¿Lágrimas de sirena? No, pélets de plástico fuera de control


Foto del impacto en Sri Lanka del accidente de un portacontenedores hace unas semanas. Eso son pélets. FIRMA: S. KODIKARA AFP

ROSA M. TRISTÁN

Hay quien las llama ‘lágrimas de sirena’ pero el poético nombre oculta una de las contaminaciones plásticas marinas más desconocida: la invasión de pélets, esas bolitas blancas procedentes del petróleo que son la materia prima de infinidad de objetos de plástico y que se mueven por millones de toneladas por el mundo, con estratosféricas previsiones de consumo para la próxima década. En el caso del Mediterráneo, su presencia es visible en infinidad de playas y ahora una expedición oceanográfica trata de determinar algunas de las ‘rutas’ que siguen desde costas españolas.

El volumen de pélets en movimiento es exorbitado. Un reciente informe, realizado por UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo), señala que el 5% del comercio mundial son hoy objetos de plástico (cifras que no incluyen el que contienen incorporado coches, ordenadores, etcétera)  y que suponen ya UN TRILLÓN de dólares al año, un 40% más de lo que decían estimaciones previas. Pues bien, en su exhaustivo documento, UNCTAD señala que el material primario (es decir, pellets y fibras para fabricarlos) suponen hasta el 56% de ese volumen comercial, seguido de formas intermedias (11%),  bienes manufacturados intermedios (5%), productos finales (21%) y, finalmente, los residuos plásticos, que al final del ciclo viajan de nuevo de un país a otro (el 2% de ese comercio). A destacar que sólo entre los textiles sintéticos y los neumáticos ya suponen el 60% de la producción mundial plástica que se comercializa fuera de las fronteras nacionales.

La economista de UNCTAD y coautora del informe, Diana Barrowclough, destaca que era importante estudiar el comercio de todo el ciclo del plástico para tener un retrato más fiel de la realidad y “promover el cambio hacia una producción, un consumo y un comercio más sostenibles » que reconoce que “excede con mucho la capacidad de gestión de los residuos”.

Pélets en playa La Pineda . Foto de Vila Nova Comú

Si nos centramos en el pélet, sólo en la UE, según datos de la Comisión, al año se pierden en el medio ambiente unas 160.000 toneladas de estas bolitas, un buen pellizco de las 250.000 toneladas desaparecidas a nivel global. ¿Y dónde van? A los mares, en un alto porcentaje, hasta acabar en el estómago de la fauna oceánica, incorporarse en los músculos de las tortugas y sardinas. Es más, hoy su posible impacto en la salud humana es una de las mayores preocupaciones de los europeos y australianos, como ha determinado un estudio de la Universidad de Exeter, pero sigue siendo un asunto pendiente. “Si bien ya conocemos bastante de los impactos ambientales se sabe poco de cómo afecta a nuestra salud humana y es algo que preocupa y se debería investigarse más”, reconoce la científica Sophie Davison, cuyo trabajo ha sido publicado este mes en la revista Global Environmental Change.

La realidad es que es raro visitar una playa sin tropezarse con plásticos. Y, si nos fijamos más, lo es también no ver estas bolitas blancas que para la mayoría son ‘objetos no identificados’ y están en la base de la fabricación de bolsas, envases o zapatos. En algunos casos son auténticas ‘granizadas’, eso si, no se deshacen, como reflejan las imágenes que días pasados han llegado de las playas de Sri Lanka, tras el incendio en un buque portacontenedores que llevaba más de 1.800 apilados, 80 de ellos con sustancias peligrosas como los pélets. Todo ha acabado en el océano en lo que, según la ONU, ha sido un accidente de impacto planetario, con escaso impacto mediático a este lado del mundo.

Mucho más cerca, en la costa catalana, estas pandemias plásticas flotantes son recurrentes, al albur de las corrientes y el viento, en lugares como la playa de La Pineda, de Vila-seca (Tarragona), según denuncia la ONG Good Karma Projects . La organización catalana señala que, con toda probabilidad, estas ‘no lágrimas’ provienen del Polígono Industrial tarraconense, dado que las han visto en el río Francolí y en barrancos a más de 20 kilómetros tierra adentro. También el Seprona apunta a este lugar en una investigación iniciada tras una gran fuga de pélets plásticos, por más que la  Associación Empresarial Química de Tarragona (AEQT) asegura que todas las empresas están adheridas a un compromiso de control de los microplásticos. La realidad refleja poco de ese compromiso. “Es el complejo petroquímico más grande de Europa, con el 0,7% de la producción mundial de pélets, dos millones de toneladas al año. A las dos semanas de la tormenta Filomena, la playa de La Pineda estaba llena de bolitas. Con el viento mistral, que sopla hacia el Mediterráneo, la mayoría van mar adentro, en dirección a Mallorca y Menorca, donde ya se han visto en cuatro calas”, señalaba Jordi Oliva, cofundador de Good Karma Projects.

El compromiso al que se refiere la asociación empresarial es el certificado de Operation Clean Swepp, una iniciativa mundial que deja en manos de las empresas fabricantes tanto la prevención como la solución a escapes de microplásticos . Para Surfrider Foundation Europe, que colabora con Good Karma Projects, el problema es la falta de una normativa sobre el asunto y un control muy sui géneris.

En todo caso, como no se ha podido constatar fehacientemente que el pélet que inunda el Mediterráneo tenga origen en Tarragona, ambas organizaciones se han unido en una expedición oceanográfica bautizada como #ChasingPellets, para buscar las pruebas. Con un velero de 9,5 metros de eslora, y durante diez días, recogerán los pélets de las aguas entre Tarragona y Baleares, utilizando una manta trawl.  “Surfrider estamos en 12 países de la UE y en otros continentes para la defensa de los océanos y hemos hecho numerosas campañas Cost Defenders desde 2008, de las que 14 están en activo, y esta expedición forma parte de ello”, recordaba Simon Witt, responsable del programa Coastal Defenders de Surfrider Europe, y uno de los miembros de la tripulación.

Según el estudio de la UNCTAD, Estados Unidos, la Unión Europea, Arabia Saudí y Corea del Sur son los mayores exportadores de estas formas primarias de plástico mientras que China figura como el principal exportador de productos manufacturados, intermedios y finales. Para ello, el país asiático necesita importar muchos pélets y fibras, que viajan de acá para allá cruzando océanos. También hay países -como los de la UE, Alemania y Estados Unidos- que a la vez importan y exportan, en un ir y venir sin tregua. «Otros países destacan sólo en ciertas partes del ciclo de vida de los plásticos o en sectores específicos», señala Julien Christen, investigador asociado del Graduate Institute y otro coautor del trabajo.

Al mismo tiempo, se reconoce que algunos de los países más afectados por la contaminación del plástico son los que menos contribuyen a su producción, consumo y comercio, especialmente los pequeños estados insulares en desarrollo donde hasta las sirenas lloran.. pero lágrimas de agua salada.

La Cara Invisible del Planeta: una cita para limpiar, tras mucho ensuciar…


Más de 200 grupos en 31 provincias se suman en la recogida de residuos en ríos, playas y montes de toda España bajo el lema “Desplastificar los supermercados”

ROSA M. TRISTÁN

La ‘bola’ ha crecido como si fuera de nieve… hasta fundirse por muchos rincones de este país, desde la Playa de los Genoveses (Almería) a la de Bastiagueiro (en A Coruña). Es la convocatoria de la ‘La Cara Invisible del Planeta’, un movimiento social, independiente y comprometido, que ha logrado reunir a cerca de 200 grupos de activistas ambientales de todo el país en 31 provincias para limpiar, en la jornda próximo sábado12 de junio, los ríos, lagos, pantanos, fondos oceánicos y playas. Celebrarán así el Día Mundial de los Océanos, que en realidad es este día 8.

Para poner el contexto en el que nos movemos, sólo recordaré una de las muchas cifras que dan idea del volumen de plásticos en nuestros mares-vertederos: ocho millones de toneladas de ese material llega cada año a la parte azul del la Tierra, más del 70% a través de los ríos. Ya os he contado que está integrado en los músculos de las tortugas y las sardinas y que es imposible saber cuánto hay en las profundidades. Ni siquiera hay datos fiables de todo lo que flota del Ártico a la Antártida..

