¿Cómo la Amazonía ha ido a parar a parar a los protestantes?

Porque con el Gobierno de Bolsonaro, los aislados han pasado a depender del Ministerio de la Mujer, Familia y Derechos Humanos, que dirige Damares Alves, una pastora protestante, que da sermones cada domingo y que dice claramente que no hay que tener indios aislados, que les llegó el momento de la Iglesia, de evangelizarlos. Es muy triste ver que quieren destruir todo lo que se conservó durante 500 años y  lo que se construyó hasta convertir a Brasil en un faro de la defensa del mundo  indígena. Ahora no somos nada. Acabamos con ellos y, de paso, con la Amazonía.

¿Cómo, en cuatro meses, lo notan en sus vidas?

En todo. De hecho, a finales de abril han comenzando a movilizarse con los pocos medios que tienen. Son conscientes de los cambios, que quieren revertir. Y es difícil, pero no imposible. Al menos, a ver si podemos reducir el impacto del Gobierno. Un ejemplo claro de lo que está pasando es que el Ministro de la Salud quiere acabar con departamento de salud especial para los indígenas. Dicen que deben ser atendidos como los demás ciudadanos, pero eso es una falacia porque ellos viven en comunidades distantes, en la selva; es más, incluso en las ciudades necesitan grupos de atención especiales, una conquista que tenían, que se va a terminar y que para ellos es muy importante.

¿Están llegando invasores de tierras indígenas?

Ya antes de tomar posesión Bolsonaro hubo agresiones. En el valle del Yavari tuvimos ataques de hombres armados y también en Mato Grosso. Imagínese ahora que está en el poder. La situación se ha agravado. Nosotros hacemos reuniones, campañas y hay entidades internacionales que nos apoyan. Pero es patético. Pasé toda mi vida tratando de protegerlos,  evitar contactos, que pudieran vivir con su cultura, su lengua y su forma de vida tradicional, y ahora miro para atrás y veo todo destruido, como en una guerra. Como si fuera una ciudad bombardeada. Y es verdad: es una guerra contra los pueblos indígenas y contra el medio ambiente invisible al mundo.

¿Hay alguna respuesta de la sociedad brasileña?

De un modo general, a la sociedad brasileña no le importan nada los indígenas amazónicos. Y respecto a los gobiernos, hubo alguno menos malo, pero ninguno bueno. Nunca se les respetó históricamente. Igual aquí que en el resto del mundo. En realidad, la visión de la sociedad occidental va contra ellos. Muchos hablan en su apoyo pero no hacen ni la mitad de lo que se podría hacer. Bartolomé de las Casas si que luchó toda su vida por los indígenas, pero sus pensamientos se perdieron. Ahora hay un ‘agujero negro’ que hace desaparecer todas las conquistas. Aún así creo que nunca es tarde para recomenzar. Bolsonaro apenas lleva unos meses, así que aún puede humanizarse.

¿La solución puede venir con presiones desde el exterior? Recientemente, científicos y activistas reclamaron en la UE el cese de determinadas importaciones…

Con la globalización, sabemos la implicaciones que tienen los cambios ambientales, que todo funciona con interdependencia. Pero tengo claro que sólo si pones la mano en la parte más sensible del ser humano, el bolsillo, la gente se preocupa. Brasil exporta mucha carne al resto de la humanidad y grano para ganado. Y es verdad que se pueden hacer presiones comerciales, disminuyendo compra de carne que viene de estas zonas. A mí me gustaría que Brasil retomara su protección a los bosques sin presiones externas pero ¿será posible? Hasta ahora, se que es un sueño fuera de la realidad. Y lo cierto es que tenemos 8,5 millones de kilómetros cuadrados, que hay espacio para todo: ganado, cereales, cerdos y tierras de protección permanente, porque esas tierras no están vacías sino habitadas por personas con una forma de ver el mundo y sentirlo mucho menos invasiva que la nuestra. Los indígenas no destruyen nada ni nos amenazan. Al contrario, su presencia demuestra que existen porque se les dejó en paz. Pero el proceso económico va avanzando cada vez más lejos y está llegando adonde están ellos. Los demás, no somos conscientes de que con su fin, nos perjudicamos todos. Los jóvenes del Friday for Futuro si lo están viendo y ojalá lleguen a ser activos en Brasil. Yo miro atrás y no veo que seamos más felices que padres y abuelos, veo que la tecnología que debiera haber servido para tener más tiempo para pensar, amar, estudiar, escuchar música, al final nos ha hecho menos humanos. Y eso es algo que tenemos que combatir globalmente.

¿Cómo logra en ese contexto que el Instituto Brasileiro Indigenista salga adelante?

En Yavarí estamos en cuatro puntos de interés, con un convenio UNIVALLA, la organización que representa a las comunidades indígenas del valle. El dinero lo pone una Ong norteamericana. Gracias a ello, hacemos proyectos en la tierra, de refuerzo institucional y también les ayudamos en temas de salud.

Por esa zona está habiendo problemas entre indios contactados y aislados ¿Este tipo de casos están aumentando?

