La ciencia antártica española entre macroalgas, pingüinos, volcanes, ‘comepiedras’ y glaciares


Camino del glaciar Jonhson en Isla Livingston, la Antártida @Rosa M. Tristán

ROSA M. TRISTÁN

Una nueva campaña polar está en marcha. Desde hace ya unos días y hasta finales de marzo, más de 230 personas, entre personal científico, técnico y militar, desarrollarán en las dos bases españolas, ambas en dos islas de la Península Antártica, un total de 26 proyectos científicos que nos ayudan a diagnosticar qué está pasando en el continente más desconocido del planeta. Las imágenes que llegan desde allí, a simple vista, muestran un paisaje menos nevado de lo esperado para estas fecha, y también los datos son preocupantes: este 26 de diciembre la extensión de hielo marino era de 700.000 kms2 menos que la media de los últimos 30 años y la más baja registrada nunca para ese día del año. El mínimo anterior, de 2018, era un 5,2% más extensión, según los datos captados por satélite.

Son datos coherentes con un cambio climático que está desmoronando gigantescos glaciares en el sur del mundo, como el Thwaties, y también las plataformas de hielo que los contienen, así como provocando olas de calor nunca antes vistas y cambiando la flora y la fauna, hasta el punto que del 60’% podría desaparecer antes de finales de este siglo, como se publicaba recientemente Plos Biology.

En esta ocasión, sólo el Buque de Investigación Oceanográfica Hespérides ha viajado hasta el continente del sur, y de momento sin incidentes debido a brotes de COVID-19, como hubo en las dos campañas anteriores (2020-2021 y 2021-2022). En la primera, el buque no pudo llegar a la Antártida como esperaba. En la segunda, tampoco pudieron desarrollarse todos los proyectos por otro brote a bordo. Cruzando los dedos, este año pasarán por las bases Juan Carlos I , el campamento Byers (ambos en Isla Livingston), y la base Gabriel de Castilla (Isla Decepción) un total de 104 investigadores e investigadoras. En esta campaña ya en marcha se les suman 15 colegas de otros países, fruto de esa colaboración internacional que es intrínseca al mundo polar, otras 50 personas entre técnicos y militares y los 60 miembros de la tripulación del Hespérides, cuyo sucesor, por cierto, ya ha sido presupuestado y será construido por Navantia en Cádiz.

En manos de todos ellos estarán 13 proyectos nacionales de investigación, la recogida de datos para cuatro series históricas que llevan años en marcha, un proyecto de defensa, servicios de vigilancia volcánica, responsabilidad del Instituto Geográfico Nacional (IGN) y de predicción meteorológica (AEMET) y también se apoyará a ocho proyectos de los programas de Portugal, Chile, Canadá, Alemania y Colombia.

Hagamos un pequeño repaso de lo que se hará allí en estos próximos meses.

Líquenes en Polar-Rocks

Leopoldo García-Sancho, de la Universidad Complutense, lleva media vida viajando a la Antártida y ya se conoce muchos secretos de los líquenes y musgos que la habitan. Pero es un mundo cambiante y aún lleno de misterios, así que este año viaja con la intención de dejar colocados sensores en algunas de esas piedras que emergen del hielo, que los inuit árticos llaman ‘nunataks’, para comprobar se comportan estos seres supervivientes al frío invierno antártico y ver si reaccionan al cambio climático. Leo espera que los sensores funcionen hasta la siguiente campaña. Imagino que también estará muy pendiente de los otros líquenes costeros que rodean la base Juan Carlos I, que tiene muy protegidos de inoportunas pisadas, como pude comprobar cuando anduve, con cuidado, entre ellos.

Las Rock-Eaters: creando suelos

Esperemos que este año nada impida a la microbióloga Asunción de los Ríos , del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN), llegar a la Antártida. El año pasado se quedó a las puertas por un brote de COVID-19 en el Hespérides, pero ahora anda pensando ya en cruzar la Tierra para estudiar cómo se forman los suelos polares gracias a unos microorganismos –asunto en el que es experta- que colonizan las rocas volcánicas o habitan en las que quedan libres del hielo glaciar. El proceso se llama, nos explica, “biometeorización” , que no es otra cosa que el proceso de millones de estos minúsculos seres disgregando piedras a la vez que liberan nutrientes. Asunción y su equipo tienen previsto moverse por varias islas, llevando a cuestas un laboratorio móvil con el que son capaces de secuenciar su ADN.

Los microorganismos en el aire

Hace años que sigo de cerca el proyecto MicroAirPolar pero cada campaña tiene novedades. Se adapta a todo, ya sea un Trineo de Viento, como el de Ramón Larramendi, o un globo, como este año. Y, además, en un lugar único como es la península Byers de Isla Livingston. La científica Ana Justel, su codirectora con Antonio Quesada, me confesaba poco antes de iniciar el viaje su fascinación por ese lugar que conoce bien. Allí, instalarán un globo cautivo y una torre de captación de 9 metros de altura, especialmente diseñada para esta investigación, con los que estudiarán por primera vez la distribución de los microorganismos atmosféricos en un perfil vertical de hasta 500 metros. También harán su seguimiento más a ras de tierra. El objetivo es descubrir como se mueven esos microorganismos (algo nada baladí como hemos visto con la pandemia) y ver su papel como dispersores de especies invasoras o contaminantes.

La ORCA del Sol

Unas líneas para hablar de ese proyecto ORCA que estudia la actividad solar detectando rayos cósmicos en Isla Livingston. Una sorprendente ‘caja negra’ en la que imagino a científico Juanjo Blanco, de la Universidad de Alcalá de Henares, pasando las horas en su detección.

Challenger, el reto de la presión humana

El equipo de la bióloga gallega Conxita Avila vuelve a la Antártida para estudiar como la presión humana y el cambio climático está dañando a las especies del fondo marino o bentos antártico. Quieren averiguar cómo el aumento de la temperatura o la acidificación del océano, quizá también las especies invasoras, están afectando a unos organismos que han seleccionado previamente. Explican que se trata de conocer para así proteger mejor, aunque la verdad es que no siempre se consigue: por desgracia, este año tampoco fue posible aumentar las zonas marinas antárticas protegidas en la reunión de la comisión CCAMLR (dedicada a la conservación de los recursos marinos vivos antárticos) debido, de nuevo, al veto de Rusia y China… Una pena.

Los pingüinos y.. ¡su personalidad!

De lo más fascinante que he hecho en mi vida es ‘pingüinear’. En mi viaje a la Antártida me quedaba horas observando que había pingüinos ‘pasotas’, iracundos, aventureros, vagos, juguetones… Este año el proyecto PERPANTAR, dirigido por el biólogo del MNCN Andrés Barbosa, va a estudiar precisamente su personalidad y cómo les influye para tomar decisiones distintas sobre sus migraciones. Para ello, me cuenta Barbosa, pondrán ‘emisiores’ a los pingüino barbijos y dispositivos geolocalizadores que, vía satélite, les darán la información de las zonas del océano austral que esta especie utiliza durante el invierno. Una de las encargadas en el terreno será la también gran pingüinera Josabel Belliure, de la Universidad de Alcalá de Henares. Sus conclusiones debieran ser importantes de cara a tomar decisiones sobre las capturas de ese crustáceo llamado krill que es su principal comida y que los humanos pescamos en ingentes cantidades para ‘complementos alimentarios’ absolutamente prescindibles.

¿Electricidad bajo el manto terrestre polar?

Un equipo español, dirigido por la científica Lourdes González Castillo, vuelve esta campaña a la Antártida con una investigación, bautizada GOLETA, que estrenó en la de 2021-2022 y que busca revelar qué pasa bajo el manto terrestre polar con sus propiedades eléctricas cuando se producen procesos de deshielo, que llevan aparejados el aumento del nivel del mar. Y es que hay una capa profunda en el manto terrestre que se llama astenosfera y se comporta de forma plástica-viscosa según la presión que se le ejerce desde arriba: con el peso del hielo se hunde, pero cuando éste desaparece la astenosfera vuelve a subir. Todo ello afecta a su conectividad eléctrica y están tratando de descubrir cómo ocurre en diferentes puntos de la Península Antártica.

Recorriendo los glaciares

Décadas lleva Francisco Navarro, de la UPM, estudiando los glaciares Johnson y el Hurd de Isla Livingston. Desde allí me envía una foto recorriéndolos con esquís y le imagino contando cuántas estacas de las que dejaron clavadas a comienzos del 2022 hay enterradas o cuántas están caídas en el suelo. Las estacas les sirven de control sobre el terreno para medir el balance de masa de los glaciares. Aunque el proyecto DINGLAC cuenta, además, con los satélites de apoyo y georradares para detectar los cambios en esa masa, tener puntos de control sobre el hielo es fundamental para comprobar a qué velocidad a la que se mueven los glaciares y, así, conocer su contribución al aumento del nivel del mar. El año 2020, cuando lo recorrí con su colega Ricardo Rodríguez, hubo récord de estacas caídas, prueba de que el balance de hielo iba a menos. A ver qué nos depara su trabajo este año…

El pasado y presente en el hielo antártico

El proyecto PARANTAR, que agrupa a 18 investigadores e investigadoras de España, Francia, Reino Unido, Chile y Argentina tiene como objetivos este año reconstruir temporal y espacialmente el proceso de deglaciación del archipiélago de las Shetland del Sur (Antártida Marítima) desde el Último Máximo Glaciar global, así como estudiar la respuesta de las áreas libres de hielo generadas a distintas escalas temporales. En definitiva, el equipo dirigido por Jesús Ruiz Fernández, de la Universidad de Oviedo, busca la respuesta geológica y ecológica a la retirada de los glaciares tanto en tiempos remotos del pasado, mediante técnicas cosmogénicas de datación (usadas también en paleontología, por cierto) como con la monitorizando la vegetación actual o recogiendo datos con escáneres de láser, entre otras técnicas.