La campaña de este sábado, coordinada por las organizaciones “Ola sin plástico” y “Nasti de plastic Bizkaia”, quiere, según sus promotoras, mostrar la conexión que hay entre todos esos espacios: supermercados, espacios naturales y mares. Comenzó a gestarse el pasado mes de octubre, cuando a las asociaciones vascas se sumaron otros colectivos, como Enmienda Tu Mierda, en el corredor del Henares (Madrid). “El boca a boca corrió como la pólvora. Somos independientes totalmente de otras iniciativas similares y no ha sido fácil conseguir los permisos y materiales, dado que no contamos con financiación, salvo puntual en algunas provincias. Para organizarnos, montamos un canal de Telegram, que echa humo, pero visto el resultado estamos muy felices”, cuenta Nuria Atienza, de Nastic de Plastic Vizcaya.

En su caso, están preparando una recogida de plásticos en Plenztia, un lugar conocido por la cantidad de basura que se acumula, ya sea en la zona de playa, en el puerto bajo el agua o en las orillas de la ría.  En esta ocasión, con la colaboración de una organización de personas con discapacidad. “Lo que muchos no saben es que para ir a limpiar Costas nos cobra 190 euros por el permiso para limpiar”, señala Atienza. No deja de ser surrealista, cuando por tirar residuos no se paga, salvo raras excepciones, como prueba la cantidad de porquería que hay en nuestro medio ambiente. 

Limpieza de Enmienda Tu Mierda en río Jarama. @Rosa M. Tristán

En el caso de Enmienda Limpia Tu Mierda, Esther Moraga cuenta que ya tienen 40 inscritos y que volverán otra vez más al río Jarama, “porque ahí tenemos para sacar y sacar basura mucho tiempo” : los colectores cargados de toallitas, bastoncillos y demás residuos se vierten todavía sin control alguno al cauce de este afluente del Tajo. “Es esa cara invisible que no vemos pero está ahí y creemos que limpiar sirve para recuperar, pero también para concienciar, como también lo hacemos al ir los colegios a contar cómo estamos destruyendo la naturaleza”, comenta Ester.

En el caso de Pleintza, explican que Costas no les deja poner una carpa informativa sobre la actividad, que serviría de divulgación ambiental y para dar a conocer el lema de la recogida y promover la vuelta de los supermercados la venta ‘a granel’ . “Lo importante es dejar el mensaje de que no hay que comprar plásticos innecesarios; pensamos que reciclar es el compromiso más light, necesario pero insuficiente. Mucho plástico que tiramos al contenedor amarillo acaba incinerado; con ello, no se trata de desincentivar el reciclaje pero hay que ser conscientes de que el objetivo es comprar menos y sin esperar al 2050”, señala Atienza.

Basta echar un vistazo al mapa para ‘clickar’ en el punto que interesa e inscribirse. En municipios como El Boálo, incluso se convoca para ir a caballo. En otros, como Badalona o Palma de Mallorca, la cita incluye a buceadores dispuestos a limpiar el fondo marino.  Hay convocatorias a las que se han sumado de grupos locales de Ecologistas en Acción, WWF o Fridays For Future, pero también las hay de otros colectivos más pequeños, escuelas de buceo o surf, pequeñas empresas, proyectos europeos, cofradías de pescadores… Todo un catálogo para elegir el más cercano.

La idea que tienen es sumar el peso de todo lo que se recoja y realizar una clasificación para saber qué tipo de objetos son los más frecuentes en cada zona, para lo cual todos los grupos anotarán los datos en una ficha estandarizada, acordada previamente. Estos datos serán volcados en el programa SurfRider y se incluirán en sus informes anuales. En el caso del País Vasco, además, la empresa Tecnalia quiere utilizar lo recogido para un proyecto de investigación europeo sobre el comportamiento del plástico en los mares.

La Cara invisible del Planeta, señala en un comunicado,  no sólo quiere proponer un cambio en los usos y costumbres de los consumidores, sino también “un replanteamiento y toma de responsabilidades de la generación y del uso por parte de la industria, una mejora en la gestión de los residuos que promueva la reutilización y los envases retornables y una mayor responsabilidad tanto de las administraciones como de las personas individuales con el medio ambiente, en general, y el medio marino, en particular”. 

“Nos ha costado dinero porque hay que comprar guantes, bolsas, y hay ayuntamientos  que ayudan y otros que no nos ponen ni un contenedor para echar lo recogido; pero que quede claro que detrás no tenemos ningún interés lucrativo… La Cara Invisible del Planeta está formada por gente que se deja la piel día a día, la mayoría en su tiempo libre, porque quiere vivir en un planeta más sostenible, libre de plásticos” , insisten.

La realidad es que casi sobrepasadas por el éxito, pero encantadas pese a las trabas en el camino, las promotoras de esta limpieza general de nuestra naturaleza no dan abasto para coordinar a tanta demanda de participación como están teniendo, aunque también han tenido alguna baja porque no pagan nada por participar.

Llegados a este punto, recordar que las limpiezas están abiertas a la participación de toda persona interesada y que para conocer los puntos de limpieza en todo el país hay que entrar e inscribirse en www.lacarainvisibledelplaneta.org. El único requisito es tener muchas ganas de ver el paisaje más limpio.

¡Una semana envuelta en plástico! #NoPlastic por favor….


Playa del Caribe (Haití) @ROSA M. TRISTÁN

ROSA M. TRISTÁN

Aún me pregunto cómo he podido llegar a cumplir 55 años. Desde cría, apenas con 5 ya compraba chuches a una viejita a la puerta del colegio, que me vendía ‘pastillas de burra’, gominolas, regaliz… tras contar y recontar las piezas con las manos. Higiénico no era, pero aquí estoy, toda una superviviente. Bien es verdad que no recuerdo que ningún caso de muerte por ello.  Sin embargo, no se por cuánto tiempo voy a aguantar la realidad plastificada que me acogota. Ahora, cada día, me enfrento a montañas de plásticos que colapsan mi área de reciclaje en el hogar, me asfixian en cualquier supermercado y, lo que es peor, me hunden en profunda depresión porque, si intento huir a la naturaleza, me veo perseguida por una pesadilla en forma de botes, botellas, bolsitas, tapones, tampones, bastoncitos, garrafas… Todo de plástico, plástico, plástico, plástico… hasta el infinito y mucho más.

Debo reconocer que la muerte de un cachalote en la costa de Murcia con 24 kilos de plástico (palabra que voy a repetir conscientemente, porque aún siendo redundante no lo seré tanto como el plástico), no me ha sorprendido. ¿Alguien puede hacerlo sabiendo que millones de toneladas de plástico forman parte de nuestra realidad? Deja de leer y echa un vistazo a tu despensa.

Es un plástico que, está claro, no se gestiona bien en este país, y creo que en casi ninguno, pero hace tiempo he llegado a la conclusión  de que ya no basta con gestionar el residuo porque nos están engañando con una palabra que inunda todo, que igual sirve para levantar vallas en Melilla que para envolver cada galleta: la peligrosa radicalidad de la SEGURIDAD.

Ribera del Manzanares, Parque Regional Sudeste de Madrid @ROSA M. TRISTÁN

Os retrato lo sucedido en una semana: Empecemos por el domingo pasado, con un paseo que presuponía idílico por el Parque Regional del Sudeste (Madrid). Seguía una senda al río Manzanares -que acaba en el Jarama, que va al Tajo (el del trasvase a Murcia), que va al Atlántico- cuando al acercarme a la orilla el espectáculo se tornó dantesco: plásticos, celulosa y trapos colgando de los árboles, jirones de una basura indestructible entre los nidos de los pájaros y también naves de porquería enganchada a plásticos rumbo al mar. ¿24 kilos en el estómago de un cetáceo? ¡Si hasta pocos me parecen!

El lunes. Un amigo guatemalteco de visita por estos lares me puso sobre la pista del primer conflicto internacional que conozco por invasión de plásticos:  ha ocurrido entre su país y Honduras,  pues Guatemala ha generado una impresionante oleada de basura de polietileno que las corrientes llevan a las costas idílicas del país vecino. ¿Solución?: han puesto alambradas en el cauce de los ríos (en concreto en el río Motagua, aunque debería llamarse Motaplástico) con objeto de retener allí tanto envase como llega a la desembocadura y recogerlo.

Costa de Honduras. Caroline Power

Eso si, luego la aparcan en la orilla, de donde retorna de nuevo al río, convirtiéndose así en un monstruo cada vez más grande, alimentado por millones de nuevos envases. Me decía mi amigo -para más señas se llama Oscar Arias, y trabaja en la ONG ambientalista  MadreSelva-, que le sobrecoge  ver el plástico inunda hoy las comunidades rurales más alejadas. Allá donde no llega un médico, ni un maestro, ni la luz, ni agua potable… si que llegan miles de plásticos con comida basura, con dulces, con refrescos… Esa imagen que me represento es la misma que he visto en Haití, en Senegal, en el desierto de Mauritania. Es el enemigodisfrazado de ‘compadre’ que llega para quedarse, porque para perdurar se inventó.  Plástico, plástico, plástico.