Fue algo que provocó la FUNAI y al final envió una expedición diciendo que iban a arreglarlo. Yo personalmente estoy en contra del contacto que han efectuado porque es consecuencia de errores anteriores de la FUNAI. El contacto, una vez que se hace, es irreversible, modifica para siempre a los pueblos, y a peor en el caso de la vida de los aislados, creando una dependencia que acaba con ellos. Sigo defendiendo que lo mejor es que estén en su espacio y si un día quieren contactarnos, ya saben donde estamos. Ir a ellos no es bueno; sólo les ofrecemos una sociedad deshumanizada. En ese caso, hablé con la FUNAI para  encaminar el problema de otra forma, pero los que ahora están en el departamento que yo creé tienen visiones distintas. Si que es bueno que se sepa lo que aquí está pasando, a ver si reaccionamos.

 

 

#ElRíoNoSeToca: Campaña contra una hidroeléctrica ‘marca España’ en Guatemala


ROSA M. TRISTÁN

Los rostros de los y las líderes de Santa Cruz de Barillas están marcados por sus años de lucha. Este pequeño municipio al norte de Guatemala batalla desde hace años contra una empresa española, una hidroeléctrica, que sigue empeñada en sacar adelante un proyecto al que se opone el 90% de la población, y para el que, según aseguran, la compañía no ha dudado en valerse de estrategias violentas que han vulnerado gravemente los derechos humanos. La disputa es por un río, el Cambalan, un cauce salvaje cerca de la frontera mexicana que las comunidades indígenas de Barillas consideran sagrado y no quieren ver convertido en una presa que genere luz para iluminar otras vidas. Las suyas, insisten, se oscurecerán con esa herida a “la madre Tierra”.

Su enemigo tiene nombre: Hidro Santa Cruz, o lo que es lo mismo Ecoener-Hidralia. Ahora, tres organizaciones españolas (Alianza por la Solidaridad, Amigos de la Tierra y Mujeres de Guatemala) han unido fuerzas para que este caso traspase las fronteras y ponga sobre el tapete el asunto de lo que hacen las empresas españolas cuando invierten en el extranjero. Su objetivo: recoger miles de firmas (FIRMA AQUÍ) y presionar para que exigir que la ética y la responsabilidad social primen sobre los beneficios, aún cuando la normativa y el control internacional se quedan cortos sobre este asunto.

Máquinas de Ecoener-Hidralia, en Santa Cruz de Barillas.

El río Cambalan, Santa Cruz de Barillas. @PedroArmestre

Para conocer la historia de la Hidralia hay que remontarse a los tiempos de Fraga en la Xunta de Galicia, cuando esta empresa de Luis Castro Valdivia comenzó a acumular concesiones de hidroeléctricas en ríos de toda la comunidad. Su cuñado, en ese tiempo, era director general de Industria, Energía y Minas, un caso que llegó a la Fiscalía.

Poco después de aquel asunto, la familia Castro Valdivia dio el salto a Centroamérica, instalándose en Guatemala con el nombre de Hidro Santa Cruz, que no es sino la suma de dos empresas familiares: Ecoener e Hidralia. Su intención: trasladar su modelo de pequeñas presas a ríos del país. Tras comprobar que el Gobierno del presidente Otto Pérez Molina (hoy encarcelado por corrupción) no pondría trabas, se iniciaron los trámites en 2008 para instalar la primera de ellas en el río Canbalam, en una cascada de 272 metros de altura que las comunidades indígenas de la zona consideran sagrada desde tiempos inmemoriales.

Nadie informó a los q’anjob’al, los chuj, los akateko o los popti de la zona de los planes de Castro Valdivia, que no tardó en conseguir los permisos ambientales. La primera noticia de la presa la tuvieron, afirman, cuando gentes extrañas comenzaron a tomar medidas en la zona, y después a comprar tierras y más tarde a talar árboles… Con la tensión mascándose en el ambiente, poco ayudó a relajarla que en 2010 Ecoener-Hidralia contratara a un ex militar y narcotraficante como responsable de las “relaciones con las comunidades”.

Una mujer maya, junto a las máquinas de Ecoener-Hidralia.

Una mujer maya, junto a las máquinas de Ecoener-Hidralia.@PedroArmestre

Cuando en 2012 llegaron a la zona las primeras grandes máquinas, el conflicto estalló. Los vecinos dañaron las máquinas y la empresa respondió, denuncian los afectados, con intimaciones, amenazas, dividiendo en dos bandos a la sociedad civil, comprando voluntades, extorsionando… La escalada de violencia llegó al máximo cuando en mayo de ese año tres de los líderes opositores sufrieron un atentado. Uno murió asesinado. El Gobierno instauró el Estado de Sitio en la zona, que duró 18 días.

Pero aquello no echó para atrás a Ecoener-Hidralia. Si bien no continuaron la obra, tampoco la desestimaron, pese al campamento permanente que se instaló en el acceso a su terreno.