Macro-algas en la Antártida

Basta pasear por la costa junto a la base Gabriel de Castilla para comprobar la gran acumulación de algas que hay en las orillas. Los fondos sumergidos de Puerto Foster, en Isla Decepción, producen unas 1.800 toneladas anuales de macroalgas y el 2% acaban en las playas de la bahía. Pero ¿cómo afecta el cambio climático, el debilitamiento de la capa de ozono y esa descomposición de algas al litoral? Eso trata de descubrir el proyecto Radiant, dirigido por Mariano Lastra, de la Universidad de Vigo.

En busca de las invasoras

El equipo de Miguel Angel Olaya (Universidad Rey Juan Carlos) persigue a las especies invasoras en la Antártida, donde cada vez son más numerosas. Allí está con Pablo Escribano. Si aquí nos invaden el mejillón cebra o las cotorras argentinas, en la Antártida lo hacen nuevos colémbolos, unos pequeños organismos invertebrados, que pude ver por el microscopio en un laboratorio del Hespérides durante mi viaje, que se encargan de degradar la materia orgánica del suelo. En Isla Decepción hay hasta seis especies de colémbolos recién llegados y los científicos españoles están tratando de averiguar cómo se comportan en las zonas termales que hay en esta isla volcánica y en las que no lo son, es decir, ver cómo responden a diferentes entornos como los que puede estar generando el cambio climático.

Incendios y nubes que llegan a la Antártida

Las nubes, el vapor de agua y, especialmente, aerosoles atmosféricos, es decir partículas, entre las que están las procedentes de grandes incendios forestales o que tienen su origen en la acción humana, están llegando a Antártida y afectando al deshielo. Dado que el calentamiento produce vapor de agua, se generan nubes y, por tanto, la lluvia aumenta, lo que no es bueno para el hielo. A la vez, las partículas de lejanos fuegos están siendo arrastradas hasta allí por la circulación atmosférica, depositándose sobre la una capa blanca que se ennegrece, impidiendo el efecto albedo (reflejo de la luz solar). Evidentemente, también aumenta el deshielo. El proyecto Trípoli, del Grupo de Óptica Atmosférica de la Universidad de Valladolid, ya el año pasado ya instaló en la Base Juan Carlos I una cámara de todo el cielo y en esta campaña pondrán en marcha un fotómetro solar-lunar, que se englobará en una red mundial (AERONET) de 600 estaciones, con los que monitorizán qué está pasando exactamente.

El reto de predecir una erupción volcánica

El nombre no puede ser más certero: “EruptING”. Es el proyecto de la Universidad de Salamanca que quiere hallar las claves sobre cómo prevenir una erupción volcánica en un laboratorio excepcional como es isla Decepción, un volcán en activo. El equipo se centrará en comprender los procesos relacionados con los gases que se liberan en una erupción, que como hemos visto en el caso de La Palma, generan graves problemas a la población afectada (aún hay una localidad cerrada por emanación de gases en la isla canaria). Tratarán, desde la otra punta del planeta, de comprender la geoquímica de esos gases en la fuente de magma profunda, durante su ascenso por la corteza terrestre y cuando emanan en la superficie.

Vigilantes del volcán

En la base Gabriel de Castilla, en Isla Decepción, la vigilancia volcánica de Instituto Geográfico Nacional (IGN) se hace desde “tres patas”, me cuenta el geólogo Rafael Abella: la sísmica, que estudia todo tipo de movimientos del suelo, con sensores que registran desde las caídas de hielo en los glaciares cercanos hasta los seísmos ocurrido al otro lado del mundo; la geodesia, con estaciones GNSS (GPS) que detectan si hay aportaciones de magma del volcán que eleven en terreno, intrusiones que también genera terremotos que los registramos con la red sísmica; y la geoquímica, que estudia todo tipo de variaciones en la propiedades químicas de las fumarolas, las aguas que se pueden producir al variar la condiciones del volcán. La pasada campaña instalaron una red sísmica potente y permanente que enviaba datos ‘on line’ hasta la sede en Madrid y en ésta la van a consolidar e instalar estaciones GPS en paralelo.

Y aún hay más…

No me detengo en los proyectos que recopilan datos históricos sobre geomagnetismo (Observatorio del Ebro); la recogida de datos para series geodésicas y oceanográficas del equipo de Manuel Berrocoso (Universidad de Cádiz); o la de información de los sensores instalados en el permafrost (proyecto PermaThermal), que Miguel Ángel de Pablos de la Universidad de Alcalá de Henares vigila desde el año 2000 con unos sensores que estas últimas campañas está modernizando. Y, por supuesto, el equipo de Aemet, que es fundamental para que todo lo demás sea posible, organizando cada día el trabajo según sus previsiones meteorológicas, además de controlar todos los datos de los diferentes observatorios, como bien me recuerda Manuel Bañón.


A todos ellos y ellas, ¡¡mucha suerte!!

Vuelve Starmus Festival: de Armenia a Marte en un viaje ‘cósmico’ irrepetible


ROSA M. TRISTÁN
Cuando el otro día veía en una televisión un especial sobre las misiones Apollo de la NASA y la épica del primer viaje a la Luna, recordé aquella ocasión en la que subí con Neil Armstrong en el ascensor. Ocurrió en el primer Starmus Festival, en Canarias, en el que el gran estreno de un evento que ya ha hecho historia –al poco tiempo Armstrong murió- y que este año se repite, tras el parón de la pandemia, y viaja hasta Armenia, cuna de una de las civilizaciones humanas más antiguas del mundo. Hasta allí irán premios Nobel, astronautas y cosmonautas, directivos de agencias espaciales, expertos en cosmonáutica, innovadores de la tecnología y artistas que podrán música e imágenes a unas conferencias que abordarán un tema tan apasionante como es la conquista de Marte.


“Este año lo dedicamos a Marte porque se han cumplido 50 años de la llegada del primer artefacto humano a ese planeta”, explica su director y fundador, el astrofísico Garik Israelian, armenio asentado en España desde hace décadas. En total, en esta ocasión estarán en Yerevan, la capital, entre el 5 y el 10 de septiembre, ocho premios Nobel (Kip Thorne, Michel Mayor, Emmanuel Chapentier…) , astronautas como Charlie Duke, Yuri Baturin o Jim Bagian, científicas como Maureen Raymon (directora del Lamont-Doherty Earth Observatory en Columbia y una autoridad en la ciencia que estudia el pasado climático de nuestro planeta) o la astrónoma Ewine Fleur van Dishoeck, que dirige la Unión Astronómica Internacional y Premio Albert Einstein en 2015.

Con el Nobel Michel Mayor y Francois, su esposa.

Pero antes de seguir con este intenso programa científico de impacto mundial, como los anteriores, conviene recordar el origen del Starmus Festival. Nació de la iniciativa de Israelian, astrofísico en el Instituto de Astrofísica de Canarias, que tiene en su haber importante reconocimiento internacional y muy buenos contactos, allá por el año 2011. Quería, me contaba entonces, organizar un evento que animara a los jóvenes a interesarse por la ciencia, y más concretamente con la que tiene que ver con el Cosmos, tanto en su faceta más astronómica como aeroespacial. Su idea era reunir a los mejores investigadores del mundo y acompañarlos de grandes músicos, bandas que atrajeran a esa juventud que veía alejarse de la investigación. Además, quería sumar a la ecuación a grandes divulgadores científicos, personas que ya sea con su pluma, su cine, sus libros o sus programas en medios debían ser reconocidos en Starmus.


Muchos son los altibajos que Garik Israelian ha tenido en el camino. Para empezar, la búsqueda de financiación para que el festival no perdiera nivel. España “no es país para ciencia”, por más que se insista en ello y aquí las autoridades no se lo pusieron nada fácil. Pero lo superó viajando a otros países . Logró implicar al famoso Stephen Hawking –muy ilusionado con la creación de la Medalla Hawking que concede Starmus al mejor divulgador o divulgadora – y pese a sus dificultades físicas, no dudo en viajar hasta Canarias en varias ocasiones para participar activamente. “Disfruté mucho del festival. Es una combinación de ciencia y música rock, las cuales me encantan. Espero que haya un STARMUS el próximo año, y me invites. En un mundo acosado por tantos problemas terribles y tan falto de soluciones, STARMUS ofrece un rayo de esperanza. Starmus confirma su posición como una cámara de debate única para el futuro de la raza humana”, dijo el físico en la primera ocasión.


Como ya señalaba, no lo pudo hacer Neil Amrstrong, pero si volvió a repetir Buzz Aldrin en 2019, y también el no menos mítico cosmonauta ruso Alexei Leonov –que fue un habitual hasta su fallecimiento-, el biólogo Richard Dawkins, la cosmonauta Valentina Tereshkova… y así hasta un sinfín de grandes científicos y científicas de renombre mundial, entre ellos 25 ganadores del premio Nobel, algunos de los cuales están de nuevo en el programa este 2022.


La Medalla Hawking para la Comunicación Científica, que con tanta ilusión crearon el propio Stephen Hawking, Alexei Leonov y la estrella de rock y astrofísico Brian May, de Queen, cada año tiene más prestigio. Ya la han conseguido Elon Musk, Jean-Michel Jarre, Neil deGrasse Tyson, Hans Zimmer y el documental The Particle Fever. ¿Quién será este año?