Así, llegamos al martes: un día más en el supermercado me enfrento a la batalla de la compra con ‘poco’ plástico. Todo un reto si no se dispone de mucho tiempo. Mi ojo se fija en un paquete envuelto el film transparente e intento averiguar el contenido. Imposible: es una amalgama de plásticos que, al parecer, esconde cuatro pequeñas piezas de bollería. Así que les hago una foto y se la envío, vía Twitter, al supermercado en cuestión, que no tarda en responder con cuatro largos mensajes que os adjunto y resumo:

«Trabajamos con nuestros proveedores para que todos nuestros productos cumplan los más estrictos estándares de seguridad alimentaria y calidad» «Para lograr estos objetivos es muy importante que el envase sea el más adecuado para cumplir su función: preservar las características naturales del producto y sus propiedades nutricionales… protegiéndolo de posibles contaminaciones y retrasando la oxidación y degradación de vitaminas y minerales. Todo ello contribuye a aumentar la vida útil del producto y a reducir el desperdicio alimentario» Y de remate concluyen: «Todos nuestros envases cumplen con las normativas sanitarias y ambientales: son reciclables y deben depositarse en el contenedor amarillo para que sean correctamente reciclados».

¿Conforme con las respuestas? Pues, ni mucho menos.

Primero, porque  no hay nada más peligroso e inseguro para el ser humano (y los no humanos, evidentemente) que convertir la Tierra en un vertedero, algo evidente que no hay científico que no defienda con pruebas. Segundo, porque la verdadera ‘inseguridad alimentaria’ es la falta de comida para 126 millones de personas  (datos el último informe de la FAO), cuestión que no se la solucionado con la producción industrial de alimentos ni con los transgénicos, por más que algunos se empeñen en defenderlos. Tercero: ¿qué sentido tiene proteger la oxidación de mi pequeña ensaimada generando la putrefacción general? Cuarto: no me sale la cuenta  del beneficio de aumentar la vida útil de un producto causando muerte de ríos y mares. Quinto: la alusión a la reducción del desperdicio alimentario con los plásticos, está en serias dudas (Informe de Amigos de la Tierra), que justo prueba lo contrario. Y sexto: ¡claro que hay que reciclar! Y mucho mejor si se pudieran retornar los envases, como hacía también de niña, lo que ahora no se puede… Pero ¿Acaso los que nos venden no tienen ninguna responsabilidad? Perdonen ustedes, pero yo creo que si la tienen. Por ello me gusta la campaña de Greenpeace España  para pedir a los supermercados que no nos plastifiquen la comida, pero no la pediría sólo para frutas y verduras, sino para muchos alimentos de apenas 100 gramos que ahora nos ponen sobre una bolsita individual, dentro una bandejita de polispán (plástico), cubiertas de film (plástico) o en otro envoltorio más grande con varias piezas (plástico) y que acaba en una bolsa con asas (plástico) porque si nos las venden es a precio de risa.

Miércoles. Sin buscarlo, me llega un artículo con la historia de los gusanos come-plástico que ha descubierto una científica del CSIC. Es una noticia del año pasado, que alguien ha recuperado justo ahora. Desde el punto de vista científico es un avance, claro, y da alas a quienes confían en que «ya solucionaremos el problema porque para eso somos seres inteligentes». Es un argumento que escucho cada vez con más frecuencia, pese a que los investigadores que defienden tamaña confianza en el ser humano son los menos. La noticia, enfocada como la solución que esperábamos, tiene su gracia: ¿realmente alguien puede pensar que los ocho millones de toneladas de plástico que generamos al año pueden ser zampados por gusanos que nacieron para comer cera y miel de abeja? ¿Es capaz de imaginar qué clase de mutaciones sufrirían estos invertebrados a base de polietileno? Con tanta comida, eso sí, estarían en su salsa. Sólo de pensar en la plaga de que se generaría (¿decenas de millones de mega-gusanos?) me dan auténticas náuseas. Casi tantas como las playas de Jacmel que ví en Haití hace un par de años, como esa foto de la costa hondureña que pongo en este artículo e hizo una turista: Carolina Power.

Jueves. Como las ciencias de la naturaleza no son una preocupación educativa (no son ‘competitivas’), entiendo que la gente no sabe casi nada del funcionamiento del planeta. Les cuesta imaginar que ese plástico insignificante que consume para un traguito de agua de 25 centilitros pueda viajar tan lejos, pero en este día descubro un vídeo que puede dar idea de cuán lejos llevamos la ‘seguridad’ de nuestra plastificación.

Es un vídeo en el que se ve a pingüinos (en el Pacífico Sur, no lejos de la Antártida) descansando en una isla muy peculiar, un tanto inestable. Se trata de un montaje de WWF, que no nos muestra los microplásticos que hemos visto como islas-sopas en otras ocasiones: los han puesto sobre esas insidiosas bolsitas de polipropileno, un material más ligero que el polietileno y que tiene una alta resistencia a la fisuración, ácidos abrasivos, solventes orgánicos y electrolitos, dicen sus fabricantes en sus web. También sobre envases de detergente, botes, botellas… que en la realidad si que llegan hasta la costa de la Antártida y quizás a su corazón (espero que el Trineo de Viento de Ramón Larramendi nos ayude a descubrirlo en su próxima expedición… pero ya me temo lo peor). También se ha probado  ya han conquistado el corazón del Ártico, así que el montaje puede dejar de serlo muy pronto.

Dicho lo cual, para el viernes sólo veo una solución posible: iniciar el BOICOT total como consumidores al ‘sobreempaquetado’ de plástico. Podemos hacer mucho daño si nos empeñamos. BOICOT a las empresas que inundan de envoltorios países donde no existe el reciclaje, sin preocuparse de esa coyuntura porque actúan en Estados con gobiernos donde lo ambiental sólo se entiende como una traba a lo que llaman ‘desarrollo’ (en el fondo, no estamos tan lejos nosotros).  Y BOICOT a los dirigentes políticos que siguen haciendo la vista gorda a esta invasión que es mucho más peligrosa que otras que quieren ‘vendernos’ y tienen que ver con la búsqueda de los derechos humanos básicos.

Es imposible librarnos de todos los plásticos de nuestra vida, pero con muy poco esfuerzo podemos expulsar kilos y kilos de nuestras cocinas, de nuestros ríos y campos, de nuestros mares.

No tenemos otro hogar y desde luego yo no se lo quiero dejar a los gusanos. Prefiero los pingüinos y los cachalotes.

 

YATES CONTRA EL SER VIVO MÁS ANTIGUO DEL PLANETA: POSIDONIA OCEÁNICA


@MANU SAN FÉLIX

ROSA M. TRISTÁN

Hace solamente unos días que fui consciente de que me he bañado sobre el ser vivo más grande y antiguo del planeta: la posidonia mediterránea que se extiende entre Ibiza y Formentera. Es un gigantesco organismo de 8 kilómetros de largo, vivo desde hace 100.000 años. Ese azul verde-turquesa, transparente, que siempre sirve para retratar la belleza del Mediterráneo, es posible gracias a su existencia. Y está en peligro, y con ella la misma belleza que proporciona, que acabaría así devorada por su propio éxito.

Cientos de embarcaciones de recreo, unas por falta de información y otras porque les da igual, están arrasando esa inmensa pradera marina, que no vemos pero que está ahí, en esas sombras oscuras que atisbamos desde la superficie y que son fascinantes escenarios de vida. Sin embargo, en todo el verano pasado apenas ha habido 20 sanciones (10 en Ibiza y 10 en Formentera) a quienes mutilaron parte de ese ser del que, irónicamente, admiraban su obra.


Ante tanto desastre -entre 2008 y 2012 la posidonia ha sufrido una regresión el 44% en áreas como S’Espalmador-, el Consell de Formentera ha lanzado una operación-campaña llamada #SavePosidonia y dentro de ella, un foro científico y social, que tiene por objetivo divulgar el valor de lo que para algunos no es más que ‘un alga fea’, pero que curiosamente es la hacedora de la belleza.