Desde entonces, el conflicto no ha cesado. El informe elaborado recientemente por Alianza por la Solidaridad recoge que hasta 2014 hubo 52 órdenes de captura. Aún hoy aún quedan nueve personas en la cárcel de Huehuetenango por oponerse a las hidroeléctricas y hace apenas unos días dos fueron absueltas por falta de pruebas.

“La hidroeléctrica sigue adelante. Tienen muchos más recursos para abogados que nosotros, y mientras nuestros familiares malviven en celdas masificadas, a menudo sin luz”, aseguraba Astrid Villatoro, hija de uno de los presos, durante la presentación de la campaña en Madrid, donde intervino por Skype.

Acto en Madrid, en el que intervinieron los guatemaltecos por Skype, Joaquín Araújo, Luis Miguel Domínguez y las ONGs.

Acto en Madrid, en el que intervinieron los guatemaltecos por Skype, Joaquín Araújo, Luis Miguel Domínguez y las ONGs.

Ya hace ya algún tiempo, el caso Hidralia llegó al Congreso español de la mano del Bloque Nacionalista Galego; también a la oficina del Defensor del Pueblo; y la semana pasada, la eurodiputada de IU Marina Albiol pudo visitar a los líderes encarcelados y está previsto que se hable de ello en el Parlamento Europeo… Pero de momento, Ecoener-Hidralia sigue adelante y para las ONGs es ya urgente “liberar” el río y a sus defensores recurriendo a la ciudadanía española. “No puede ser esta la ‘marca España’, insisten. “Que sepan que nosotros no queremos nada a cambio, sólo que se vayan, que dejen nuestro territorio como está”, asegura Alba Cecilia Abad, unas de las muchas mujeres luchadoras de Huehuetenango.

Pero con la ley en la mano, “hoy, nada obliga a las empresas transnacionales a respetar los derechos humanos, por lo que es algo que la ciudadanía puede cambiar exigiéndolo”, recordaba Almudena Moreno, de Alianza, organización que tiene en marcha una campaña, TieRRRa, a favor de las inversiones responsables. “Las empresas eléctricas españolas son las segundas del mundo con más conflictos ambientales, según la organización EJOLT”, denunció Jorge Lozano, de Equo. “Es el resultado de la arquitectura de la impunidad”, destacaba Víctor Barro, presidente de Amigos de la Tierra.

Los participantes en la presentación de la campaña de #ElRioNoSeToca. @RosaTristán

Los participantes en la presentación de la campaña de #ElRioNoSeToca. @RosaTristán

Como colofón del acto, hasta Guatemala, departamento de Huehuetenango, territorio de Barillas, llegó el aplauso largo y solidario. Y los rostros de quienes llevan peleando por la madre Tierra desde que Pedro de Alvarado llegó a sus puertas, se emocionaron, brillantes los ojos. Todos a una clamaron por un deseo que ya suma cientos de firmas: “El río no se toca”.

 

La voz de los indígenas quiere oírse en los bosques ‘sostenibles’


Un bosque tropical al norte de Vietnam, que se va río abajo...|ROSA M. TRISTÁN

Un bosque tropical al norte de Vietnam, que se va río abajo…|ROSA M. TRISTÁN

EN 20 AÑOS EL PLANETA HA PERDIDO EL 7% DE SUS ÁRBOLES:  ¿HACIA UN MUNDO SIN SOMBRA?

ROSA M. TRISTÁN (Sevilla)

Cuando los humanos salimos de África, cuentan los investigadores que los bosques escaseaban y la sequía se hacía dueña de buena parte del continente, así que, con muchos otros animales,  fuimos en busca de mejores territorios que habitar. La madera formaba parte de nuestra especie porque las ramas de los árboles servían para hacernos lanzas, o nos cobijaban de la lluvia, o nos calentaban en un fuego que logramos dominar. Hoy, sin embargo, prácticamente todos los bosques de la Tierra forman parte de un negocio que no sabe de fronteras  y que ha ido arrinconando a quienes nunca salieron de la frondosidad de su sombra: los pueblos indígenas del trópico.

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Adictos a la aventura humana que ‘agrandan’ el planeta


Albert Casals, Premio Viajero del 2013, a sus 21 años. |ROSA M. TRISTÁN

Albert Casals, Premio Viajero del 2013, a sus 21 años. |ROSA M. TRISTÁN

Son adictos a la aventura. Seres humanos que optaron por platearse retos personales que acabaron enriqueciendo la sabiduría global, como aquellos primeros ‘sapiens’ que dejaron África hace 80.000 años en busca de nuevos horizontes. Ese esfuerzo, físico e intelectual, ha sido reconocido, una vez más, por los Premios de la Sociedad Geográfica Española 2013, que acaban de entregarse. Los hay viajeros del tiempo (como Polly Wiesser), del hielo (Adolfo Eraso), que viven inmersos en el pasado (Salima Ikram) o que hacen de su vida una ruta de superación tan excepcional que los convierte en pequeños (por edad)-grandes héroes (Albert Casals).

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