En este Starmur VI, volveremos a disfrutar con el Nobel Michel Mayor (ya me ha escrito para confirmarme que nos veremos, algo que no ocurre desde 2017, antes de que fuera Nobel, en 2019), con la astrofísica Jill Tarter y con Jean-Jacques Dordain, ex director general de la Agencia Espacial Europea – siempre sorprenden en sus conferencias- pero también con nuevas incorporaciones, como es el caso del ex administrador de la NASA Charles Bolden, bajo cuyo mandato se lanzó el Curiosity rover a Marte (2012), Tony Fadell, uno de los creadores del Iphone, o el científico chino Ju Wi, presidente de la Chinese Society of Space Research. En definitiva, será una ocasión única para conocer el estado de la investigación astronómica y la ‘conquista’ del espacio exterior, entendida como un conocimiento que nos sitúa en el diminuto lugar que nos corresponde. La ocasión de estar cerca de seres humanos que nos han enriquecido a todos con su curiosidad infinita.


Y luego está la parte cultural. Este año, no podrá asistir Brian May, que se encuenta en gira mundial con el nuevo Queen, pero si artistas de la talla de Rick Wakeman, el rockero Jeff Scot Soto, el actor David Zambuka (ya estuvo en Starmus III, dejando perplejo al mismo Hawking) o el guitarrista William Sheehan. Por supuesto, habrá espacio para grandes artistas de la rica cultura armenia e incluso está previsto un concierto de la Orquesta Sinfónica del país.


“Estoy feliz de que finalmente el festival Starmus llegue a Armenia, un país que sigue siendo un gran desconocido pese a la tremenda riqueza cultural que tiene. Es una buena oportunidad para atraer turistas con una agenda científica y posicionarlo en el mapa mundial como país de ciencia y de cultura. Debemos hacer todo lo posible para lograr este objetivo”, anima Garik Israelian a quienes estén interesados en la asistencia.
La entradas se pueden adquirir ya están a la venta en su WEB: https://www.starmus.com/

¡Rumbo a la Antártida! Un año más…


Estudiar la ‘personalidad’ de los pingüinos, ver el fondo del Océano Austral, buscar contaminantes emergentes, conexiones vía ionosfera… La ciencia española polar desplaza a 300 personas al continente de hielo esta XXXV campaña

Sobre el glaciar Johnson en Isla Livingston, 2020 @ROSA M. TRISTÁN

ROSA M. TRISTÁN
Si hay años especialmente importantes para la campaña científica que España hace en la Antártida este será, sin duda, uno de ellos. Tras el semi-parón obligado del año pasado, debido al COVID-19, y muy especialmente a los contagios que hubo en el buque oceanográfico Hespérides cuando iba de camino, en estos momentos ya tenemos dos buques en o hacia el continente de hielo y a muchos de los científicos y científicas polares haciendo la ‘preceptiva’ cuarentena antipandémica en las ciudades de salida, como Punta Arenas (Chile) o Usuahia.

Este año, casi 300 personas entre investigadores (150 del total), técnicos, militares y demás personal de apoyo, ocuparán al 100% las bases Juan Carlos I y Gabriel de Castilla, en dos islas de un archipiélago a las que va desde hace 35 años y que están situadas junto a la Península que más se calienta de ese lejano continente (recordemos que alcanzó los 18,3 ºC el 6 de febrero de 2020 en una base argentina, justo cuando la autora de este artículo estaba por allí). “Como el año pasado hubo poca actividad, en esta ocasión van varios de los proyectos que se quedaron sin salir y los que tenían que ir esta convocatoria, así que están a tope”, explica Antonio Quesada, el secretario general técnico del Comité Polar Español. En total, serán más de 26 proyectos científicos de los que una decena son internacionales. “Ha sido un gran esfuerzo el llevar los dos barcos este año”, reconoce Quesada, que este año vivirá la campaña en la distancia.


Aún a riesgo de dejar algo importante fuera, destacaría esta 35° campaña la presencia del proyecto DRACC2022 de Carlota Escutia y Fernando Bohoyo, que estudia esa corriente circumpolar que protege la Antártida y que estaría modificándose por el cambio climático. Un equipo de una veintena de investigadores (españoles, norteamericanos, británicos, daneses…) participan en un proyecto que estudia lo ocurrido hace 35 millones de años, momento con tres momentos climáticos críticos para la Tierra –eso si, entonces sin 7.700 millones de humanos- para ayudarnos a saber lo que puede ocurrirnos en el futuro. El Hespérides será su base de operaciones.

Entre corrientes y contaminantes


A bordo del mismo buque, también estará el proyecto ANTOM, que codirigen Begoña Jiménez y Jordi Dachs. Ellos buscan contaminantes emergentes (es decir, toda suerte de compuestos químicos inventados por el ser humano que vertemos a la naturaleza ) en las profundidades de las aguas oceánicas. Si el pasado año muestrearon el Atlántico, entre enero y febrero próximo lo harán entre América y la Antártida, además del Mar de Bellinghausen que rodea una parte de la Península.

Con la contaminación marina antártica tiene que ver otro proyecto más, el CHALLENGE, de Conxita Avila. Lo suyo es analizar los impactos humanos en el bentos antártico, o lo que es lo mismo, los organismos que habitan su fondo marino, para lo cual cogerán muestras en el entorno de las bases y zonas turísticas y en otras zonas más prístinas con las que hacer poder comparaciones.

Pingüinera de barbijos de Isla Decepción @Rosa M. Tristán

Personalidades pungüineras

Entre los habitantes más comunes de esas aguas australes están los pingüinos, que en esta época ya andan anidando por los acantilados de Punta Descubierta en Isla Decepción. En breve, les visitarán los investigadores Josabel Benlliure y Andrés Barbosa, entre otros miembros del equipo PERPANTAR, que este año estrenan proyecto y van dispuestos a estudiar a fondo la ‘personalidad pingüinera’. ¿Pero eso existe? Pues si y resulta que entre las 18 especies de pingüinos hay desde el gran explorador al más timorato de los individuos, y de ello, me comentan, depende que unos se adapten mejor que otros a cambios que les están dejando sin su necesario krill, al aumento de la temperatura o a la destrucción de su hábitat.

Seguramente coincidirán por allí con el grupo PiMetAn de Antonio Tovar, que ya el año pasado estudiaba el papel de estas siempre sorprendente aves como ‘recicladores de metales’, como os contaba en otro artículo. En esta ocasión, nos ofrecerán imágenes con los drones que llevan para estudiar sus poblaciones, por cierto tras hacer una gran labor en la isla de La Palma sobre la erupción volcànica.


Entre las novedades de la campaña -evidentemente muchos proyectos requieren años de trabajo y se repiten, así que consultad #SomosAntártida en El País, donde os los he ido contando- , mencionar la cámara de cielo que se va a instalar en la Juan Carlos I para estudiar las partículas flotantes atmosféricas (los aerosoles, que ahora casi todo el mundo conoce por el COVID-19) porque resulta que estas partículas dispersan la radiación solar y, por tanto, afectan al clima.

Nuevo es también, y en la misma base, el estudio mediante sensores de los líquenes que crecen sobre los ‘nunataks’, esas rocas que afloran en medio del hielo glaciar y son colonizadas por la lenta vida de los líquenes: es el proyecto POLAR-ROKCS que dirigirá nuestro experto en líquenes Leopoldo García Sancho. Y de estreno es igualmente el proyecto denominado ROCK-EATERS, o ‘comedores de piedras’, dirigido por la microbióloga Asunción de los Ríos (CSIC), que buscará microorganismos colonizadores de las rocas que va dejando libre el hielo –por culpa del retroceso glaciar- y que acaban liberando nutrientes al degradar el mineral donde se asientan. Por primera vez, Asuncion y su grupo llevarán un laboratorio portátil a cuestas que es capaz de secuenciar el ADN en el mismo lugar del muestreo, sin tener que esperar meses para hacerlo de vuelta en España.

En un nivel más tecnológico, Joan Lluis Pijuan (Univ. Ramón Llul) viaja con una maleta llena de sensores con la técnica Near Vertical Incidence Skywave (NVIS), que permite la comunicación entre puntos a 200 kms de distancia, al utilizar ondas que llegan hasta la ionosfera, se reflejan y regresan a la Tierra, superando así cualquier tipo de accidente del terreno, algo muy útil en una Antártida donde las comunicaciones no son nada fáciles. O en el Himalaya..

Sobre el glaciar, recogiendo y colocando estacas para ver su avance. @ROSA M. TRISTÁN

Como señalaba, hay proyectos que vuelven una campaña más, porque no tendría sentido perder los datos tras varias décadas, como es el estudio de los glaciares que dirige Francisco Navarro (UPM). Hay curiosidad por saber en qué estado encuentran el glaciar Johnson este año, tras los últimos retrocesos de hielo y las demasiado altas temperaturas que ha habido la pasada primavera austral. Lo mismo cabe decir del permafrost, que analiza Miguel Angel de Pablos (UAH), esos suelos helados tan afectados por el deshielo como los glaciares en esa zona de la Antártida.

A ello, se suman otras series históricas que recogen datos desde hace más de 25 años sobre movimientos sísmicos, vulcanología o geomagnetismo terrestre. Por supuesto, también estará la Aemet, fundamental para el trabajo antártico . «Y no olvides que damos apoyo al desarrollo de proyectos internacionales, con países como Canadá, Italia, Reino Unido, Portugal, Colombia y Bulgaria. Es más, dos de los proyectos españoles trabajarán en bases de otros países: base Artigas (Uruguay) y King Sejong (Corea del Sur)», señala Fernando Bohoyo, que además de investigador es el nuevo responasable del Pograma Antártico Científico.