Fue en ese foro donde la consejera de Presidencia del Gobierno balear, Pilar Costa, reconocía que “no es fácil encontrar el equilibrio entre el turismo masivo y la naturaleza”, pero resulta evidente que hay que hacerlo, y así lo dijo, aún cuando se nos siga vendiendo como “buena noticia” la cantidad de turistas que llegan a nuestras costas, da igual a qué precio. Triste foto para el recuerdo la de los grandes yates arramblando con ese fósil vivo mientras se bebe un cóctel en la cubierta.

La investigadora Raquel Valquer-Sunyer, del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA, UIB-CSIC) fue muy clara al explicar que hay 700 especies ligadas a esa posidonia maltratada, y que son sus organismos los que producen el 70% de esa arena blanca y rosada sobre la que se doran los visitantes; Raquel nos contó que una hectárea de esta sola planta marina produce cinco veces más oxígeno que una de selva amazónica (entre 100.000 y 140.000 litros de oxígeno, según un estudio de Carlos Duarte) y que su presencia protege las costas de la erosión de las olas. Pero en los últimos años, el calentamiento global aumenta su floración (lo que no es bueno para su reproducción asexual), cada día hay más algas que la ocultan el Sol, las aguas residuales en aumento la enferman y los plásticos destruyen su hermosura. Por todo ello fuera poco, su ancianidad es una desventaja: Guillem Roca, de la plataforma Observadores del Mar, recordaba que al ser un solo organismo, que crece un centímetro al año sin ningún tipo de ‘fusión’ genética, tiene muy complicado adaptarse a los cambios que hay a su alrededor.

Mesa redonda del Fórum Save Posidonia @ROSA M. TRISTÁN

#SavePosidonia denuncia que hay días en los que hasta 700 yates y otros barcos arrastran sus anclas por el fondo destrozando la inmensa pradera. El hijo del mítico, por pionero, Jacques Cousteau, Pierre Ives Cousteau, nos recordaba que no haría falta más razón que su mera belleza para cuidarla, pero como ya estamos acostumbrados a ‘monetarizar’ la vida, me quedé también con el testimonio de la bióloga Clara Calatayud, que ha emprendido un proyecto de eco-turismo con tiburones en Baja California. Clara defendía que “la posidonia debe ser más protegida y que debe atraerse a visitantes más concienciados”; seguramente menos, pero mejores que los que fondean sobre ella arrancando de cuajo lo que ha tardado siglos en crecer.

La política también habló. Alejandra Ferrer, consejera de Turismo de Formentera, reconocía que se ha hecho mal uso de la ‘sostenibilidad’ en los últimos años, pero que no basta con pone normativas que prohíban si luego no hay medios para que saber si se cumplen, porque el reto es ese turismo responsable. “La posidonia es el PIB de Formentera, pero si no conseguimos el equilibro, perdemos el negocio; aquí no podemos limitar las visitas, que se concentran todas en la zona de protegida de Iletes, si desde otras instancias se vanaglorian de que llegan 70 vuelos al día aquí al lado”, concluyó.

No hace falta saber bucear, para comprobar de qué estaban hablando. En superficie se ven las pocas boyas donde amarrarse que hay (78), pero basta ponerse unas gafas para nadar sobre los rastros de las anclas, que se mueven con las olas y las corrientes. “Tenemos ahora un proyecto de Regulación de Fondos que abarcará toda la isla; con la implantación de pago por fondear y más vigilancia mejorará la situación”, avanzaba Daisee Aguilera, consejera de Medio Ambiente de la pitiusa. Por su parte, el vicepresidente del Govern balear, Miquel Barceló, cruzó a Formentera para anunciar un “decreto de la posidonia” que, dijo, va ser pionero en la protección de la planta y que iba a estar “la semana que viene”, aunque eso fue hace 15 días.

Ahora mismo ya hay 92.000 euros fruto del apadrinamiento promovido por #SavePosidonia (un euro por cada metro cuadrado apadrinado), fondos que se destinarán a proyectos de investigación y protección de este ser vivo.

Gráfico sobre la regresión de la posidonia oceánica en diferentes zonas de Formentera, de IMEDEA

Ancla sobre la posidonia en aguas entre Ibiza y Formentera.

Pierre Ives Cousteau, hijo de Cousteau @Rosa M. Tristán

Un grupo de los participantes en el Foro Save Posidonia en Formentera. @ROSA M. TRISTÁN

 

 

Semana de la Ciencia: Los plásticos, la vida, los mares… ¿Te apuntas?


Con motivo de la Semana de la Ciencia en Madrid he organizado, en colaboración con el Ateneo de Madrid, un encuentro sobre el impacto de los plásticos en la biodiversidad del Mar Mediterráneo y otros mares y océanos, bajo el título «Cambios biológicos y daños en los ecosistemas generados por los vertidos plásticos en el Mediterráneo».

¿POR QUÉ TE INTERESA VENIR?

Porque tras un siglo de ‘plastificación’ es hora de hacer balance de cómo destruyendo nuestro entorno con unos materiales que nos rodean por todas las partes, que vestimos, comemos, respiramos… Es importante conocer hasta dónde llegan los cambios para actuar en consecuencia. ¿Sabes lo que ocurre con las redes que caen en el fondo del mar? ¿Qué impacto tiene un globo? ¿Echas plásticos por el desagüe?

Pero hay alternativas y soluciones a la era del plástico-ceno.

¿QUIÉNES ESTAREMOS?

José Templado es biólogo del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Lleva más de 30 años especializado en la investigación de la biodivdersidad marina, la conservación y estudio de especies y espacios marinos protegidos, el estudio de especies invasoras. Vamos, que sabe muchísimo.

Elvira Jiménez, bióloga y responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace España desde hace ocho años. Con anterioridad trabajó en reservas naturales en México y Costa Rica. Una luchadora.

Vicente Leal es submarinista y camarógrafo. Primer premio Barandilla de Oro en el Ciclo Internacional de Cine Submarino  de San Sebastián 2015 con su corto “Tiny World” y Barandilla de Plata en 2017 con ‘Khelone’ sobre el impacto de la contaminación de los océanos en la vida subterránea. Desde luego, el que mejor conoce la profundidad de los mares de todos…

Rosa M. Tristán, yo misma, periodista ambiental y de divulgación científica con más de 30 años de profesión en diferentes medios. Últimamente he navegado por el Mediterráneo y he podido ver que ese mar es como una ‘sopa’ de polietileno.

¿CUÁNDO Y DÓNDE?

14 de Noviembre de 2017 (martes) en la Sala Ciudad de Úbeda del Ateneo de Madrid (Calle Prado, 21).  19 horas. Entrada libre. Para todos los públicos.

COPIAR INVITACIÓN Y COMPARTID.

¡¡¡OS ESPERAMOS!!!

La sopa de plástico del Mediterráneo, controlada desde el móvil


Así está el agua del Mediterráneo en Menorca. @ROSA M. TRISTÁN

Campaña para liberar de basura mares y playas gracias a la ‘ciencia ciudadana’

ROSA M. TRISTÁN

Cada segundo 200 kilos acaban en los oceános, unos ocho millones de toneladas al año. Plásticos que perduran hasta que se descomponen y algún cetáceo o tortuga o pez o ave marina se los traga o los estrangula o los apresa hasta la muerte. Plásticos que viajan por el globo terráqueo hasta llegar a zonas inhóspitas como el Polo Norte (allí lo ha detectado una expedición al Polo Norte de la Universidad de Exeter), que causan daño cerebral en los peces (Universidad de Lund) y que se cuelan en la sal de la ensalada (Universidad de Alicante). Plásticos que hacen daño a la vista si se ven, pero que también envenenan si no se ven. Flotando a medias aguas en alta mar o varados en los fondos.

El velero de Alnitak, en aguas de Menorca, en la campaña #Libera1m2. @ROSA M. TRISTÁN

En la foto que preside este artículo hay un frasco lleno de fragmentos plásticos, casi todos de polietileno. Se recogieron hace unos días en menos media hora desde el barco Toftevaag, perteneciente al Centro Alnitak, de la superficie del Mediterráneo, cerca de Menorca. Es un lugar reserva de la biosfera desde hace un cuarto de siglo y zona ZEPA, de especial protección de aves. La imagen contrasta con el mar color esmeralda que hay en esa costa. Es el mismo y engañoso agua.

Alnitak, entidad dedicada a la investigación y educación marina, trabaja en la campaña lanzada por SEO/BirdLife, en colaboración con Ecoembes, con dos fines muy claros: concienciar de que ‘basta ya’ de convertir océanos en vertederos y a la vez hacer ‘ciencia ciudadana’, que consiste en implicar a la sociedad para recoger residuos de playas y océanos y así obtener datos que nos digan qué es lo que hay, en qué cantidad y, gracias a las etiquetas, de donde viene. Es la campaña #Libera1m2  y  se desarrolla en al menos 70 puntos costeros estos días con diferentes organizaciones. En principio dura una semana, aunque debiera extenderse meses y años, hasta que ese ‘consomé’ fruto del petróleo desaparezca.

Filtro del agua, en el que se recogen muestras de plásticos. @RMT

Antes de partir del puerto de Mahón a bordo del velero, Pilar Corzo nos explica en qué consiste la app Marnoba para móviles y tabletas que se ha desarrollado desde la plataforma, del mismo nombre, para extender esa ciencia ciudadana: la aplicación permite que los residuos plásticos marinos queden clasificados y registrados en una base de datos del Ministerio de Medio Ambiente. “Es importante saber qué hay para que se tomen las medidas adecuadas, un estudio que es novedoso y se realiza a nivel europeo”, señala Corzo, mientras el capitán prepara el barco para la salida.

Para que los datos recopilados sean  útiles se dividen en cuatro módulos dentro de la app: playas, fondos para buceadores, barcos arrastreros y basuras flotantes, según donde se recoja la basura, que queda totalmente ‘fichada’ en su localización.  “El impacto de esta basura es tremendo y no sólo dentro del agua, también en aves marinas, aunque es más difícil de determinar; las aves los confunden con alimento y se los tragan, o se enredan en rafias y redes. En un estudio reciente se detectó que el 90% de las aves tenían microplásticos en el estómago. Ahora, queremos más datos para profundizar en estos impactos”, afirma Pep Arcos, el especialista de SEO/BirdLife en aves marinas. 

Lo mismo ocurre con las tortugas, que  los ingieren pensando que son medusas, una delicatessen para su dieta. Es para pensárselo dos veces: las bolsitas inútiles que nos dan en las farmacias y tantas otras tiendas, el flotador que olvidamos, un globo o el tapón de esa botella de agua están detrás de la regresión de las poblaciones de un buen número de fauna en el ‘vertedero’ que es el Mediterráneo. Así lo ha comprobado Ricardo Sagarminaga, propietario Toftevaag y fundador de Alnitak, que colabora con instituciones como el NOAA de Estados Unidos y que acaba de terminar una expedición de dos meses para el seguimiento de ballenas, delfines, tortugas, además de los muestreos y filtrados de basuras. “Todo lo que lleva etiqueta lo fotografiamos para saber de dónde viene y qué es, pues es el único modo de poder  tomar medidas preventivas. Otra cosa es recoger todo este plásticos, eso es imposible. Sólo disminuyendo el consumo es posible acabar con esto”, reconoce el experimentado navegante.

Ya iniciada la singladura con el velero de Alnitak (nombre de una estrella de la constelación Orión), el paisaje va abriéndose a la mirada: las calas costeras, algunas pardelas en el horizonte, delfines saltando. Un paraíso aparentemente inmaculado. Mientras Pep Arcos otea el horizonte en busca de aves, Sagarminaga pone en marcha el ‘transecto’, un filtro de agua que echa al agua y, como la cola de una cometa, flotando, nos va siguiendo la estela. En media hora, el resultado es sobrecogedor: un frasco en el que flotan infinidad de  bolas pelet y otros restos de colores, pequeños fragmentos que no llegan a la categoría de microplásticos, como los que genera nuestra ropa al lavarse, pero que ya están en proceso de descomposición, hasta confundirse  con el placton que alimenta los peces que nos alimentan a los humanos.

A proa, no lejos de los delfines, de repente aparece un besugo. Azul brillante. Con el ojo muy abierto. “Otro globo. No sabes cómo detesto los globos infantiles”, comenta el capitán Juan Manuel Arestre mientras lo ensarta desde la quilla. Son globos de colores, con formas de perros, gatos y soles que salen volando a miles de cientos de cumpleaños. El besugo pasa a formar parte del montón de bolsas que se acumula en la cubierta. Las han recogido con una zodiac en apenas 10 minutos, restos de paquetería de supermercados, envíos, sacos, algunos con etiquetas casi ilegibles en árabe. A saber de dónde vienen. “Si es que lo de cobrar 5 céntimos por una bolsa, no sirve. Mientras no controlemos el consumo, esto no tiene solución. Y reciclar, claro”, apuntan los tripulantes.

El  Toftevaag, con las velas al viento, se acerca a la Isla del Aire, en realidad un islote rocoso en el que solo hay un faro y donde nidifican aves como la pardela cenicienta o el paíño europeo. Desembarcamos. Allí también vive una lagartija negra (subespecie de Podarcis lilfordi lilfordi)  única en el mundo.Una capa de posidonias secas nos indica que allí cerca hay grandes praderas de estas algas que son nichos de biodiversidad. Basta fijar la mirada para que la belleza se trunque. El suelo es una alfombra sembrada de mini-plásticos y otros no tan ‘mini’ traídos por las corrientes. Proliferan los tapones de botellas: «Es que las botellas se llenan  de agua y van al fondo», señala Pilar. En apenas unos minutos, me hago con más de 50 tapones. Otros muchos plásticos son difíciles de identificar. En realidad, la escena no es original: se repite en muchas costas españolas del Levante.

Después de introducir los datos de la recogida en la app Marnoba volvemos a bordo. El azul esmeralda del mar ya nos parece más turbio. Hemos estado cinco horas de travesía. 18.000 segundos. En ese tiempo, 3.800 toneladas de plásticos han llegado a los mares… Campañas como Libera deberían ser obligatorias.

@ROSA M. TRISTÁN

Tu ‘forro polar’, un peligro para los océanos: las microfibras


ROSA M. TRISTÁN

En los mares de la Tierra aparecen nuevas islas ‘artificiales’, grandes extensiones hechas con pedazos de plásticos diminutos, incluso microscópicos, que cambian de lugar y que acaban transformando a los organismos vivos que los ingieren. Se calcula que cada segundo 200 kilos acaban en los océanos, una cantidad que ha aumentado hasta un 450% en tan sólo medio siglo y, lo más preocupante, que no deja de incrementarse debido a las microfibras de la ropa o las microesferas de los cosméticos. Acabar con ellas es un reto pendiente para la ciencia y no seguir abusando de su uso el objetivo pendiente de la Humanidad.

@Discovery

Habitamos un planeta en el que el 23% de la población vive cerca de mares de los que, en buena medida, depende para su alimentación. Sin embargo, ese masa de agua que ocupa el l 75% de la superficie terrestre en el último siglo han sufrido una transformación insospechada. Recientes estudios científicos estiman que cada año ocho millones de toneladas de plásticos acaban en los océanos, y que el 80% proviene de tierra, cifras que no son fáciles de probar. El ser humano ha encontrado en el plástico la bicoca de un material resistente al paso del tiempo que, sin embargo, ha convertido del consumo de ‘usar y tirar’. De momento, según los científicos consultados por Estratos, la única solución factible pasa por reducir la cantidad de los vertidos mediante la concienciación ambiental, pues las alternativas factibles o no dan abasto o requieren desarrollos tecnológicos que están muy lejos en el horizonte.

Salud Deudero.

Así lo defiende, entre otros investigadores, la bióloga Salud Deudero, del Centro Oceanográfico de Baleares, que lleva muchos años navegando por uno de los mares más contaminados del planeta, el Mediterráneo. “En realidad, ni siquiera sabemos con exactitud la cantidad de fibras micro-plásticas que hay, pues lo que hacemos los investigadoes son muestreos que se extrapolan, pero lo de lo que no hay duda es que los polímeros del petróleo están en todos los lados, desde los polos a las aguas profundas, en los sedimentos. No hay un lugar en la Tierra libre de esta contaminación”, asegura.

El impacto más evidente tiene que ver con envases de plástico, desde botellas a bolsas. Ya antes de degradarse hasta convertirse en pequeñas partículas, acaban con la vida de seres como las tortugas marinas -que los confunden con medusas o se enredan entre ellos-. Cada año se calcula que mueren 300.000. Este tipo de residuos se están convirtiendo en grandes acumulaciones en costas y playas paradisíacas de Senegal, Haití o de la India, donde no existen sistemas de recogida. “Todos los productos envasados que nos llegan acaban en los ríos y el mar. Aquí no hay sistemas de reciclaje ni educación ambiental por falta de recursos, y los envases nos colapsan los sistemas de alcantarillado, generando inundaciones”, reconoce a ESTRATOS el responsable de Medio Ambiente en el sudeste de Haití, Pierre Debrousse.