Esta campaña, para su desesperación, se han encontrado con unos precios disparados en los precios de los vuelos desde España hasta la punta sur de América. «Esto nos desbarata los presupuestos pero no hay mucha elección para cumplir con los protocolos anti-COVID, que tenemos que cumpliar estrictamente. Lo importante es que ya estamos abriendo las bases y sin problemas», señala.

Conviene recordar que las entidades que gestionan la campaña son la Unidad de Tecnología Marina del CSIC, que tiene a su cargo el buque Sarmiento de Gamboa y la BAE Juan Carlos I en la Isla Livingston y que coordina la logística general de la campaña; el Ejército de Tierra, que gestiona la BAE Gabriel de Castilla en la Isla Decepción y la Armada, que opera el BIO Hespérides.

Los árboles revelan que las mayores sequías en 2.000 años fueron las de 2015 y 2018


@ROSA M. TRISTÁN

ROSA M. TRISTAN

Europa se seca más que en los últimos 2.100 años, cuando el Imperio Romano era el mandamás del continente y promovió una deforestación tan intensa que dejó el suelo del Viejo Continente erosionado en toda la cuenca del Mediterráneo. Ahora es el cambio climático, también generado por los seres humanos, lo que nos está secando y precisamente nos lo cuentan los árboles a los que tan poco aprecio tenía Julio César. 

Utilizando los anillos de los troncos, que son estables en isótopos de carbono y oxígeno, un grupo de investigadores de la Universidad de Cambridge y la Academia de Ciencias Checa, publican en Nature Geoscience esta semana el resultado de un trabajo con más de 27.000 mediciones realizadas en la República Checa y sureste de Bavaria, además de las cercanías (Alemania, Austria, Hungría, Eslovaquia…). Gracias a estos anos nos remontan en la historia, hasta el clima del año 75 a. C. Más de dos milenios atrás, en los que 21 robles vivos y 126 relictos (Quercus spp.) han sido testigos de sequías de tiempos tan remotos como la que hubo en el año 40, el 590 y el 950l 1510 d.C. También las del siglo XXI, que son las más intensas. «Nuestra reconstrucción demuestra que la secuencia de sequías estivales en Europa desde 2015 no tiene precedentes en los últimos 2.110 años. Esta anomalía hidroclimática probablemente sea causada por el calentamiento antropogénico y los cambios asociados en el posición de la corriente en chorro de verano», señalan en sus conclusiones.

En concreto, en el trabajo utilizan dos especies de robles: el Quercus robur y el Quercus petraea, los géneros muy extendidos
en Europa central. Explican que el crecimiento del roble está limitado por la disponibilidad de humedad del suelo, sobre todo en el  período que va desde finales de primavera hasta principios de otoño. Los investigadores, liderados por Ulf Büntgen, además de los árboles vivos, recurrieron a fósiles y a madera histórica de construcciones de campanarios y torres de iglesias, así como muestras arqueológicas que extrajeron en colaboración con varias entidades comerciales durante las excavaciones. «Es la primera vez en la historia que tenemos una visión tan completa de la historia del clima en Europa y se confirma que estamos en el periodo más seco», señala el biólogo Fernando Valladares sobre este trabajo.

Y es que en el artículo mencionan expresamente los graves impactos de las tres últimas grandes sequías europeas: la de 2003 (hubo más de 70.000 muertos por el calor aquel verano), la de 2015 y la de 2018, sobre todo en el sur del continente, donde hubo un aumento de plagas, pérdida de cosechas, límites al tráfico marítimo e incluso problemas de refrigeración en las centrales nucleares. No hay nada parecido en los dos milenios anteriores.

No es que sean las primeras… En lo que llaman Atlas de Sequías del Viejo Mundo recogen otras variaciones de sequedad y humedad antiguas y encuentran que entre la Edad Media y 1978 había sequías son interanuales y por decenios, si bien nunca hubo una tendencia a un clima seco como en las últimas décadas, sobre todo desde los años 50 del siglo XX. Las más extremas, no obstantes, fueron en 2015 y 2018. Antes de estas últimas, señalan, los más episodios más llamativos habían tenido lugar entre  los años 1490 y 1540, con un pico en torno a 1508-9. También hubo un periodo de aridez en torno a la Pequeña Edad de Hielo, en el siglo VI, un momento de grandes migraciones humanas. Siglos después, en la madera quedó registrado un periodo húmedo, en el XIII y XIV, que coincidió con la terrible Peste Negra.  Y más adelante, los anillos retrataron la llamada ‘sequía del Renacimiento’, en pleno siglo XVI, momento en el que Centroeuropa se llenó de más de 70.000 embalses y sistemas de recogida de agua para paliar sus efectos.

«Es una investigación muy interesante porque utiliza los isótopos de carbono y oxígeno para dar una visión muy completa del pasado. Conocíamos un trabajo de reconstrucción de las temperaturas de los últimos 11.000 años [se han hecho análisis con insectos semifosilizados y con sedimentos de tierra y hielo] pero no con este nivel de detalle. Lo más aproximado que había eran trabajos hasta dos siglos atrás, pero aquí usan un bio-indicador como es un árbol y la forma como vive la sequía con un detalle revelador», señala el científico español. 

Los investigadores añaden que, en contraste con hallazgos realizados de Europa Occidental y en el occidente Cuenca mediterránea, el aumento e intensidad de las sequías en Centroeuropa no tiene que ver con grandes erupciones volcánicas. Ninguna de las cuatro erupciones históricas más grandes – la de 536 (desconocida), en 1257 (Samalas), en 1783-1784 (Laki) y en 1815 (Tambora)-, parecen haber afectado a esta zona ni haber causado variaciones de clima. Tampoco lo hicieron las 12 erupciones que ocurrieron entre el año 100 y el año 1200. De ahí que apunten a las emisiones de gases con efecto invernadero de origen en la actividad humana como causantes de las últimas grandes sequías, lo que no hace sino confirmar que el cambio climático es una realidad.

Por último, reconocen que los impactos de la circulación atmosférica y oceánica en el norte del Atlántico sobre las sequías en el continente europeo son un ámbito de estudio que todavía es muy desconocido. Así que queda mucho trabajo pendiente, y habrá que esperar a modelos simulen la variabilidad hidroclimática regional con mayor precisión, pero lo que parece claro es que los árboles y su madera son un buen termómetro de lo que está pasando en la Tierra. Además de arder cada vez en incendios más monstruosos, sucumbir a tormentas extremas (como Filomena, en España) o no prosperar en zonas donde antes si lo hacían, son cuidadosos ‘escribanos’ de lo que estamos haciendo. 

 

La campaña antártica cercenada: consecuencias del COVID-19 en el Hespérides


ROSA M. TRISTÁN

Pintaba realmente mal desde que el pasado 4 de enero se detectaron los primeros positivos a bordo del Buque Oceanográfico Hespérides. El COVID-19 estaba a bordo y la campaña antártica española, que con tanto esfuerzo se intentó mantener en el máximo posible, podía sufrir esta temporada un batacazo importante. Finalmente, el A-33 Hespérides no podrá ir este año al continente blanco y la XXXIV campaña tendrá que limitarse a los que pueda transportar el otro buque polar español, el Sarmiento de Gamboa, que lentamente se acerca a las costas chilenas.

“Hasta el último momento se ha intentado mantener el viaje pero era imposible. La organización de gestores antárticos [COMNAP] recomienda pasar una cuarentena cuando hay un brote y después otra ya sin brote. Eso hacía inviable que pudiera ir por falta de tiempo. Ahora mismo, hay 18 personas positivas a bordo, otras 17 fuera, dos suboficiales hospitalizados (uno grave) y el resto también están aislados en el buque. Al final ha habido que recortar todo el plan previsto”, reconoce Antonio Quesada, el responsable del Comité Polar Español, que llevaba muchos meses trabajando para que el año, pese a la pandemia global, fuera lo más completa posible. Y no pudo ser.

Al final, casi un 40% de los proyectos que salían estos días hacia la Antártida han tenido que ser aplazados para la siguiente temporada. Es decir, van al final cinco proyectos de los ocho previstos. Entre lo que han quedado para otra ocasión está el de geología antártica que dirige Jerónimo López, del que iba a ir una persona; también uno nuevo de Antonio M. Alvarez (Universidad de Salamanca) sobre el estudio de los gases que emite el volcán Decepción; y un tercero de Manolo Catalán, de la Armada, sobre el estrecho de Brandsfield y el canal del Drake y su geodinámica. «Habrá que hacerlos en en la siguiente, en la que tendremos que llevar los dos buques para completar lo que no se ha hecho este año y lo que está previsto para entonces, dado que son proyectos ya aprobados en los que se incluye la recogida de datos en la Antártida. Afortunadamente, este año también ha ido el otro buque, precisamente porque el Hespérides salía más tarde por unas reparaciones, así que las bases se abrirán, que es muy importante», confirma Andrés Barbosa, responsable del Programa científico Polar.