Playa en Jacmel (Haití). @Rosa Tristán

Con todo, es el plástico ‘menos visible’ el que más preocupa hoy a muchos investigadores, las ‘micro-fibras’ y ‘microesferas’ de polietileno, polyester (PET), polipropileno (PP) o cloruro de polivinilo (PVC), partículas tan diminutas que las depuradoras no son capaces de detectarlas, y tan persistentes que han acabado formando cinco grandes islas de basura, en su mayor parte microscópica, que navegan a la deriva por el Pacífico (2), el Atlántico (2) y el Índico (2). “También las hemos visto en el Mediterráneo, pues las corrientes tienden a concentrarlos en algunos puntos y ni siquiera conocemos bien cuánto tiempo perduran. A veces, lo calculamos por la fecha que pone en una etiqueta, pero ¿cómo saberlo en un micro-plástico?”, señala la bióloga, quien ha publicado en la revista Marine Pollution Bulletin un estudio que identifica efectos de estos materiales en 137 especies.

El origen de estas pequeñas partículas, que no miden más de un milímetro de diámetro, no sólo está en la desintegración -debido a las mareas, los rayos ultravioletas o las olas- de los residuos visibles, que pueden tardar en degradarse de meses a cientos de años, sino también en muchos productos de uso cotidiano que ya, desde su fabricación, utilizan microfragmentos de este material. Son los cosméticos, los detergentes, los dentríficos y también la ropa sintética. Basten dos ejemplos para hacerse idea de su volumen: una crema ‘peeling’ para la piel puede contener más de 150.000 micro-perlas plásticas -lo que se puede probar en casa cogiendo una pequeña muestra, agitándola con agua y colándola a continuación- y un único forro polar libera en cada lavado hasta 1.900 partículas de fibra. Todo ello puede acabar en el estómago de una ballena, como probó en 2015 Mark Anthony Browne, de la Universidad de New South Wales (Australia), dada su capacidad para mezclarse con el placton que es la base de su alimento.

Mark Anthony Browne, recogiendo muestras en la costa americana.

Browne determinó el impacto que tiene nuestra ropa después de visitar 15 playas en los cinco continentes para muestrear la arena. Descubrió que en las zonas más cercanas a las depuradoras había un 250% más de micro-plásticos que donde no había vertidos, y que la mayoría eran partículas de polyester (56%) y acrílico (23%). Teniendo en cuenta que la industria textil transforma cada año 70 millones métricos de fibras en 400.000 millones de metros cuadrados de tela -con las que se hacen unos 15.000 millones de prendas de vestir-, las islas flotantes de nylon no tienen visos de desaparecer a corto plazo. “En este estudio comprobé que eran seis veces más abundantes en número que la gran basura plástica, como son bolsas, botellas o envases”, ha señalado Browne en artículo en The New York Times, en el que reclama más responsabilidad a las autoridades y las empresas para limitar este tipo de desechos. De momento, el Congreso de Estados Unidos es el único que ha dado un primer paso, al prohibir en enero de 2016 la utilización de las microperlas. De las micro-fibras, de momento, no se habla.

También en el estrecho de Vancouver (Canadá-Estados Unidos), el biólogo Peter Ross detectó en 2014 hasta 9.200 partículas de plástico en cada metro cúblico de agua marina, no lejos del lugar por donde pasan las ballenas. “Zooplancton que las ingiere, a su vez, es el alimento de muchos peces, como el salmón y de mamíferos marinos, para las que son un grave riesgo porque pueden bloquear su intestino o genera la lixiviación de sustancias químicas en su cuerpos”, afirma en la presentación de su trabajo.

Isla artificial de plásticos en el Pacífico detectada en junio de 2017. @UNAM

En España, incluso Parques Naturales como la Isla de Cabrera, que lleva décadas protegida como reserva integral, han sido ‘colonizados’ hasta los sedimentos marinos, como ha comprobado Daudera con sus investigaciones. “El peligro añadido es que es un material al que, por sus características químicas, se adhieren bacterias, virus y otros compuestos tóxicos, incrementando el daño que causa a los ecosistemas”, apunta la investigadora balear.

En los últimos años, abundan los estudios que ya han probado los cambios biológicos generados en peces y mariscos: en el Mediterráneo, Daudera y otros colegas compilaron trabajos europeos sobre la interacción con el plástico de 17.334 ejemplares de 134 especies diferentes, detectado el grave peligro de su ingestión, variable según la especie; en el Mar del Norte se han visto micro-plásticos en el intestino del 5,5% de los peces (Rummeel et al. 2016); en el Pacífico Norte, ya están contaminados el 9,2% (Davison y Asch, 2011) y también lo están los organismos de los mejillones o en las ostras del Atlántico (Cauwenberghe y Janssen 2014).

“No es fácil determinar qué cambios biológicos generan porque hay otros muchos factores que pueden influir y hacen falta más”, reconoce Salud Deudero. La alternativa ha sido realizar estudios de laboratorio, cuyas conclusiones no son halagüeñas. En un ensayo con lubinas realizado en Francia por David Mazurais, se probó que la mitad de los peces contaminados sufrían alteraciones intestinales; otro trabajo sobre el cangrejo común de mar ha determinado que al ingerir plásticos eclosionaban menos huevos; y también se ha visto que estos compuestos provocan la perdida de energía en gusanos ‘Arenicola marina’, un pequeño ser vivo fundamental porque remueve el sedimento oceánico.

Si estos cambios tienen lugar con esos ocho millones de basura plástica que echamos a los mares al año ¿hasta cuando podrán soportar los océanos el reinado de este material? ¿Cómo eliminar las microfibras de los jerseys sintéticos antes de que se incorporen a la cadena trófica?

El problema ya está sobre la mesa, pero las soluciones tecnológicas van lentas. En Estados Unidos, las empresas que venden ropa deportiva para el aire libre apenas han comenzado a recopilar información sobre su impacto ambiental; tampoco las de electrodomésticos parecen mostrar interés por el desarrollo de máquinas que eviten estos ‘microvertidos’, centradas como están en el ahorro de agua y de electricidad. Y las depuradoras capaces de detectarlos, aún son muy costosas.

Otro tipo de soluciones son las científicas, como la del hongo que ‘come’ plásticos parecen poco realistas: “Es tan poco el material que son capaces de depredar que no darían abasto”, afirma Decausa. De momento la única solución pasa por la sensibilización y la reducción del consumo, algo en lo que coinciden los científicos de todo el mundo con las organizaciones ecologistas. “En países en desarrollo no hay normas, ni conciencia social que impida que tiren su basura plástica a ríos y mares, pero aquí si la hay y no somos conscientes de que generamos microfibras continuamente, cada vez que lavamos o usamos una crema.

 

El litoral de España, plagado de tesoros naufragados por descubrir


 

Sólo cuatro instituciones públicas trabajan en la recuperación, protección y divulgación de los restos arqueológicos subacuáticos en España, primera potencia mundial en pecios hundidos. La falta de recursos para investigar impide que salgan a la luz, mientras otros países se aprovechan

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ROSA M. TRISTÁN

(publicado en ESTRATOS, PDF patrimonio Subacuático Estratos)

Nadie lo duda. España es el país con más patrimonio arqueológico subacuático en todo el mundo. Se calcula que varios miles de buques de Estado, de todos los periodos de la Historia, andan sumergidos en los oceános a lo largo y ancho del planeta, en los lugares adonde temporales, batallas y piratas los enviaron cargados de vidas e historias. Solo en nuestras costas, con un litoral de 7.876 kilómetros, se esconden objetos de culturas que van desde la Prehistoria hasta nuestros días, pero ese imperio bajo las aguas se extiende también a las costas americanas. Rescatarlo del olvido es la tarea en la que se hallan inmersas las pocas instituciones que sacan ‘a flote’ sus misterios.

Pero todos los responsables de la arqueología subacuática hacen hincapié en la necesidad de aumentar la divulgación y las inversiones en un área de la investigación y la conservación del Patrimonio que alcanzó su mayor protagonismo por un gran expolio. Fue en el año 2007, cuando la empresa ‘cazatesoros’ norteamericana Odyssey anunció al mundo que había sacado medio millón de monedas de oro y plata de un lugar, en aguas internacionales, cercano a la costa sur portuguesa.