Entre los que han estado pendientes hasta última hora de su viaje, pero finalmente viajan estos días a Chile para sumarse a los que ya están allí, está el proyecto de seguimiento del permafrost antártico que dirige Miguel Angel de Pablos (Universidad de Alcalá de Henares); uno nuevo que estudiará el papel de los pingüinos en la biogeoquímica antártica, que dirige Antonio Tovar (CSIC) o un proyecto que estudia la contaminación atmosférica en la Antártida a través del estudio de aerosoles. En Punta Arenas deberán hacer cuarentena de 15 días antes de viajar al continente de hielo. Es el plan en el que ahora se encuentra el primer grupo que llegó, con todos sus componentes aislados en habitaciones de hotel desde hace 10 días. Este primer grupo será el encargado de abrir las dos bases, en isla Livingston e isla Decepción.

Pero los cambios no son sólo de proyectos. Hay más consecuencias: la campaña se acorta a un mes, que no da para mucho, pero menos en nada, y que el buque Sarmiento de Gamboa, que llega en breve a Punta Arenas para recoger a ese primer grupo de científicos, técnicos y militares confinados, tendrá que ampliar su estancia polar unos 10 días. Lo malo no puede hacerlo mucho más porque tiene otra apretada agenda de expediciones oceanográficas. Es decir, que las bases Juan Carlos I y Gabriel de Castillas abrirán, que es lo importante, pero tendrán que cerrar, a más tardar, el 20 de febrero.

«Evidentemente, habrá que pedir explicaciones de lo que ha fallado. Si que se ha hecho todo lo posible para atajar el brote pero no ha sido posible y las recomendaciones internacionales son muy estrictas», señala Quesada.

De hecho, es algo que tendrá que averiguarse desde la Armada para que pueda evitarse en nuevas ocasiones. Hasta ahora,  sólo ha habido tres casos detectados de brotes COVID-19 en relación con la Antártida: dos generados por un buque militar chileno en dos bases  de este país y el del BIO Hespérides. Sin embargo, son muchos los programas polares que estos días envían buques al continente para mantenimiento de sus bases y reemplazo de su personal o suministros. Es una actividad bajo mínimos, respecto a otros años, pero no deja de haber movimiento.

En el caso de España, pese al esfuerzo previo para que todo saliera bien, el plan de campaña se ha frustrado por donde menos se esperaba, que era la parte militar. Y está claro que el coronavirus aprovecha cualquier mínimo resquicio para colarse de polizón indeseable donde menos se le espera. La solución, una vez a bordo, era compleja porque el Hespérides tiene una amplia tripulación (57 personas en total) que han recibido una formación previa muy concreta para poder ir a la Antártida de campaña científica, lo que hacía imposible que pudiera ser, mayoritariamente, reemplazada por otra nueva.

Por otro lado, además de reducirse la presencia científica, el movimiento que si que ha desaparecido del mundo antártico es el turístico. Este año no habrá cruceros transportando miles de personas por la zona de la Península Antártica. Desde la base uruguaya de Artigas, en la isla Rey Jorge, donde está el aeródromo, explican que ya se nota esa baja presencia humana pues apenas han pasado por allí estos últimos días dos yates de ‘mega-ricos’ y barcos de logística. Lo cuenta Andrés Barbosa, que trabaja directamente con ello. Precisamente, este hecho diferencial será analizado por los científicos para ver hasta qué punto es dañina la presencia masiva humana en determinadas áreas antárticas. 

Desde este blog, sólo añadir deseos de pronta recuperación a los afectados del Hespérides y mucha suerte a los que inician la ruta.

#SOMOSANTÁRTIDA

Proteger el Océano Antártico en 2020, una oportunidad perdida


-La falta de apoyo de Rusia y China frustra la declaración de tres áreas marinas protegidas pese al impuso de países como España, quedando aplazada para 2021.

-Numerosos reacciones en contra de organizaciones ambientalistas de todo el mundo y representantes de la ONU 

-No se ha logrado sancionar al buque ruso Palmer por pesca ilegal en el Mar de Ross por la oposición de Rusia.

Océano Antártico, desde el BIO Hespérides. @Rosa M. Tristán

ROSA M. TRISTÁN

No estaba fácil, pero la necesidad de impulsar la protección del Océano Antártico en un contexto de cambio climático, que parece acelerarse en algunas zonas del continente de hielo, daba alas de esperanza a quienes confiaban (científicos, activistas ambientales, algunos gobiernos..) en que se diera algún paso importante en la reunión de la Convención para la Conservación de los Recursos Marinos Antárticos (CCAMLR), celebrada de forma virtual este año. Pero no ha sido posible, pese al impulso de España, que presidía el encuentro.

Rusia y China siguen empeñados en poner trabas para que tres nuevas áreas de ese océano del sur del mundo (Mar de Weddell, oeste de la Península Antártica y zonas de la Antártida Oriental, en total cuatro millones de kms2) puedan tener un estatus de conservación que proteja a la fauna polar de acciones comerciales, cuando ya se detectan cambios importantes en los hábitats. Y sin unanimidad no hay posibilidad de avances. 

«Vamos a paso de hormiga», reconocen fuentes cercanas a las negociaciones, que este 2020 partían con el hándicap de no ser presenciales debido a la COVID-19, pero con una presidencia española, con la ministra y vicepresidenta Teresa Ribera muy implicada, dispuesta a potenciar un mayor compromiso. Tras una semana de deliberaciones, ha quedado de nuevo aplazado para 2021. De hecho, la propuesta de sumar estas tres áreas al ya protegido Mar de Ross (desde 2017), ya se debatió en el pasado, también sin éxito. En 2018, se aplazó a esta reunión que acaba de terminar el 31 de octubre.

Desde luego, el COVID-19 no ha ayudado. A España ya le costó arduas negociaciones que el tema de las áreas marinas protegidas (MPA, en inglés) no cayera de la agenda de trabajo. Eso si, acabó en el apartado de «asuntos varios» o equivalente, lo que no auguraba grandes progresos, si bien la urgencia de dar pasos adelante, como se ha venido manifestando desde el mundo de la ciencia, y la mala imagen internacional de defender lo contrario en un lugar tan emblemático de la Tierra, podría haber jugado a favor de un cambio en los que vetan los avances.  

La intervención, el jueves día 30 de octubre, de la secretaria de Estado de Asuntos Exteriores Cristina Gallach fue claramente a favor. «España felicita a los proponentes de las Áreas Marinas Protegidas para la Antártida Oriental, Mar de Weddell y Dominio 1 de la Península Antártica por su esfuerzo y constante trabajo para que dichas áreas sean adoptadas dentro de la red de la CCAMLR». Y añadía que apostar por estas áreas «representa lo mejor de la diplomacia internacional, la ciencia y el esfuerzo de los países para conservar la biodiversidad y cooperar en mitigar los impactos del cambio climático». 

Buque ruso Palmer acusado de pesca ilegal @ WEB de CCAMLR

¿Qué hay detrás para que Rusia y China no permitan avanzar en este asunto, en el que los otros 22 países miembros y la UE están de acuerdo? Por un lado, como señalaba en otro artículo, los intereses económicos en un negocio en auge: el krill, una especie muy vulnerable al cambio climático. De hecho, en estas reuniones de CCAMLR ha habido denuncias de pesca ilegal de un buque ruso que los representantes rusos se negaron a reconocer. En concreto, del barco F/V Palmer, que Nueva Zelanda aseguraba que estaba pescando ilegalmente en las aguas protegidas del Mar de Ross. Pero Rusia dijo que según sus datos no era cierto, así que no se incluyó entre los buques ilegales y podrá seguir con su actividad . «La CCAMLR está retrocediendo en la lucha contra la pesca ilegal al permitir que Palmer continúe pescando”, ha denunciado al respecto Claire Christian, directora ejecutiva de la Coalición del Océano Antártico y Austral.

También China anda detrás del krill, aunque fuentes polares españolas apuntan que, dado que esta especie no sólo existe en las áreas que se quieren proteger, quizás ambos países también están utilizando este asunto «como moneda de cambio para conseguir otros objetivos, en una estrategia que tendría mucho más que ver con la política que con lo que dice la ciencia».

De hecho, los representantes de ambos países este 2020 volvieron a recurrir en las negociaciones al argumento de que «no hay información científica suficiente» que avale la necesidad de protección esas tres áreas. Ni siquiera en la región de la Península Antártica, el lugar del continente donde se concentran casi todas las bases científicas. Esta zona fue propuesta por Chile y Argentina y donde se ha incrementado más el calentamiento (casi 3ºC en 50 años) y donde este 2020 se han alcanzado temperaturas récords . «Al menos, sería deseable que se lograra proteger la Península», comentaba días antes Ana Payo Payo, oceanógrafa española que participó en la expedición Homeward Bound en 2018. «Los chinos se escudan en que desde 2017 no hay un plan de gestión aprobado para el área ya protegida del Mar de Ross [la más grande de las dos existentes ahora], pero lo que eso pone en evidencia es que se tarda mucho en llegar a acuerdos y por eso hay que avanzar», señalan fuentes gubernamentales españolas. Hay que recordar que la propuesta para proteger el Mar de Weddell partió de Alemania, allá por 2012 y la de la Antártida Oriental, de Australia y la UE, un año después. Es evidente el paso de hormiga… Respecto a la posición de España, en CCAMLR se ha posicionado en la defensa de las tres y se también se han ofrecido datos de las investigaciones realizadas por científicos españoles, especialmente en la zona de la Península. 

Finalmente, en sus conclusiones, la CCAMLR ha vuelto a aplazar el asunto y, además. se han aprobado las mismas cuotas pesqueras antárticas que ya estaban vigentes. En el caso de España, se mantiene la autorización para realizar actividades de pesquería con fines científicos, del Instituto Español de Oceanografía. 

Las reacciones de diferentes organizaciones de conservación ambiental  a nivel global no se han hecho esperar: 

PEW CHARITABLE: “En general, el fracaso del liderazgo global para proteger este ecosistema crítico es profundamente preocupante. En el 200 aniversario del descubrimiento de la Antártida y en vísperas del 60 aniversario de la entrada en vigor del Tratado Antártico, un acuerdo alcanzado en el apogeo de la Guerra Fría para proteger todo un continente, estableciendo nuevas áreas marinas protegidas en el Océano Austral debería haber sido una decisión fácil», ha señalado Andrea Kavanagh, directora de Antártida y Océano Austral,que  trabaja con la ONG norteamericana Pew Charitable Trusts.

WWF: «El cambio climático y la crisis de la biodiversidad no van a desaparecer. La pesca ilegal debe ser erradicada. Tenemos las soluciones y los compromisos para proteger el Océano Austral y su icónica vida silvestre. En 2021, instamos a todos los gobiernos a demostrar colaboración y liderazgo en beneficio de las personas y la naturaleza», ha declarado su responsable de océanos Chris Johnson.

GREENPEACE: «¿Cuántas veces más estos gobiernos presionarán el botón de posponer y pospondrán la decisión de proteger el océano Antártico? El fracaso constante en asumir la responsabilidad de esta frágil naturaleza salvaje, mientras que al mismo tiempo continúa permitiendo que los intereses comerciales la exploten más, está poniendo el destino de la humanidad está en peligro. Nuestro planeta está dando vueltas, los países deben tomar medidas urgentes si quieren abordar seriamente las emergencias climáticas y naturales. A pesar de los mejores esfuerzos de muchos delegados nacionales en la lucha por la protección de la Antártida, está claro que el próximo año necesitamos políticos de alto nivel y jefes de estado para hacer de la protección de los océanos una prioridad. Simplemente no podemos permitirnos ver la misma falta de progreso en 2021», comentó al término del CCAMLR Will McCallum, director de océanos de Greenpeace Reino Unido.

PETER THOMSON (ONU): El enviado especial del Secretario General de la ONU para los Océanos ha enviado un mensaje en el que se declara decepcionado: «Me uno a los que expresaron su gran decepción porque las tres AMP antárticas propuestas no fueran aprobadas en la reunión. Esto no ha servido bien al ODS 14.5. Ahora debemos poner nuestra esperanza y determinación en una decisión positiva en 2021. No nos rendimos».

VARDA GROUP (consultor ambiental internacional): Remi Parmentier, director de esta consultora y en su día fundador de organizaciones ambientales internacionales, ha criticado en su Twitter que «este año que no había vuelos para correr a casa tras la reunión, los miembros podían haberse tomado en serio su mandato de proteger el Océano Austral y haber continuado el encuentro virtual el tiempo que fuera necesario para alcanzar un consenso».

PHILIPPE COUSTEAU Y ASHLAN COUSTEAU (periodistas y exploradores): “Estamos sumamente decepcionados por la oportunidad perdida de la CCAMLR de lograr el acto de conservación más grande de la historia mediante el establecimiento de las tres áreas vitales en la Antártida. Las devastadoras consecuencias del cambio climático ya están afectando a innumerables millones y la Antártida está en primera línea, cualquier demora en protegerla es inconcebible. Sin embargo, continuaremos luchando incansablemente por la protección del sistema de soporte vital de nuestro planeta, nuestro océano”.

También el oceanógrafo Carlos Duarte ha compartido en un mensaje por las redes sociales su decepción: «Poco liderazgo y miopía espantosa. La pregunta es ¿cómo se utilizará entonces el Océano Austral?».

Si que hay que destacar como positivo que, frente al veto de dos, el apoyo de la mayoría de los países miembros de la Convención para proteger el océano Antártico se afianza.  Australia y Uruguay se inscribieron para copatrocinar la área protegida del Mar de Weddell, mientras que Noruega y Uruguay se han sumado a los que proponen la Antártida Oriental. También la mayoría  (incluso Corea y Brasil) acordaron suscribir una declaración que respalda la importancia de la designación de AMP, presentada por la UE . “Agradecemos a los países que han impulsado estos esfuerzos y hacemos un llamamiento a su diplomacia de alto nivel para asegurar designaciones en 2021. Confiamos en que la CCAMLR logre este importante hito para la conservación el próximo año», señala Kavanagh, de PEW.

También lo esperaba así la representante española, Cristina Gallach, que en su discurso final señaló: «2021 será un año especial en el que conmemoramos los 40 años de la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos, y los 30 años del Protocolo de Madrid sobre Protección del Medio Ambiente Antártico. España desea contribuir con acción movilizadora a generar un creciente entendimiento que permita dar pasos decisivos en la protección de la Antártida». 

A ver si para entonces es posible dejar de ser hormigas para ser gacelas…

El cambio climático no va a esperar.

ANEXO:

Dominio1: Western Peninsula – South Scotia Arc
Domonio 2: North Scotia Arc
Dominio 3: Weddell Sea
Dominio 4: Bouvet Maud
Dominio 5: Crozet – del Cano
Dominio 6: Kerguelen Plateau
Domimio 7: Eastern Antarctica
Dominio 8: Ross Sea
Dominio 9: Amundsen – Bellingshausen

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Multa de 90€ por el robo de un cocodrilo fósil único en el mundo


ROSA M. TRISTÁN

«Se  me quedó cara de pasmo cuando llegamos a la excavación y el fósil perfecto que íbamos a extraer no estaba». El paleontólogo Albert G. Selles, del Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont, tiene muy grabado ese día. Su perplejidad sólo fue comparable a la que experimentó cuando conoció la ‘condena’ judicial por expoliar y destrozar aquel ‘tesoro’ de precio incalculable: 90 euros.

Pero ¿de qué pieza estamos hablando? Se trata de una nueva especie bautizada como Ogresuchus furatus, un cocodrilo terrestre de tamaño pequeño que pudo alimentarse de las crías de los dinosaurios que ponían sus huevos en la zona de Coll de Nargó, en los Pirineos. Su nombre significa «el cocodrilo-ogro que fue robado«, para que no se olvide el ‘secuestro’ que sufrió el esqueleto, cuyo análisis ha sido ahora publicado en la revista Scientific Reports. Al parecer, esta familia de sebécidos eran muy comunes hace entre 65 y 15 millones de años, pero en este caso se ha calculado que vivió hace 71,5 millones de años, así que a su valor como  nueva especie se suma que es el más antiguo especímen descubierto. «Su hallazgo nos obliga a redefinir la historia evolutiva de esta familia», explica Sellés, que ha dirigido la investigación.

¿Y un tribunal considera que su valor es de 90 euros?

Recreación cocodrilo prehistórico encontrado en los Pirineos.

Y es que a punto estuvieron que de nada de todo esto fuera descubierto. La historia, con tintes policiacos, se remonta a 2013, cuando una Asociación de Amigos de los Dinosaurios en Coll de Nargó avisó del hallazgo de restos fósiles junto a unos huevos de dinosaurios, que por cierto siempre han sido expoliados en esta rica zona paleontológica. «Enseguida fuimos y empezamos a excavar. Un día apareció por allí un hombre diciendo que aquel terreno era suyo, aunque por lo que sabíamos era comunal. Quería alguna compensación. Nos dijo que si él no sacaba algo de allí, no lo sacaba nadie. No hicimos caso y un jueves dejamos el esqueleto fósil al descubierto para extraerlo al día siguiente. Nos quedamos perplejos el viernes cuando llegamos. No había nada. Inmediatamente avisamos a los Mossos.

Comenzó así una investigación del destacamento de Protección del Patrimonio Histórico de los Mossos. Tomaron muestras, encontraron restos del envoltorio del fósil por los alrededores, identificaron huellas de un vehículo y, un mes después, fueron en busca del expoliador con la certeza de no equivocarse. Le ofrecieron devolver el fósil en un plazo determinado y olvidar lo sucedido, pero no lo hizo y al final hubo que presionar mucho para que entregara el esqueleto del cocodrilo. «Nos lo devolvió hecho trizas, con muchas partes rotas y otras que faltaban, y que han desaparecido, pero que estaban cuando lo excavamos.  Debió sacarlo con un pico. Nos hemos pasado más de año y medio restaurando el destrozo para poder estudiarlo. Una pena», denuncia el paleontólogo.

 

Pero aún quedaban sorpresas: en la denuncia interpuesta por el Departamento de Cultura de la Generalitat de Cataluña, el propio Selles hizo un peritaje de valoración de daños, lo que no fue fácil: «¿Qué precio poner a un fósil que es único en el mundo? ¿300.000 euros? y a la restauración ¿20.000?. Pues al final, sólo le pusieron una multa de 90 euros. Y, claro, luego reincidió y volvió a ir al yacimiento a romper más cosas, creo recordar que en 2016», señala el investigador.

Cabe señalar que a nivel nacional, la última ley que protege el patrimonio paleontológico español es de 2015, la Ley de Patrimonio Natural y la Biodiversidad, que modifica una anterior de 2007. También hay otra previa de 1985.  Otra cosa son las sanciones, que a tenor de este fallo judicial parecen dejar mucho que desear: al culpable del expolio le costó menos el robo y destrozo que una multa de tráfico por mal aparcamiento. «Si que hay normativas que protegen este patrimonio, pero la gente no las conoce, no que no se pueden coger fósiles legalmente porque no se sabe qué información puede contener. En este caso era muy valiosa», comenta Selles.