“Trataron de ocultarlo, pero se supo que era la fragata Mercedes; al final, la empresa tuvo que devolver todo a España, tras un juicio en el que fue condenada, pero el destrozo en el yacimiento fue brutal. Aquello sentó un precedente y las instituciones españolas se pusieron en marcha para que aquello, que no era el primer expolio, no volviera a ocurrir”, recuerda el arqueólogo submarino Carlos León Amores, director creativo de la exposición inaugurada en 2014 sobre La Mercedes en el Museo Arqueológico Nacional.

UN PLAN FRUTO DE UN EXPOLIO

El primer resultado de aquel suceso fue el Plan Nacional para la Protección del Patrimonio Nacional Subacuático, un auténtico ‘Libro Verde’ elaborado en 2009 y pendiente aún de llevar a la legislación, pero que ya ha ayudado a cambiar el panorama. A nivel internacional, la Convención de la UNESCO de 2001 ya indicaba que los países propietarios de los buques mantienen su “inmunidad soberana” sobre los mismos, estén donde estén hundidos, pero los buscadores de tesoros no tienen remilgos para saltárselo.

En el caso de España, sólo la Armada ha documentado 1.580 naufragios españoles, aunque nadie sabe la cifra exacta, que fácilmente se multiplica por dos o tres. Pese a mantener esa propiedad legal sobre ellos, expertos como Carlos León reconocen que para excavar un pecio en aguas de otros países es preciso el permiso de esos gobiernos, lo que conlleva alcanzar acuerdos para su protección e investigación en los que los materiales acaban repartidos, y más habitualmente en los museos de ultramar.

Son acuerdos similares al que se firmó en junio de 2014 entre el Ministerio de Cultura español y los responsables del Gobierno de México, en este caso para localizar y rescatar dos galeones de la Flota de la Nueva España de 1630-1631: el Santa Teresa y Nuestra Señora del Juncal, que iba cargado con un millón de monedas de plata y reales. Los términos del acuerdo sobre qué pasará con el material rescatado no se han hecho públicos. Y en todo caso, son sólo dos de los de los más de 300 barcos españoles que se calcula que hay en aguas mexicanas.

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“Somos un país inmensamente rico bajo el mar. El Juncal es uno de los miles que hay hundidos porque fueron más de 200 años de monopolio comercial entre Europa y América; muchos naufragaron en el Caribe por temporales o por ataques de los piratas y muchos iban cargados de materiales valiosos. Tras un arduo trabajo de investigación en los Archivos de Indias, tengo documentados unos 100 barcos fuera de nuestro país que diría que son muy buenos para excavarse”, afirma León Amores.

UN MUSEO DE ESPAÑA, FUERA DE ESPAÑA

Un escaparate de esa riqueza se exhibirá en unos meses en el futuro museo marítimo de  Santo Domingo (República Dominicana), impulsado por el Banco Interamericano y en el que el arqueólogo trabaja como asesor. Allí se podrán ver más de 1.000 piezas de 15 barcos españoles de la época del Imperio, la mayoría excavados por buscadores de tesoros entre los años 70 y 80. Uno de ellos, el Concepción, llevaba a bordo una espectacular colección de cerámica Ming  y una curiosa caja llena de esperma de ballena, usada en el siglo XVIII para cosmética. En otros, como el Guadalupe y el Conde de Tolosa,  se encontraron piezas tan valiosas como una Cruz de Santiago, de oro y  diamantes. Incluso se ha documentado un pecio que fue cargado de osos. ¿Su destino? Un misterio que la investigación debe resolver.

Pese a las normas nacionales e internacionales, basta echar un vistazo en internet para comprobar que aún hoy los ‘cazatesoros’ siguen haciendo ‘caja, si bien ahora suelen incluir un arqueólogo y hacen cuadrículas en los yacimientos. En definitiva, intentan dar un halo científico a su trabajo, pero continúan con la venta de piezas del patrimonio subacuático español y de otros países en el mercado negro.

LAS RICAS AGUAS PENÍNSULARES

Más si los pecios españoles en aguas ajenas son muchos, no menos hay en las propias, quizás con objetos menos deseados por los modernos ‘piratas’, pero con un valor para el conocimiento del pasado que no se puede cuantificar en metales preciosos.

En la actualidad, con las competencias en la materia transferidas a las comunidades autónomas, en toda la Península existen´únicamente tres centros específicos dedicados a la investigación de este Patrimonio: el andaluz, en la Playa de la Caleta de Cádiz, se creó en 1997; el de la Comunidad Valenciana comenzó en Alicante en 1986 y ahora tiene su sede en el Puerto de Burriana (Castellón), y el catalán, en Girona, se fundó1992, aunque ya existía un servicio a nivel provincial desde 1981; hoy, esta institución es la única del país que que tiene un barco propio: el Tethis. Todos están bajo mínimos.

Museo Arqua de Cartagena.A nivel estatal, España cuenta con el Museo Nacional Arqua, creado en 1980 en Cartagena (Murcia), que depende del Ministerio de Cultura, si bien desde 2008 no cuenta con un centro de investigación, cuando fue cerrado. Su director, Iván Negueruela, que retomó su puesto hace un año tras una sentencia judicial, quiere recuperarlo a toda costa. “Estos últimos años Arqua se ha dedicado únicamente a ser sede de exposiciones, pero debemos volver a investigar, a excavar bajo el agua y a hacer prospecciones micro y macro espaciales para tener una radiografía de lo que hay en nuestro litoral”, afirma Negueruela a ‘ESTRATOS’.

Entre los grandes hallazgos que se hicieron desde allí hace una década, el director de Arqua recuerda las prospecciones de 72.000 metros cuadrados en la bahía de Mazarrón, donde se encontró un valioso barco de finales de la Edad de Bronce. También en el Bajo de la Campana (La Manga) localizaron pecios fenicios, romanos y púnicos.

Asimismo, considera fundamental recuperar la revista del Museo, única que existía a nivel nacional, dado que, según afirma, “es importante tener una publicación para mantener nuestra presencia en instituciones internacionales y también porque muchos jóvenes arqueólogos hoy no tienen donde publicar sus investigaciones”.

Su tercer gran reto es promover la colaboración con las comunidades autónomas del norte e isleñas, que carecen de un departamento específico para la arqueología subacuática.  De hecho, allí no se hace nada . “No sabemos cuántos pecios hay hundidos ni por ahí fuera ni en nuestras costas. Las rías gallegas, por ejemplo, son muy ricas en Patrimonio Subacuático, y Baleares, y Canarias, pero no tienen centros de investigación. Desde Arqua podemos prospectar y buscar barcos con apoyo del Instituto Nacional de Oceanografía y de la Armada. Y en el Museo tenemos laboratorios para estudiar el material. Creo que el Gobierno central debe excavar al menos un galeón. Es caro, pero cada día es más necesario porque, en otro caso, lo harán los buscadores de tesoros”, afirma.

CATALUÑA, LA ÚNICA CON UN BARCO

El litoral levantino está mejor cubierto. En Girona, Gustau Vivar es el responsable del Centro de Arqueología Subacuática de Cataluña, donde con el Thetis acaba de terminar una campaña de excavación. Vivar tiene localizados en su ‘carta’ arqueológica ni más ni menos que 820 yacimientos, desde estructuras neolíticas con 7.000 años, como el poblado sumergido de La Draga; a barcos romanos como el Culip IV o el Cap de Volt, que iba cargado de vino para los legionarios; o buques militares del siglo XIX, como el Deltebre I, hallado en el Delta del Ebro por unos pescadores y que ha revelado una gran obra de ingeniería. Estos meses, este barco es objeto de una exhaustiva exposición en el Museo Arqueológico de Alicante.

“Tenemos que ser conscientes de que cada pieza nos da una información histórica. La cala de Aiguablava, por ejemplo, se usó durante 23 siglos como fondeadero natural y hay al menos cinco barcos hundidos. Tenemos tanto patrimonio que no damos abasto. De hecho, todo el Mediterráneo está lleno de pecios y muchos serían fundamentales para reconstruir nuestra historia. Bajo el mar, los arqueólogos hallamos objetos muy cercanos a las personas que los perdieron, porque un naufragio es algo que pasa muy rápido y, por ello, podemos reconstruir los últimos momentos antes del hundimiento, algo que es mucho más difícil en tierra”, explica Vivar.