Este extraño cocodrilo prehistórico, de menos de un metro de largo, se diferenciaba de los actuales en que tenía sus patas situadas debajo del cuerpo, lo que les permitía moverse como cuadrúpedos, como los mamíferos actuales. Sus dientes curvos y esas patas gráciles hacen pensar que eran grandes cazadores de presas pequeñas también en tierra. También su cráneo es distinto a otros similares que ya se conocían, razón por la que es nueva especie.

Dado que estaba tan cerca de un nido de huevos de titanosaurio (animales que podían medir hasta 12 metros de largo) y que había muchas cáscaras de estos huevo, se especula que podría haberse alimentado de sus crías. Según comenta Selles «las crías de dinosaurio probablemente no eran su principal fuente de alimento pero habrían sido una presa fácil para un cocodrilo de estas características que no habría desperdiciado la oportunidad de depredarlos».

Hay que tener en cuenta que entonces la actual cordillera de los Pirineos no era tal como la conocemos. Su proceso de formación comenzó hace unos 80 millones de años, pero no terminó hasta hace 24 millones de años, así que aún era una llanura de vegetación tropical con humedales salobres en los que habitaba una gran diversidad de fauna, incluyendo dinosaurios titanosaurios y hadrosáurios, así como numerosas especies de cocodrilos, tortugas, peces, lagartos, ranas.. De hecho, los dinosaurios de los Pirineos, señalan los científicos catalanes, son los últimos que vivieron en Europa antes de su
extinción en todo el mundo. Durante más de 10 años, han organizado campañas de excavación y sus hallazgos han dado lugar a cientos de publicaciones científicas sobre las faunas del Pirineo durante el Mesozoico.

 

Una huella digital nos descubre a una joven artista neolítica


 

ROSA M. TRISTÁN

A menudo se representa el arte rupestre con una escena en la que un hombre ‘barbado’ y musculoso se esmera en dibujar un animal en una pared rocosa. Es la típica representación científica en la que las mujeres ocupan, salvo contadas excepciones, un papel de menor enjundia intelectual, pero no hay como aplicar técnicas ‘detectivescas’ para revelar que la huella de ellas también está ahí, aunque no siempre se busque… y se encuentre. Esto es lo que ha ocurrido en un abrigo rocoso granadino del cerro Jabalcón, cuya vista desde la cumbre es todo un espectáculo.

Allí, curiosamente en un abrigo bautizado como «Los Machos», entre más de 32 motivos pintados en dos paneles (uno sobre todo) hace entre 5.000 y 7.000 años, se han identificado dos huellas dactilares y una de ellas tiene un 80% de posibilidades de pertenecer a una mujer joven, según un equipo internacional de científicos que lo ha estudiado, liderado por Francisco Martínez Sevilla, de la Universidad de Granada (UGR). Es, de hecho, la primera vez que se logra determinar el sexo y la edad de los autores de unas pinturas rupestres mediante un análisis que es muy habitual en los trabajos policiales.

En la investigación, que acaba de publicarse en la revista Antiquity, también se identifican las huellas dactilares de un hombre adulto, mayor de 36 años, junto a las de la posible mujer joven. «Con las huellas de la cerámica ya se han habían hecho estudios muy completos pero no con pinturas. También se habían identificado manos de mujeres pintadas en la Prehistoria en otros lugares, pero lo importante es que ahora se abre la opción de poder identificar a los autores por sus huellas dactilares, algo que no se había hecho antes. Además, el trabajo confirma que la representación en estas pinturas no estaba limitada a un conjunto concreto de edad o sexo, sino que podían participar todos”.

El estudio de los ‘paleodermatoglifos’ fue desarrollado  por el grupo de investigación GROB -Grup de Recerca en Osteobiografia- con la profesora Assumpció Malgosa, de la Universidad Autónoma de Barcelona. Para determinar el sexo y la edad, se fijaron en las crestas dactilares, porque, como explican, hay diferencias entre sexos en el número de crestas y en la anchura. Son mayores en los hombres que en las mujeres. También hay particularidades por la edad, porque el patrón de huellas dactilares no cambia durante la vida, pero si lo hace durante el crecimiento la distancia entre esas crestas.

Muchas de las obras pintadas en los paneles del abrigo son figuras antropomorfas  que forman parte del estilo llamado ‘arte Esquemático’, una forma de representar que se puede ver por abrigos y cuevas de toda la Península Ibérica y que se extendió desde el Neolítico, con las primeras poblaciones humanas sedentarias, hasta la Edad del Cobre, a mediados del siglo VI antes del presente. Algunas de las figuras tienen falo, lo que se identifica con los varones, y en otras se aprecian bultos bajo los brazos que, según Francisco Martínez y su equipo, serían los senos de las mujeres, si bien hay quien lo identifica con ídolos. También hay figuras circulares y geométricas.

En esta investigación, los autores han realizado un análisis del abrigo rocoso y del panel pictórico, incluyendo su morfología geológica (causante de la conservación y durabilidad de las pinturas a lo largo del tiempo); las técnicas utilizadas en la aplicación de la pintura; el contexto arqueológico regional; la atribución cronológica y la identificación del perfil biológico de los autores de las pinturas a través del análisis de paleodermatoglifos (huellas dactilares antiguas). “Además, el análisis del ancho de los trazos nos ha permitido confirmar que el pigmento se aplicó con los dedos y que las huellas dactilares documentadas pertenecen a una fase 2, la más reciente, de un pigmento ocre oscuro, como un repintado posterior”, apuntan los autores.

El Jabalcón, sobre la cuenca de Baza.

El refugio fue descubierto durante un trabajo de campo realizado entre 2004 y 2005. Es una cavidad con una abertura orientada al este en un muro de piedra caliza casi vertical, de unos 100 metros de altura, que ofrece amplias vistas sobre la cuenca de Baza. Es poco profundo y abierto, unos 13 metros en la parte exterior y cuatro de profundidad. El panel con los dibujos está justamente en la zona más profunda, a resguardo de la erosión del agua y el viento.  Al parecer, la evidencia de actividad prehistórica es escasa en la comarca, pues sólo se han hecho estudios de superficie, pero si se sabe que hay 19 yacimientos arqueológicos en un radio de  unos 10 kms, entre el Neolítico y la Edad del Bronce. «No sabemos en realidad por qué hacían estas representaciones rupestres, si estos abrigos eran santuarios o lugares de reunión de las comunidades. Pero esa huella de un dedo en medio de un trazo es algo físicoy tangible, un vínculo con aquellos humanos que podría investigarse en otros sitios para averiguar más datos sobre los aquellos artistas», señala el científico. 

En el estudio han participado, además de Francisco Martínez Sevilla, Meritxell Arqués, Xavier Jordana, la mencionada Assumpció Malgosa, José Antonio Lozano Rodríguez, Margarita Sánchez Romero y Javier Carrasco Rus (Universidad de Granada) y Kate Sharpe (Universidad de Durham en el Reino Unido).

 

 

 

De Armenia a Marte, un viaje para 2021 con Starmus


ROSA M. TRISTÁN

Cuando el festival Starmus nació en Canarias en 2011, su promotor, el astrónomo Garik Israelian, no imaginaba que se convertiría en un evento de fama mundial y vocación itinerante. Diez años después, la próxima parada de Starmus, nacido para aunar ciencia y cultura, será Armenia, lugar de origen de su fundador y punto de partida de un viaje que nos trasladará a los misterios y los retos que supone para la Humanidad conocer nuestro planeta vecino: Marte. La exploración de ese mundo, situado a 54 millones de kilómetros de la Tierra, cuando se encuentra más cerca, forma del imaginario humano desde que Galileo Galilei lo descubriera allá por 1610 con su rudimentario telescopio y ahora más que nunca parece estar de moda.

El Starmus VI Festival fue anunciado oficialmente hace escasos días, con pocas horas de diferencia del lanzamiento de la nave espacial china ‘Tianwen-1’ hacia el planeta rojo. Llegará en febrero de 2021 si nada falla antes.  Mientras la sonda, con un orbitador, un módulo de aterrizaje y un rover, iniciaba su aventura, a miles de kilómetros se presentaba lo que pretende ser un homenaje a quienes desde hace cinco décadas han puesto su mirada en ese mundo gélido y árido. La primera misión desde la Tierra que tocó su superficie sin estrellarse fue la Mars 3 de la URSS, en 1971, que nos envió los primeros datos e imágenes desde tan inhóspito lugar que soñabamos lleno de ‘hombrecillos verdes’. Apenas dos semanas antes, en plena carrera espacial, alentada por la Guerra Fría, se había lanzado la misión Mariner 9 de la NASA (Estados Unidos), que se convertiría en el primer satélite marciano. En realidad, desde entonces sólo 26 de las 56 misiones enviadas a Marte han sido un éxito, entre ellas las cuatro americanas que llevaban rovers a bordo (Sojourner, Spirit, Opportunity y Curiosity).

“Estoy muy contento de que el próximo año Starmus se celebre en Yerevan, gracias al total apoyo de las autoridades de mi país, muy comprometidas para que sea un éxito y dedicarlo a los 50 años de exploración de Marte será un imán para quienes quieren mirar más allá de la Tierra”, explica Israelian, que ya está en marcha para ofrecer muchas sorpresas entre el 6 y el 11 de septiembre del próximo año. Para entonces, si se cumplen las previsiones, se da por seguro que las vacunas contra la COVID-19 nos habrán alejado la amenaza de la pandemia con la que el mundo brega desde comienzos de este año y viajar a Marte, con escala en Armenia, será una oportunidad de acercarnos a ese mundo.