Como León Amores, Vivar pasa muchas horas bajo el agua. Gracias a su trabajo, la excavación en el Cap de Volt, que ya en los años 60 fue saqueado por buceadores belgas, ha servido para conocer la red de distribución y exportación del vino local entre el siglo I y el siglo II a. de C., y para documentar que los íberos eran capaces de diseñar barcos que navegaban por las marismas, gracias a una quilla menos pronunciada y con menor calado.

UN PAÍS DE MAR, DE ESPALDAS AL MAR

“Yo creo que España dio la espalda al mar tras el desastre de Trafalgar, que aún no lo hemos superado. Quizá por ello no hay ninguna especialidad de arqueología subacuática en ninguna universidad española. Los interesados o somos autodidactas, o nos vamos al extranjero, no tenemos cultura marítima, pese a nuestro extenso litoral. Sin embargo, no podemos entender nuestra historia sin saber lo que pasó en los mares. Afortunadamente, en el Mediterráneo hay pocos ‘cazatesoros’ porque el oro está en las Indias, no aquí, pero sí que hay expoliador de fin de semana, que se llevan unas ánforas y hacen mucho daño. Por ello hay que aumentar la vigilancia”, apunta el investigador catalán.

Siguiendo el litoral hacia el sur, en una casa cercana al mar del Puerto de Burriana (Castellón), se encuentra el Centro de Investigación Subacuática de la Comunidad Valenciana (CASCV). Dirigido por Asunción Fernández, la arqueóloga del centro, desde allí se gestiona el Patrimonio sumergido en 400 kilómetros de costa.  No ha sido posible hablar con ella. Desde la Generalitat  remiten a otra persona:“Necesitaríamos más recursos, pero con lo que hay seguimos con los proyectos en marcha e intentamos divulgar todo lo posible”, apunta Consuelo Matamoros, jefa de servicio de Patrimonio Cultural de la Generalitat. Una declaración que mal esconde la situación del CASCV.

En CASCV tienen hasta 136 fichas con localizaciones de restos arqueológicos y de 20 pecios hundidos, pero el mapa lo mantienen secreto para evitar expolios. En la actualidad, tienen cuatro proyectos en marcha. Por un lado, realizan un inventario documental de los barcos hundidos durante la Primera Guerra Mundial en la costa valenciana. Por otro, documentan una carta arqueológica de la Bahía de Alicante, después de que estudios previos concluyeran que allí pudo estar el puerto romano de Lucentum, el más importante que existió en Alicante desde el siglo II antes de Cristo hasta el final del Imperio Romano y por el que pasaron todas las rutas comerciales de la antigüedad. El tercer proyecto sería la carta arqueológica subacuática de Dénia.

Y por último, desde CASCV continúan excavando en el pecio romano Bou Ferrer, que con sus 20 metros de eslora es el más grande en el Mediterráneo de su época. Su excavación ha proporcionado datos fascinantes sobre la comida de aquella época, pues se han encontrado más de 200 ánforas, cada una de las cuales contenía unos 40 litros de salsas de pescado a base de boquerón, caballa y jurel. Incluso llevaban el famoso garum y otras salazones de pescado, que eran una de las mercancías más caras de la época, pero imprescindibles en la gastronomía romana.

Situado a 25 metros de profundidad, el Bou Ferrer ha sido declarado este año Bien de Interés Cultural y es el único bajo el agua con visitas guiadas, explica Matamoros: “Comenzamos hace dos años y está teniendo un gran éxito. Es una forma de divulgar y poner en valor este Patrimonio escondido bajo el agua, puesto que Unesco recomienda no sacar los barcos del fondo. Así, los visitantes pueden conocerlo, seguimos con la excavación”, señala.

ANDALUCÍA: 1.100 NAUFRÁGIOS DOCUMENTADOS

Tras dar un salto en Murcia, en cuyo litoral se encuentra el Museo Nacional Arqua, hay que navegar hasta Cádiz para encontrar la cuarta institución dedicada a ‘bucear’, literalmente, en el pasado. El Balneario Nuestra Señora de La Palma, en Cádiz, es la sede del Centro de Arqueología Subacuática andaluz. Al frente, Carmen García Rivero, que tiene más de 1.100 kilómetros bajo ‘su dominio’ científico.  Pero poca ayuda tiene para ello. “Siempre he pensado que es una disciplina muy atractiva para el público, pues está ligada a las aventuras, a los piratas. Pero habría que explotarla más. En Andalucía tenemos 1.100 naufragios documentados, gracias a los Archivos de Indias de Sevilla, y un total de 86 yacimientos que van desde los púnicos hasta épocas recientes. Es impresionante”.

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Tanto hay donde escoger y tanto por descubrir aún que la Ley de Patrimonio de la Junta de Andalucía optó por diferenciar entre las zonas arqueológicas (de las que hay 56) de las zonas de servidumbre (42), en las que podría haber pecios sin localizar. “Es una forma de protegerlos contra expolios y contra obras que se realizan en el medio marino. Con esta Ley, a los que las quieren hacer se les obliga a hacer un informe previo del lugar.

Con tres barcos en el Puerto de Cádiz reconocidos como Bien de Interés Cultural, que forman parte de los contendientes en la famosa Batalla de Trafalgar, para García Rivero la seguridad es uno de los asuntos a los que dedica parte de sus esfuerzos. De hecho, en 2005, antes de que saltara el caso ‘Odyssey’, la Guardia Civil desarticuló una extensa red de tráfico de material arqueológico que había sido extraído ilegalmente del Golfo de Cádiz. Fue la ‘Operación Bahía’. “Ahora hay en marcha una campaña con los clubs de buceo y arqueólogos para que avisen si ven barcos con un comportamiento extraño en zonas sensibles. Ahora, además, dentro del Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE) de la Guardia Civil, además de vigilar el narcotráfico, también protegen estos yacimientos de los ‘cazatesoros’, que no ven los barcos como un contenedor de hisotiera, sino solo como un lugar del que sacar oro”.

En la actualidad, desde esta institución andaluza se investigan los barcos localizados a comienzos de este año en la obras de ampliación en el Puerto de Cádiz: el Delta-1, como se ha denominado provisionalmente, era del siglo XVIII y llevaba a bordo lingotes de plata; y el Delta-2, del siglo XVI, iba cargado de ánforas con aceitunas, semillas y cochinilla (muy utilizada para tintes), por lo que se cree que era un barco de redistribución de productos por la costa. “La arqueología subacuática nos cuenta grandes acontecimientos y otros cotidianos del pasado. Ponerla en valor es una función gratificante”, concluye García Rivero.

 

 

 

 

 

 

Pescadores y ecologistas, unidos contra los océanos muertos


ROSA M. TRISTÁN (Publicado en ‘El Huffington Post’)

A bordo del Arctic Sunrise de Greenpeace

En una manifestación en el mar las pancartas son bien grandes y los gritos son sustituidos por las sirenas de los barcos. En una protesta marinera, el manifiesto se lee a través de la radio que une a los participantes en un todos a una. Así ha sido la que se vivió el lunes en el límite de la ría de Muros con el Océano Atlántico, un encuentro entre los pescadores gallegos y la organización ecologista Greenpeace muy diferente del que tuvo lugar hace unos años, cuando los del mar tiraban huevos a los del arco iris.

Hoy, los pequeños barcos pesqueros de las rías ya no ven a los ecologistas como un peligro para su forma de vida. Sus mensajes conservacionistas son ahora compartidos porque cada día vuelven a casa con las redes más vacías, y los bolsillos de sus pantalones con agujeros más grandes, que son las deudas. «Mire, un pulpo es lo que llevamos hoy, y poco más», me contaba uno de los patrones desde su barco, de no más de cinco metros de eslora. A través de su cerrado acento gallego se dejaba entrever la desolación de otro día perdido.

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Mis neuronas ‘espejo’, con los pescadores artesanales


ROSA M. TRISTÁN (a bordo del Arctic Sunrise)

Cuanto más tiempo pasas en el mar, más consciente eres de la dura vida de los marineros. Dos días de temporal, con olas de cuatro metros, han sido duros, muy duros. ¿Cómo no admirar a quienes aguantan, un día tras otro, situaciones mucho peores, con olas que duplican esa altura, para volver a tierra con sus redes medio vacías?

Llevo seis días a bordo y mi empatía con ellos va ‘in crescendo’. Las primeras jornadas fueron de tranquila navegación, de maravillosos atardeceres, de barbacoa en cubierta, con un buen vino. Dos días para ir conociendo a los que viajan a bordo del ‘Arctic Sunrise’, el emblemático barco de Greenpeace que está dando la vuelta a la Península Ibérica.

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