Entre los que ya han confirmado su asistencia al próximo Starmus VI están varios premios Nobel, como el noruego Edvard Moser (quien descubrió con May Britt Moser las células que componen el sistema de posicionamiento en el cerebro humano) y el  astrónomo suizo Michel Mayor, que reveló que en el Cosmos había planetas más allá de nuestro Sistema Solar. Además, están convocados muchos de los que más saben de este planeta, de cómo se podría vivir allí, de las misiones pasadas y de las que están en marcha. Y es que, además de la nave China, el pasado 20 de Julio despegó hacia la atmósfera marciana la misión Hope Mars de los Emiratos Árabes Unidos y este 30 de Julio ha salido la misión Mars 2020 de la NASA, en la que participan varios proyectos punteros españoles destinados a encontrar vestigios de vida marciana, si la hubo. De todo ello se hablará en Armenia, y de otros proyectos tan ambiciosos como el de SpaceX, que trabaja ya en preparar una misión tripulada a este planeta rojizo. Es más, como las tres misiones llegarán a su destino en febrero de 2021, para septiembre es más que posible que ya nos cuenten novedades de todas ellas.

Y no sólo habrá mucho debate científico, sino que investigadores de las más diversas áreas del conocimiento compartirán espacio con músicos como Brian May, del grupo Queen, astronautas como Charles Duke, que viajó en el Apollo 16 y se paseó por la Luna, creadores como el padre del iPod y fundador de NEST, Tone Fadell.  El resto de ponentes, artistas y músicos invitados los dará a conocer el Consejo Consultor de Starmus en los próximos meses. 

La invitación para su celebración en Armenia surgió el pasado año durante el Starmus V, celebrado en Zürich. Fue realizada por el propio presidente del país, Armen Sarkissian, y de hecho la organización será bajo su Alto Patronazgo, con el apoyo del Ministerio Educación, Ciencia, Cultura y Deporte y del Ministerio de Altas Tecnologías armenios.

Para terminar, la autora con Alexei Leonov. Fue  la segunda foto con él. Y la última..

Haciendo historia, conviene recordar que Starmus Festival nació en Tenerife (Canarias), con la intención de convertirse en un evento español de referencia científica y cultural mundial. Lo segundo lo consiguió, y logró hitos como que Neil Armstrong, Alexei Leonov  o Stephen Hawking (hoy los tres fallecidos) visitaran nuestro país, en el caso del último logrando ilusionar tanto al famoso astrofísico que pasó a formar parte de su comité. Hoy la Medalla Hawking a la divulgación científica recuerda ese compromiso. Pero Israelian no consiguió lo primero, que Starmus se quedara en España, ante una falta de apoyo institucional y empresarial a nivel nacional y autonómico que dice mucho de lo que se ha valorado la divulgación de la ciencia en este país. Finalmente, después de tres festivales canarios, y ante las invitaciones para llevarlo a otros países, Israelian y su equipo optaron por celebrarlo en 2017 en Noruega, en concreto a Trondheim, donde contó con la presencia de los príncipes herederos y las autoridades del país. Sirva de prueba del compromiso con el festival.

El último Starmus V tampoco regresó a España. Fue en 2019 y conmemoraba un momento único en la historia de la Humanidad: los 50 años de la llegada a la Luna.  Se convocó en Zürich (Suiza), ciudad donde logró reunir a casi todos los astronautas vivos que participaron en las misiones Apollo de la NASA. Ahora, el siguiente será en Armenia… y surge la pregunta inevitable: ¿Regresará algún día al país que lo vio nacer? De momento, todo indica que mucho tiene que cambiar el panorama.

Respecto a la Medalla de Hawking, recordar que ya ha sido recibida por Elon Musk, Jean-Michel Jarre, Neil deGrasse Tyson, Brian Eno, Hans Zimmer y el documental Loco por las partículas (The Particle Fever), dirigido por Mark Levinson.

Os animo a seguir de cerca las futuras incorporaciones a un plantel que, sin duda, de nuevo será estelar y muy marciano.

El ‘link’ de los genes neandertales y la COVID-19 más grave


Una investigación preliminar revelaría que genes de estos humanos extintos que tenemos en el ADN agravan la infección por el coronavirus

ROSA M. TRISTÁN

Desde que en 2010 (Science), el equipo de Svante Pääbo, en el instituto Max Planck de Alemania, revelara el genoma de los neandertales, y descubriera que los euroasiáticos compartimos con ellos entre un 1% y un 3% de nuestro ADN (quizás más), son muchos los trabajos que han ido relevando cómo los genes que heredamos (los no africanos) de esta especie humana extinta tiene relación con el impacto de algunas enfermedades, como la depresión, la diabetes de tipo 2, el mal de Crohn o la cirrosis biliar, incluso la esquizofrenia. Ahora resulta que también podrían tener que ver con la infección por el SARS-Covid-19, según acaba de publicar The New York Times.

Sin embargo, es una información a coger ‘con pinzas‘ porque si bien el meticuloso Pääbo es uno de los firmantes, junto a Hugo Zeberg (del Instituto Karolinska), se trata de una investigación que aún no ha sido publicada en ninguna revista, y por tanto no ha sido revisada por otros científicos, que deberán dar su visto bueno. De momento, sólo ha sido publicada en un repositorio on line de artículos científicos ‘prepublicados‘, en este caso sobre biología. Es un sistema que, por un lado, permite que otros colegas tengan acceso libre a hacer comentarios a los artículos antes de ser publicados oficialmente, pero que tiene el riesgo de que se den por ciertos resultados que pueden tener cambios.

El pre-artículo en cuestión, titulado «El mayor factor de riesgo genético para la COVID-19 severo, heredado de los neandertales«, viene a decirnos que desde que nuestra especie ‘sapiens‘ salió de África y se hibridó con nuestros parientes prehistóricos euroasiáticos (hace entre 40.000 y 60.000 años), han permanecido en nuestro ADN seis genes en el Cromosoma 3 que coinciden con los que se relacionan con los enfermos más graves por el SARS-CoV-2 . En la investigación de  Ellinghaus y sus colegas también asociaban esa gravedad con una región del Cromosoma 9, que es la que determina el grupo sanguíneo ABO, y que también la tenemos heredada de los neandertales, si bien investigaciones posteriores ha restado protagonismo al grupo sanguíneo. Lo que si parece confirmarse, de momento, es que quien lleva esas variantes genéticas del Cromosoma 3 tiene hasta tres veces más riesgo de enfermar de gravedad.

Ellinghaus hizo su estudio -éste si publicado-, con datos de 3.199 pacientes hospitalizados por coronavirus en Italia y España para averiguar si había componentes genéticos en el hecho de que algunas personas contagiadas sean asintomáticas mientras otras llegan a fallecer o estar muy graves, sobre todo hombres y personas ancianas. Es un asunto en el que muchos grupos de todo el mundo se han puesto a trabajar y que llamó la atención de Zeberg y, a través de él, de Svante Pääbo.  «Demostramos -señalan en el texto- que el riesgo es conferido por un segmento genómico de unos 50 kb que se hereda de los neandertales y que ocurre con una frecuencia de un 30% en el sur de Asia y un 8% en Europa».

Distribución geográfica de los genes de neandertal que podrían provocar el COVID-19 más grave.

Este fragmento del genoma implicado, consideran improbable que sea fruto de la selección natural y habría permanecido en el ADN porque, especulan, a lo largo de decenas de miles de años nos habrían protegido de virus, pero de virus europeos de hace 60.000 años no de un coronavirus del siglo XXI. Los investigadores alemanes explican que es una variante muy común en Bangladesh, donde la tiene el 63% de la población, y en sur de Asia (en torno al 30%), mientras que en el este de Asia la tiene sólo un 4% y casi no existe en África, dado que el cruce entre las dos especies humanas se produjo a la salida de ese continente de los ‘Homo sapiens‘ y pocos africanos tienen genes neandertales. También, indican, es posible que el segmento genético mejorara la salud de los surasiáticos, quizás favoreciendo una respuesta inmune a los virus en la región. Eso  puede explicar en parte por qué las personas de ascendencia bangladesí están muriendo a una alta tasa de Covid-19 en el Reino Unido», según una declaración de Pääbo en el diario norteamericano.

Svante Päävo, del Max Planck Institute, en el UISPP en Burgos. @Rosa M. Tristán

Los autores reconocen en The New York Times  que sus conclusiones son ‘pura especulación’, pero como se lee en el ‘preprint‘, han comprobado que 12 de los 14 nucleótidos identificados por Ellinghaus como factores de riesgo están también en los 33 fragmentos de ADN de esta posición en el fósil neandertal de Vindija (Croacia), usado para descifrar el genoma de la especie. Curiosamente, son muchos menos en el ADN de neandertales de Siberia (en los de Altai o de la cueva Chagyrskaya, también secuenciados) y no existen en el de los denisovanos. También los buscaron en el ADN de ancestros comunes a todos estos humanos, de hace unos 500.000 años, pero sin resultado: los genes están más presentes en el fósil croata que en cualquier otro; por otro lado, esa es la población neandertal que más se ha extendido entre nuestra especie.

«Actualmente no se sabe qué característica en la región derivada de neandertal confiere riesgo de graves con COVID-19 y si los efectos de cualquiera de estas características son específicos de los coronavirus actuales o, de hecho, de cualquier otro patógeno. Una vez que se aclare esto, es posible especular sobre la susceptibilidad de los neandertales a patógenos relevantes. Sin embargo, en la pandemia actual, está claro que el flujo de genes de los neandertales tienen consecuencias trágicas», concluyen.